La empatía desde el conductismo: concepto y usos

De acuerdo al conductismo, la empatía es un conjunto de respuestas condicionadas y operantes que se generan en función de las expresiones de los demás.

A pesar de su uso frecuente en la vida cotidiana, el término empatía ha sido definido de manera vaga en la psicología y la atención clínica, planteando desafíos en su comprensión y aplicación. Un problema inherente a esta área radica en que muchas de estas conceptualizaciones derivan de las teorías terapéuticas a las que están vinculadas. De esta manera, escuelas como el humanismo, los enfoques psicodinámicos, el conductismo y las corrientes cognoscitivistas imprimen matices distintivos a sus interpretaciones particulares de empatía. Esto hace evidente que la búsqueda de una definición unívoca de esta dimensión se ve afectada por la lucha entre paradigmas teóricos (Olivera, 2010).

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En este sentido, la búsqueda de un concepto funcional de la empatía por parte de la perspectiva conductista, que se aleje de las definiciones coloquiales y la especulación, cobra una importancia crucial en el marco de la atención clínica; ya que proporciona un enfoque analítico que desglosa los elementos observables y medibles de esta capacidad, permitiendo una comprensión más profunda de sus mecanismos y posibilidades de intervención.

¿Cómo se define comúnmente la empatía?

El concepto más común de empatía la define como la capacidad de ‘ponernos en el lugar de otra persona’. No obstante, en contextos terapéuticos y académicos, esta definición suele adquirir matices más específicos, como ‘tomar el marco de referencia de otra persona’. En esencia, la empatía se entendería de manera coloquial, como la capacidad de entender las emociones experimentadas por alguien en un momento y situación determinados. En esta búsqueda por claridad, algunas y algunos autores la conceptualizan como una combinación de elementos afectivos-cognitivos y expresivos, abarcando tanto la comprensión de las sensaciones percibidas por otro, como la forma en que expresamos dicha comprensión (Froxán, 2020).

A pesar de su frecuente uso, la empatía emerge como un concepto de gran amplitud, complejidad y multidimensionalidad, carente de una definición consensuada en el campo de la psicología. La literatura está repleta de diversas definiciones y construcciones del término, lo que ha llevado a un prolongado debate.

A medida que el concepto se expandió a través de diversos campos de la psicología, surgieron dos posturas predominantes: aquella que considera la empatía como una respuesta afectiva, y la que la aborda desde un enfoque perceptual o cognitivo. Autores contemporáneos, en busca de una definición más amplia, han procurado reconciliar estas perspectivas y elaborar definiciones que reflejen sus múltiples dimensiones. Sin embargo, a la hora de operacionalizar estas definiciones para investigación empírica, las diferencias continúan siendo evidentes (Olivera, 2010).

En la búsqueda de claridad, han surgido términos como ‘empatía cognitiva’ y ‘empatía afectiva’ que buscan diferenciar los componentes perceptuales y emocionales del fenómeno (Mateu et al., 2010). No obstante, estas distinciones también dividen las líneas de investigación, brindando sólo explicaciones parciales de una dimensión indiscutiblemente compleja.

La empatía según el conductismo

Desde la perspectiva del conductismo, la empatía puede ser concebida como un conjunto de respuestas condicionadas que son ‘elicitadas’ por las expresiones verbales o paraverbales de otra persona. Este proceso implica que ciertas verbalizaciones, tonos de voz, gestos faciales o manifestaciones fisiológicas evidentes, como el llanto o el enrojecimiento, han sido previamente asociados en la historia de aprendizaje del observador u observadora con estímulos condicionados emocionales reconocidos, que a su vez han sido identificados con nombres de emociones. Con esta premisa, la empatía puede ser entendida y conceptualizada en términos de condicionamientos operantes y respondientes, lo que facilita la comprensión y el control de los factores que la conforman (Froxán, 2020).

Por ejemplo, aprendemos a asociar la palabra ‘tristeza’ con nuestro propio llanto cuando alguien utiliza esa palabra para describir nuestras respuestas emocionales. A partir de ese punto, cuando oímos a alguien autodefinirse como ‘triste’, se desencadenará una respuesta condicionada de tristeza, aunque probablemente de baja intensidad. Es importante mencionar que esta asociación no es necesaria cuando las respuestas emocionales son evidentes, como en el caso del vómito o la sudoración.

Cuando el observador u observadora etiqueta correctamente las respuestas emocionales de las y los demás, se le considera ‘empático’ o ‘empática’. Esta perspectiva conductual permite simplificar la complejidad del fenómeno de la empatía, y resalta que la consideración de ser empático no es un fenómeno aislado; sino el resultado de una interacción donde una persona es considerada empática cuando manifiesta respuestas congruentes con las observadas en los demás. En este enfoque, la empatía se convierte en un proceso compuesto por respuestas que pueden ser modificadas por el observador en caso de ser necesario; lo que otorga un mayor grado de control y comprensión sobre esta habilidad esencial en las interacciones humanas (González, Colombo, 2022).

Conducta empática

El conductismo considera la empatía como un tipo de respuesta que puede ser observada, analizada, y en algunos casos, modificada. Es en este punto donde es posible hablar de ‘conducta empática’.

La conducta empática se presenta en virtud de las contingencias conductuales de otros individuos. La identificación de dichos factores proporciona información ambiental sobre lo que está afectando la condición conductual actual de alguien. De esta manera, se pueden identificar contingencias positivas ode sufrimiento en las personas con las que se interactúa (Melton et al., 2023).

Las contingencias positivas se definen como aquellas que probablemente conduzcan al refuerzo positivo para la o el individuo, mientras que las contingencias de sufrimiento se definen como contingencias de refuerzo negativo o contingencias de refuerzo positivo y negativo que involucran estímulos aversivos.  

De esta forma, una vez que comprendemos el contexto de la conducta de otra persona, es más probable que respondamos de una manera particular que resulte en posibles contingencias de refuerzo. Por lo tanto, un análisis de los productos conductuales asociados con la empatía debe servir como un reforzador para el individuo que se involucra en esos comportamientos; a fin de que las conductas empáticas se mantengan en el repertorio. Además, puede haber una forma de reforzamiento automático presente, en la cual la persona haya sido condicionada por interacciones previas para encontrar comportamientos empáticos como reforzantes (Melton et al., 2023).

De esta manera, la acción de la empatía es la expresión de la comprensión de las contingencias de otra persona que resulta en refuerzo. Esto puede parecerse a declarar verbalmente el estado emocional que observamos en alguien, y proporcionar una confirmación de comprensión. Por ejemplo, decir: ‘parece que estas triste… yo también lo estaría si hubiera perdido mi empleo’.

Conducta empática y comunidad

La comunidad es un componente importante de las contingencias de refuerzo en juego para la empatía y la compasión debido a su naturaleza de comportamiento verbal. En esencia, nuestro comportamiento es reforzado por lo que la comunidad hará con la información o productos conductuales que estamos mostrando. Esto es fundamental en un intercambio empático o compasivo, ya que no solo determina la probabilidad futura de que estos comportamientos ocurran nuevamente, sino que también afecta cómo continuará y se desarrollará el intercambio actual entre las dos partes. Nuestro comportamiento empático y compasivo se moldea con el tiempo mediante alguna forma de reforzamiento generalizado y las acciones que la comunidad toma en relación con nuestro comportamiento verbal (Melton et al., 2023).

Imaginemos, por ejemplo, a un niño que consuela a su hermana pequeña después de que ha tirado su helado al suelo, utilizando palabras y gestos similares a los que han empleado sus familiares con él. Cuando sus padres observan esta escena, lo abrazan y le dicen que es un muy buen hermano. Debido a este reconocimiento, es más probable que el niño incurra en conductas empáticas de este tipo.

De igual manera, la comunidad también puede establecer contingencias de refuerzo negativo que resulten en respuestas empáticas. Escapar de la desaprobación de la comunidad puede tener un fuerte impacto en la persona.

Función de la empatía en la terapia según el conductismo

Dentro de la terapia conductual, la empatía es identificada como un conjunto de respuestas pavlovianas y operantes que la o el terapeuta despliega en respuesta a las expresiones emocionales y verbales de clientes o pacientes. Estas respuestas empáticas pueden consistir en expresiones de comprensión, verbalizaciones que reflejen el estado emocional de la persona y respuestas operantes que buscan reforzar o modificar sus respuestas emocionales (Froxán, 2020).

En el contexto terapéutico, la empatía puede cumplir diversas funciones, cada una dirigida hacia objetivos específicos. Una de estas funciones es establecer un condicionamiento apetitivo, donde el o la terapeuta expresa su entendimiento y comprensión hacia su cliente. Esto puede generar un ambiente positivo en el que la o el paciente se sienta cómodo expresando sus emociones y esté más dispuesto a seguir las instrucciones terapéuticas.

Así mismo, otra función es la operación de establecimiento, en la que el terapeuta ayuda al cliente a ‘contactar’ y verbalizar sus propias emociones. Si el cliente tiene dificultades para identificar y expresar sus emociones, el terapeuta puede moldear estas respuestas para facilitar la discriminación y el entendimiento de los estados emocionales (González, Colombo, 2022).

Cabe señalar que el uso de la empatía no es apropiado en todos los momentos de la terapia. En ciertos casos, expresar empatía podría reforzar patrones problemáticos de comportamiento del cliente. Por lo tanto, el terapeuta debe ser consciente de cuándo es apropiado expresar empatía y cuándo es necesario abordar la función de las respuestas emocionales del cliente (González, Colombo, 2022).

Críticas al concepto de empatía desarrollado por el conductismo

A pesar de su enfoque y operacionalización detallados, el concepto de empatía desarrollado por el conductismo también ha sido objeto de críticas y cuestionamientos.

En el modelo conductual, la empatía a menudo se aborda como un conjunto de respuestas condicionadas y operantes que se generan en función de las expresiones de los demás. Esto plantea la cuestión de si estas respuestas empáticas son ‘genuinas’ o simplemente resultan de un aprendizaje y condicionamiento. Algunos críticos argumentan que la empatía es un fenómeno complejo que va más allá de una simple serie de respuestas aprendidas. Ante este argumento, el conductismo pecaría de simplista, al hacer conclusiones sobre la naturaleza de esta entidad a partir de sus manifestaciones evidentes.  

Por otro lado, la terapia conductual a menudo aborda la empatía con el propósito de modificar el comportamiento de las o los pacientes. Si bien esto puede ser beneficioso en algunos casos, algunos críticos argumentan que este enfoque podría reducir la empatía a una herramienta para influir en el comportamiento, en lugar de un proceso genuino de conexión emocional y comprensión.

En última instancia, las críticas al concepto de empatía desarrollado por el conductismo destacan la importancia de considerar tanto los aspectos conductuales como las dimensiones emocionales y subjetivas de este fenómeno complejo. No obstante, a pesar de las limitaciones señaladas, es innegable que el enfoque conductual sigue ofreciendo un marco útil para analizar y comprender ciertos aspectos de la empatía, especialmente en contextos terapéuticos.

Referencias:

  • Froxán, M. (2020). Análisis funcional de la conducta. Editorial Pirámide. Madrid, España. docer.com.ar
  • González, R., Colombo, M. (2022). Análisis de la conducta: Teoría y aplicaciones clínicas. Sara Ediciones. scribd.com
  • Mateu, C., Campillo, C., González, R., Gómez, O. (2010). La empatía psicoterapéutica y su evaluación: una revisión. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, volumen (15), número (1), pp. 1-18. e-spacio.uned.es
  • Melton, B., O’Connell, E., Lord, J., Weiss, M. (2023). Empathy and Compassion as the Radical Behaviorist Views it: A Conceptual Analysis. Behavior Analysis in Practice. researchgate.net
  • Olivera, J. (2010). Acerca del concepto de empatía: su rol y evaluación en psicoterapia. Las tesinas de Belgrano, número (449). repositorio.ub.edu.ar

Créditos de imagen de portada: Photo by Timur Weber from Pexels

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.