Terapia metacognitiva de Wells para la ansiedad y la depresión

La terapia metacognitiva, propuesta por Adrian Wells, no actúa sobre nuestros pensamientos negativos, sino en la forma en que reaccionamos a dichas ideas.

La terapia metacognitiva, desarrollada por el psicólogo británico Adrian Wells, es considerada una modalidad de terapia cognitiva. No obstante, se distingue de modelos como la terapia cognitivo conductual, debido a que se basa en el principio de que nuestras emociones y el control que tenemos de ellas, radica no solo en lo que pensamos, sino en cómo lo pensamos. De esta forma, este enfoque considera que los distintos tipos de patología mental no son el resultado de los pensamientos negativos que tenemos sobre nosotros o los objetos a nuestro alrededor, sino de la forma en que reaccionamos a dichas cogniciones (Wells, 2009).

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En este sentido, la terapia metacognitiva de Wells propone que lo que distingue a una persona relativamente sana, de una con un trastorno depresivo o ansioso, no es el malestar emocional que experimentan, ya que estas ideas y emociones son comunes en todos los individuos; sino la interpretación que realizan de dichos pensamientos, y las estrategias que ponen en marcha para enfrentarlos.

A continuación, se explicará con más detalle algunas de las características más notables de este enfoque.

¿En qué consiste la terapia metacognitiva de Wells?

En términos simples, la metacognición es la facultad de monitorizar, controlar y evaluar los productos y procesos de nuestra conciencia. Es decir, es la cognición que tenemos de nuestra cognición. De esta forma, la metacognición permea y modela aquello a lo que prestamos atención; condiciona nuestras interpretaciones, e influye en el tipo de estrategias que utilizamos para regular nuestros pensamientos y sentimientos. Cuando la mayoría de las personas experimenta algún tipo de malestar emocional, dicha condición es solo pasajera, ya que suelen poner en marcha estrategias que les permiten lidiar con dichas ideas, y seguir adelante. No obstante, de acuerdo al enfoque metacognitivo, algunas personas quedan atrapadas en determinados trastornos emocionales debido a que sus metacogniciones dan lugar a patrones de respuesta frente a las experiencias internas, que sustentan y fortalecen las cogniciones negativas (Wells, 2009).

Wells desarrolló la terapia metacognitiva a partir de su modelo de funciones ejecutivas autorreguladoras; el cual propone que no son las creencias auto-referenciales (como: “soy despreciable” o “me siento indefenso”) las que causan el cuadro psicopatológico, sino las estrategias autorreguladoras comportamentales y cognitivas inadecuadas que el individuo pone en marcha, y que terminan cronificando dichos contenidos cognitivos e incrementando el malestar emocional asociado (Wells, Matthews, citados por Sanz, 2017).

Como resultado de este principio, la terapia metacognitiva de Wells no se ocupa directamente de lo que piensan o sienten los pacientes, sino de cómo lo piensan o sienten; asumiendo que el foco del problema reside en la existencia de estilos inflexibles y recurrentes de pensamiento en respuesta a los pensamientos, sentimientos y creencias negativas. De tal forma, que esta corriente terapéutica se centra en eliminar dichas estrategias y patrones inútiles de procesamiento cognitivo (Wells, 2009).

La metacognición

Wells define la metacognición como una gama de factores interrelacionados que componen cualquier conocimiento o proceso cognitivo, en el que esté implicada la interpretación, la monitorización o el control de la cognición (Wells, 2009). De esta forma, la divide en tres procesos:

  • Conocimiento metacognitivo. Son las creencias y teorías que las personas tienen sobre sus propios pensamientos y la eficacia de sus procesos cognitivos. Por ejemplo, el que una persona considere que la ensoñación es una conducta inmadura e improductiva. Este proceso puede dividirse en conocimientos explícitos, es decir, aquellos que pueden ser articulados de forma verbal, como: “si estoy alerta, no correré ningún peligro”; o implícitos, que comprenden reglas o programas que dirigen el pensamiento, pero que no pueden expresarse verbalmente. En el terreno de los trastornos mentales, existen dos tipos de creencias metacognitivas:
    • Positivas: formuladas sobre los beneficios de patrones de respuesta patológicos o inadecuados. Por ejemplo, las ventajas de recordar los errores para “expiar” una culpa.
    • Negativas: concernientes a la falta de control, significado, importancia o peligrosidad de los pensamientos. Por ejemplo, el creer que los pensamientos tristes pueden abrumarnos e incapacitarnos.  
  • Experiencias metacognitivas. Son los sentimientos, sensaciones subjetivas y evaluaciones situacionales que las personas tienen sobre su estado mental. Por ejemplo, el experimentar culpa y vergüenza cuando se sienten deseos sexuales hacia alguien. De acuerdo con la terapia metacognitiva, las evaluaciones negativas de los sentimientos y pensamientos contribuyen a la percepción de una amenaza y motivan los intentos de controlar el pensamiento.
  • Estrategias metacognitivas. Son las respuestas que se llevan a cabo para controlar o alterar el pensamiento, con el fin de intensificar, suprimir o cambiar la naturaleza de las actividades cognitivas. Estas son puestas en marcha para combatir el malestar emocional de ciertas ideas y sentimientos.

(Wells, 2009).

El síndrome cognitivo atencional (SCA)

De acuerdo a la terapia metacognitiva, cuando la inadaptación del conocimiento, las experiencias y las estrategias se combinan, se presentan patrones de pensamiento estéril que conducen a la perturbación psicológica. A este conjunto de patrones, Wells lo denomina: síndrome cognitivo atencional, el cual está compuesto de ciertas características principales:

  • Preocupación
  • Rumiación
  • Atención obsesiva
  • Estrategias de autorregulación o conductas de afrontamiento poco útiles.

(Wells, 2009).

Este síndrome es un estilo de pensamiento tóxico que se alimenta de las sensaciones negativas que tienen las personas sobre sí mismas, así como de la percepción de amenazas. En este estado, las personas se entregan de manera exagerada a la cavilación y al pensamiento verbal persistente, concentrando su atención en la amenaza, e implementando estrategias de control poco útiles y destinadas al fracaso, como la evitación, el uso de sustancias o la supresión de sentimientos. Al final, el uso de este tipo de recursos interfiere con el procesamiento normal de las emociones, cronificando los contenidos cognitivos desagradables.

El mindfulness en la terapia metacognitiva de Wells

Una de las técnicas más populares dentro de la terapia metacognitiva de Wells, es el mindfulness o atención plena; el cual es ejercido de una forma particular denominada atención plena desapegada. Esta modalidad se encuentra encaminada a cultivar el modo metacognitivo, aunque es necesario aclarar que dicha práctica no es absolutamente necesaria dentro de este enfoque; siendo presentada como una herramienta más de este esquema terapéutico.

La atención plena desapegada consiste en una serie de ejercicios bien definidos cuyo objetivo es impedir la activación del síndrome cognitivo atencional. Esto, bajo el supuesto de que la patología psicológica se encuentra relacionada con la acción de este tipo de pensar tóxico (Garay, Keegan, 2016).

Aplicaciones de la terapia metacognitiva de Wells

En un inicio, Adrian Wells desarrolló la terapia metacognitiva como un tratamiento para combatir el trastorno de ansiedad generalizada. No obstante, con el paso del tiempo, esta corriente se ha transformado en una herramienta terapéutica útil para la atención de un amplio rango de cuadros psicopatológicos (Sanz, 2017). Entre las afecciones más notables en este sentido, se encuentran las siguientes:

  • Depresión mayor
  • Ansiedad
  • Trastorno de estrés postraumático
  • Trastorno obsesivo-compulsivo
  • Trastornos de personalidad

(Rodríguez et al., 2006; Garay, Keegan, 2016; Sanz, 2017).

Además, se ha comprobado la utilidad de este enfoque al ser combinado con tratamientos farmacológicos (Garay, Keegan, 2016).

Es necesario mencionar que la terapia metacognitiva se presenta como un tratamiento basado en la evidencia; por lo que las afirmaciones sobre su efectividad suelen estar respaldadas por diversos estudios. Esta situación implica que el éxito de su aplicación en otros tipos de afecciones psicológicas aún se encuentra en estudio; pero, además, que el verdadero potencial de esta corriente aún está por descubrirse. 

Referencias

  • Garay, C., Keegan, E. (2016). Terapia metacognitiva. El síndrome cognitivo atencional y los procesos cognitivos. Revista Argentina de Clínica Psicológica, volumen (25), número (2), pp. 125-134. redalyc.org
  • Rodríguez, R., Vetere, G., Bunge, E., Keegan, E. (2006). Resultado de la aplicación de terapia metacognitiva en pacientes con Trastorno Obsesivo Compulsivo: datos de seguimiento a 1, 3 y 6 meses. XIII Jornadas de Investigación y Segundo Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. aacademica.org
  • Sanz, R. (2017). El enfoque del procesamiento de la información emocional en el abordaje del trastorno psicológico: la terapia metacognitiva. Clínica y Salud, volumen (28), número (1). pp. 47-48. scielo.isciii.es
  • Wells, A. (2020). Terapia Metacognitiva para la Ansiedad y la Depresión [original 2009]. Bilbao, España. Desclée De Brouwer. scribd.com
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.