¿Existen los instintos humanos?

Los instintos humanos no son manifestaciones estereotipadas e inalterables, sino dimensiones influenciadas por distintos factores biológicos, psicológicos y ambientales.

Los instintos humanos han sido objeto de interés y debate en diversas disciplinas, desde la psicología y la biología hasta la filosofía y la antropología. Sin embargo, a pesar de décadas de investigación, el concepto de instinto sigue siendo un término vago y ambiguo. Algunas teorías sostienen que los instintos son patrones de comportamiento innatos e inalterables, mientras que otras afirman que el aprendizaje y la experiencia pueden tener un papel importante en su desarrollo y perfeccionamiento. Este desacuerdo ha llevado a una falta de claridad en la definición y el entendimiento de los instintos humanos. Una cuestión que hace surgir la pregunta de si estos realmente existen.

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A continuación, se abordará esta controversia y se analizarán las diferentes perspectivas sobre los instintos, con el fin de comprender mejor cómo influyen en la conducta humana.

¿A qué llamamos instintos?

Como ya se ha mencionado, el mayor problema al que se enfrenta el estudio de los instintos humanos, es la falta de claridad sobre los mecanismos que dan lugar a la conducta instintiva en cualquier tipo de animal.

De manera general, el instinto se distingue por ciertas características:

  • Es un patrón de conducta complejo y específico
  • Tiene evidente valor para la supervivencia en el entorno de adaptación evolutiva
  • Es específico de una especie
  • Se presenta en todos los miembros normales de dicha especie
  • Aparece en forma alterada o silenciada incluso cuando no hay oportunidades normales para su expresión
  • Se mantiene latente hasta que ciertos objetos externos adquieren el valor de estímulos, y desencadenan la actividad instintiva
  • Tiene una finalidad específica
  • Se transmite de manera hereditaria
  • No requiere que las o los individuos sean conscientes de él para generarse
  • Se presenta como una actividad global del organismo vivo, y no sólo como un reflejo localizado

(Ramos, 2002; Craig, Baucum, 2009; Matsumoto, 2009; Da Silva, 2021).

Es común que se piense que los instintos son manifestaciones estereotipadas, inalterables e infalibles. No obstante, esta conceptualización ‘novelizada’ ha sido refutada por numerosas investigaciones científicas. Para comenzar, se han observado pequeñas variaciones de una conducta instintiva entre miembros de una misma especie. Además, aún en especies cuyo comportamiento se considera dominado por los instintos, como los insectos, existe un pequeño coeficiente de elasticidad en estas conductas. Estos fenómenos suelen estar determinados por las condiciones específicas del medio (Ramos, 2002).  

Instintos humanos como respuestas espontáneas

Una característica importante de los instintos, es que estos no se basan en reflejos condicionados o incondicionados, sino en un proceso interno determinado por la herencia. De esta forma, las conductas instintivas se presentan como respuestas espontáneas a situaciones lejanas en el tiempo y el espacio, que superan el proceso de aprendizaje de un individuo determinado. Por ejemplo, el que algunos animales se preparen para el invierno meses antes de que ocurra (Cañas, 2019; Da Silva, 2021).

Lo anterior no significa que los instintos sean patrones conductuales rígidos y automáticos que no puedan ser influenciados, alterados, o incluso contenidos por factores ambientales. Hasta donde se ha podido observar, a medida que se asciende en la escala filogenética, los instintos se encuentran menos determinados innatamente y más influidos por la experiencia (Craig, Baucum, 2009).

Un ejemplo de lo antes propuesto puede observarse en las distintas formas en que las personas reaccionan ante un ataque. El conjunto de reacciones internas que constituye el coloquialmente llamado ‘instinto de supervivencia’, y que tiene como objetivo preservar la integridad física, y presuntamente preservar la especie; se conjugan con una basta cantidad de factores individuales y experiencias personales, para dar lugar a una respuesta determinada. De esta manera, algunas personas reaccionan con sumisión, otras buscan huir, y otras tantas se defienden. Al final, la reacción instintiva busca alcanzar un fin específico a partir de un camino muy particular y personal.

Instintos humanos y aprendizaje

La relación entre el instinto y el aprendizaje es mucho más profunda que la modificación o modelación del primero por el segundo. En la actualidad, existen muchas actividades animales que se consideraron durante mucho tiempo como instintivas. No obstante, tras un estudio más detallado, se encontró que no todo en ellas es heredado o innato, sino que una parte de ellas está determinada por el aprendizaje. Esto implicaría que existen conductas de naturaleza mixta, de las cuales no se sabe que parte está determinada por la herencia y que proporción por la experiencia (Ramos, 2002).

Existen muchos aspectos de la conducta humana, como la alimentación y la reproducción, que se consideran determinados por los instintos. No obstante, alrededor de estas motivaciones se levanta un complicado sistema de hábitos y costumbres sociales determinados por la experiencia personal y la cultura. Al considerar esto, nos damos cuenta que la pregunta de si los instintos humanos existen o no, dependería, en mucho, de la forma en que los instintos sean conceptualizados en primer lugar. De esta forma, si la palabra “instintivo” es considerada un sinónimo de lo puramente innato, existirían pocas tendencias humanas que no fueran afectadas por el ambiente. No obstante, si aceptamos que los instintos humanos son dimensiones que no solo pueden ser contenidas, sino también determinadas por la experiencia, encontramos que estos se expresan en cada aspecto de nuestra vida cotidiana.

Maduración e instintos humanos

Ahora bien, aunque la expresión de los instintos puede ser influida por el ambiente, es innegable que su surgimiento se encuentra determinado por un componente biológico. Esta propiedad es evidente en aquellos casos donde una conducta instintiva requiere que el organismo alcance algún grado de desarrollo biológico. Por ejemplo, las conductas de alimentación de ciertas aves.

Algunos investigadores han explorado la posibilidad de que este tipo de conductas fueran producto del aprendizaje más que de un proceso orgánico. No obstante, se ha comprobado que esta clase de comportamiento surge en fases de maduración constantes, y que la falta de práctica retrasa el dominio de la conducta instintiva; pero eventualmente esta es realizada y dominada de acuerdo a su desarrollo orgánico, si se les brinda a los individuos la oportunidad de ejecutarla (Ramos, 2002).

Un claro ejemplo de este fenómeno en las y los seres humanos son las tendencias conductuales relacionadas con los cambios hormonales asociados a la pubertad. Aunque dichos comportamientos varían de acuerdo a la cultura y a la educación, estas conductas aparecen en una fase del desarrollo definida; solo cuando el organismo ha alcanzado un determinado grado de madurez sexual (Craig, Baucum, 2009).

Patrones de acción modal y conducta instintiva

Existen respuestas reflejas simples, como la conducta de sobresalto a un ruido fuerte, que son comunes en muchas especies. No obstante, las secuencias de respuesta que son típicas de una especie particular son conocidas como patrones de acción modal (PAM). Ejemplos típicos de este tipo de conductas son los rituales de apareamiento, la defensa territorial o las técnicas de cacería demostradas por distintas especies.

Una característica distintiva de los patrones de acción modal, es que, en ellos, varía el umbral para provocar dichas actividades. Es decir, el mismo estímulo puede tener efectos muy diferentes dependiendo del estado fisiológico del animal y de sus acciones recientes. Debido a ello, es más difícil reconocer el estímulo que los provoca. Las características específicas necesarias para provocar un patrón modal se denominan, en conjunto, estímulo signo o estímulo liberador de dicha conducta. Una vez que se ha identificado un estímulo signo, puede exagerarse para provocar una respuesta especialmente vigorosa. A ese estímulo signo exagerado se le llama estímulo supranormal (Domjan, 2010).

Dado que los patrones de acción modal ocurren de manera similar entre los miembros de una especie determinada, incluyen actividades que pueden reconocerse como instintivas. Por lo general, se piensa que los instintos reflejan la historia genética de un individuo, por lo que podría pensarse que dichos patrones instintivos no son el producto del aprendizaje y la experiencia. No obstante, algunas y algunos científicos conductuales consideran que el hecho de que todos los miembros de una especie presenten formas similares de conducta no significa necesariamente que éstas no se aprendieron por medio de la experiencia de algún modo, o que no existan factores ambientales que potencien respuestas programadas biológicamente (Domjan, 2010; Robinson, Barron, 2017).

Patrones de acción modal e instintos humanos

Aunque los estudios originales sobre patrones modales se llevaron a cabo con animales no humanos, estos conceptos también se han aplicado a la conducta humana. En este sentido, algunos autores han destacado que las respuestas al peligro mostradas por personas con trastornos de estrés postraumático (TEPT) evidencian la influencia de los PAM en la conducta humana. De acuerdo a esta teoría, la eficiencia en la respuesta al peligro ha sido crucial en la evolución, ya que aquellos individuos que no respondieron adecuadamente al peligro tuvieron menos probabilidad de transmitir sus genes. Como resultado, los eventos traumáticos tienden a desencadenar patrones de acción modal defensiva más pronunciados (Domjan, 2010).

Los vestigios de esta evolución también se manifiestan en estudios de laboratorio, como la detección más rápida de estímulos amenazantes que de estímulos agradables o neutros. Además, en el ámbito social y sexual, los estímulos signo y supranormales también desempeñarían un papel esencial. La cópula, por ejemplo, implica una secuencia compleja de respuestas motoras coordinadas por estímulos signo visuales, olfativos y táctiles. Estos estímulos son también fundamentales en las interacciones humanas, siendo explotados y realzados por las industrias de cosméticos y perfumes para provocar atracción social y afiliación. Así mismo, la cirugía plástica, al resaltar estímulos signo naturales, demostraría la influencia profunda de los PAM en la conducta social humana (Domjan, 2010).

Complejidad de los instintos humanos

La idea de que el instinto se hace más plástico y flexible a medida que se asciende en la escala zoológica, sugiere que los animales inferiores tienen patrones de conducta más estereotipados y menos influenciados por la experiencia que animales superiores, como las y los seres humanos (Ramos, 2002).

El estudio de los instintos humanos es un área compleja que se topa con diversas dificultades. Por un lado, es común que los psicólogos hablen del instinto como si se tratara de una única entidad. No obstante, hay una gran diversidad de comportamientos diferentes que se han clasificado como instintos. Además, la idea de que el instinto pertenece al plano de los automatismos y es una forma de la actividad de conservación se aplica principalmente a los organismos inferiores. En el caso del ser humano, la conducta instintiva no es tan estereotipada y automática como en los animales inferiores, ya que el ser humano puede objetivar su medio y planear la mejor forma de satisfacer un impulso instintivo de manera inteligente y racional (Ramos, 2002; Da Silva, 2021).

Aunque la conducta humana no puede ser calificada estrictamente como instintiva, es posible que haya patrones de conducta social que tengan un origen genético. Los sociobiólogos sugieren que los patrones de conducta que expresan dominio, territorialidad, cuidado de las y los hijos, apareamiento y agresión, tienen una base biológica, pero también están influenciados por la cultura aprendida. Sin embargo, esta afirmación aún es objeto de controversia, ya que no hay un medio definitivo para demostrarla (Craig, Baucum, 2009).

Evolución de los instintos

La evolución de los instintos ha sido un tema de debate durante mucho tiempo. Una hipótesis interesante es la del modelo de ‘la plasticidad primero’, que sugiere que la plasticidad conductual puede preceder y facilitar la adaptación evolutiva. Esta hipótesis se ha fortalecido con la llegada de la genómica del comportamiento, que ha demostrado que el genoma responde dinámicamente a una variedad de estímulos conductualmente relevantes y puede experimentar cambios masivos en la expresión de genes cerebrales.

Por otro lado, los instintos pueden haber evolucionado a través del modelo de ‘mutación primero’, en el que las mutaciones provocan cambios en el momento del desarrollo de los circuitos neurales. Una vez evolucionados, los componentes innatos del comportamiento pueden mejorar mediante la evolución de formas más complejas de aprendizaje, a medida que estos componentes se vuelven cada vez más refinados por la selección natural. Los componentes aprendidos e instintivos del comportamiento estarían entrelazados y, por lo tanto, deberían ser regulados por los mismos mecanismos neurales generales.

Actualmente, sabemos que la epigenética desempeña un papel importante en la evolución de los instintos. La metilación del ADN, así como las modificaciones de las histonas y los ARN no codificantes, pueden ejercer efectos profundos en la expresión génica sin cambiar la secuencia del ADN. Estos mecanismos son fundamentales para orquestar el desarrollo del sistema nervioso y permitir la plasticidad neuronal relacionada con el aprendizaje. De esta manera, los cambios evolutivos en los mecanismos epigenéticos pueden esculpir un comportamiento aprendido en un instinto, al disminuir su dependencia de los estímulos externos, en favor de un programa de desarrollo neuronal regulado internamente (Robinson, Barron, 2017).

Pero entonces… ¿existen los instintos humanos?

Como hemos observado, el concepto de instinto es muy ambiguo. Los instintos se distinguen por ser patrones de conducta complejos y específicos, tener valor para la supervivencia en el entorno de adaptación evolutiva, ser específicos de una especie y transmitirse hereditariamente. No obstante, no son manifestaciones estereotipadas, inalterables e infalibles. En los seres humanos, los instintos no son conductas rígidas y automáticas, sino que pueden ser influenciados, alterados e incluso contenidos por factores ambientales, la personalidad y el aprendizaje. De esta manera, es posible decir que los instintos humanos existen, pero su definición y comprensión aún requieren de mayor investigación.

Referencias:

  • Caillas, A. (1906). El instinto y la inteligencia de las abejas. Revista de la Facultad de Agronomía, volumen (2), número (1). sedici.unlp.edu.ar
  • Cañas, M. (2019). Estudios sobre el instinto animal y humano. Revista Mexicana De Ciencias Políticas y Sociales, volumen (32), número (123).revistas.unam.mx
  • Da Silva, D. (2021). El instinto en la conducta humana según Max Scheler. Universitas Philosophica, volumen (38), número (77). redalyc.org
  • Domjan, M. (2010). Principios de aprendizaje y conducta. Wadsworth. aulavirtual.ibero.edu.co
  • Ramos, E. (2002). Los instintos. Portal de recursos para estudiantes: Robertextos, Archivos de psicología. robertexto.com
  • Robinson, G., Barron, A. (2017). Epigenetics and the evolution of instincts. Science, volumen (356), número (6333). epialliance.org.au

Créditos imágen de portada: Photo by Monstera Production from Pexels

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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