La pirámide del aprendizaje es un modelo muy popular entre profesores y educadores, debido a que brinda una visión simplificada del supuesto porcentaje de retención de la información, de acuerdo al medio que se utiliza para entregarla. Una de sus versiones más conocidas, es aquella falsamente atribuida al pedagogo Edgar Dale; la cual es incluso estudiada muchos docentes como parte de su formación profesional. No obstante, ni este modelo, ni sus adaptaciones más recientes, están basadas en evidencia científica real. Por el contrario, las diferentes versiones de la pirámide del aprendizaje suelen ser el resultado de adecuaciones, reinterpretaciones, simplificaciones y cuantificaciones arbitrarias de viejas teorías del aprendizaje, y de observaciones y deducciones sin bases empíricas sólidas realizadas hace más de 100 años, (Letrud, Hernes, 2018).
En la actualidad, la pirámide de Dale, y modelos del aprendizaje similares, son reconocidos públicamente como conocimientos pseudocientíficos. Desafortunadamente, este hecho no ha logrado disminuir su popularidad; incluyéndose aún en el diseño de muchos proyectos educativos.
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¿En qué consiste la pirámide del aprendizaje de Dale?
Una pirámide del aprendizaje es un modelo cognitivo que pretende mostrar qué porcentaje de la información total expuesta en un momento determinado suele ser retenido por una persona, en virtud del medio con que dicho contenido es entregado. Para ello, se sirve de un esquema en forma de pirámide o cono donde se muestran en niveles de colores los valores de cada medio. Este gráfico suele ser conocido como pirámide de Dale, aun cuando el pedagogo Eduard Dale no lo diseñó, e incluso advirtió de los riesgos de tomar los valores expuestos en ella de forma literal (Thalheimer, 2006).
Existen muchas versiones de este modelo, las cuales consideran distintas variables, atribuyéndoles diferentes valores en cada caso. Algunas de ellas son incluso adjudicadas a otros autores como William Glasser o Cody Blair, brindando la ilusión de que existe algún tipo de actualización en sus datos. No obstante, todas son, al final, el mismo tipo de esquema.
Una de las primeras versiones, publicada en 1967 por D. G. Treichler, aseguraba que las personas recuerdan: 10% de lo que leen, 20% de lo que escuchan, 30% de lo que ven, 50% de lo que escuchan y ven, 70% de lo que dicen y 90% de lo que dicen y hacen. Este gráfico ha sido reinterpretado de otras formas. Afirmando, por ejemplo, que las personas aprenden: 5% en una conferencia, 10% a través de la lectura, 20% por medios audiovisuales, 30% en grupos de discusión, 75% en prácticas, y 80% enseñando a otros. Sobra decir que ninguna de estas declaraciones tiene fundamento científico real (Malpica, 2013; Letrud, Hernes, 2018).
El dudoso origen de la pirámide del aprendizaje
La autoría de la pirámide del aprendizaje suele atribuírsele al pedagogo Eduard Dale, debido a que se le presenta como un gráfico basado en una de sus creaciones: el “cono de la experiencia”. Dicha representación es una clasificación de las experiencias audiovisuales en un cono, donde los medios más abstractos se encuentran en la punta y los más concretos en la base. En relación con esta supuesta inspiración, es necesario aclarar que Dale nunca habló de niveles de retención y mucho menos les atribuyó un porcentaje. Por el contrario, el pedagogo estadounidense se mostró reservado incluso con la clasificación propuesta en su modelo, advirtiendo que no debería tomarse de forma literal (Thalheimer, 2006).
Por otro lado, cuando Treichler publicó su pirámide del aprendizaje en los 60s, no especificó el origen de sus fuentes. Algunos usuarios de este modelo han intentado justificarlo, mencionando la existencia de algunos supuestos estudios que lo avalan. Sin embargo, el seguimiento de estas referencias en busca de resultados concretos ha revelado una larga cadena de citas que, en el mejor de los casos, se remontan a conjeturas sin justificación científica con hasta más de 150 años de antigüedad. Mientras que, en otras ocasiones, dichas referencias solo distorsionan o exageran el sentido de alguna investigación, o incluso, simplemente las inventan de la nada (Letrud, Hernes, 2018).
La pirámide del aprendizaje no tiene bases científicas
En la actualidad, la pirámide del aprendizaje se reconoce públicamente como un conocimiento pseudocientífico. Algunos de los argumentos más importantes que la describen como tal son:
- No existe claridad en las supuestas bases científicas que dicen sustentar la pirámide del conocimiento. Además, su legitimidad es poco probable, ya que su premisa central surgió en una época anterior a los primeros estudios experimentales sobre la retención.
- Las versiones actuales de las pirámides del aprendizaje presentan más o menos las mismas concepciones psicológicas populares del aprendizaje y la memoria que tenían en el siglo XIX. Mismas que contradicen el consenso actual en psicología sobre la estructura y función de las funciones cognitivas.
- No existe un acuerdo entre los diferentes modelos de pirámides de aprendizaje sobre el número y naturaleza de las modalidades, ni sobre sus niveles de eficiencia. Es decir, todas muestran diferentes variables y valores, incluso cuando presentan un mismo nombre.
- Además, la falta de estudios reales y la gran variedad de resultados propuestos impiden que dichos gráficos se corroboren como un solo fenómeno.
- Los trabajos de investigación que se han enfocado en la relación entre modalidad de presentación y retención de información, han arrojado resultados no conclusivos.
- Por otro lado, las propias variables comparadas en las pirámides son imprecisas y confusas. Por ejemplo, “lo que se ve” y “lo que se lee”. Situación que ha permitido la interpretación libre de datos que de por sí son arbitrarios.
(Thalheimer, 2006; Letrud, Hernes, 2018).
Propagación del mito de la pirámide del aprendizaje
A pesar de que la pirámide del aprendizaje ha sido desacreditada públicamente, su uso no ha perdido popularidad. Por el contrario, las versiones de este modelo de retención se han propagado dentro de muchas otras áreas de investigación didáctica y tecnología educativa. En este sentido, aún hoy existen muchos trabajos académicos y de investigación que no solo dan por hecha la veracidad de este esquema; sino que, además, construyen proyectos pedagógicos basados en este conocimiento pseudocientífico (Prieto, 2010; González, 2013; Malpica, 2013; Guarín, Sánchez, Romero, 2019).
La transmisión de modelos educativos sin evidencias científicas, como las pirámides del conocimiento, en medios académicos reconocidos, les brinda legitimidad y una autoridad que trasciende los debates educativos. Esta situación aumenta su difusión y reconocimiento en las deliberaciones profesionales, públicas y políticas, reiniciando un ciclo que perpetúa su popularidad y uso, transformándolos en parte de la cultura popular (Leutred, Hernes, 2018).
¿Por qué es tan popular la pirámide del aprendizaje de Dale?
La popularidad que goza la pirámide del aprendizaje de Dale puede explicarse desde distintos ángulos.
En primer lugar, la vaguedad de las variables y la gran cantidad de porcentajes expresados en sus distintas versiones, permite a las y los usuarios de este modelo modificarlo de acuerdo a sus propios intereses y experiencia (Thalheimer, 2006). De esta manera, si lo que se desea, por ejemplo, es resaltar el valor de los materiales audiovisuales en la enseñanza, es posible transformar la variable, ver y escuchar y el porcentaje de retención atribuida a ella, en un argumento a favor de este medio, por sobre la lectura.
Por otro lado, a pesar de que este modelo se consolidó hace más de 50 años y de que su premisa principal tiene más de un siglo y medio de antigüedad, muchos profesionales de la educación consideran la pirámide del aprendizaje una herramienta nueva, que desafía las nociones tradicionales de la enseñanza (Prieto, 2010; Malpica, 2013).
Sumado a esto, el diseño simplista de la pirámide es muy accesible para aquellos que lo observan, lo que aumenta su popularidad entre profesionales y legos. Además, la información expuesta suele coincidir con la experiencia e ideales de los docentes. Un fenómeno que se explica por las adecuaciones que se hacen a este modelo para acomodarse a las necesidades de los expositores y las preferencias de los espectadores.
Referencias:
- González, M. (2013). El cine como herramienta didáctica educativa en el contexto literario. Universidad Autónoma de Nuevo León. heprints.uanl.mx
- Guarín, A., Sánchez, E., Romero, S. (2019). Estrategia de enseñanza “Los tiros libres”: innovación didáctica en el aula. Universidad de la Costa 1970. repositorio.cuc.edu.co
- Letrud, K., Hernes, S. (2018). Excavating the origins of the learning pyramid myths. Cogent Education, volumen (5), número (1). tandfonline.com
- Malpica, F. (2013). Las Comunidades Profesionales de Aprendizaje: motor de la innovación pedagógica sostenible. Instituto Escalae. escalae.org
- Prieto, A. (2010). La Pirámide del Aprendizaje. Universidad Complutense Madrid.webs.ucm.es
- Thalheimer, W. (2006). People remember 10%, 20%…Oh Really? Work-Learning Research: sitio web. worklearning.com
Créditos imagen de portada: Foto de Tima Miroshnichenko de Pexels