La Terapia de Interacción Padres-Hijos, o PCIT, por sus siglas en inglés, surge en la clínica actual como una herramienta crucial en el tratamiento de los problemas de conducta en la infancia, ofreciendo un enfoque breve y eficaz respaldado por sólidas evidencias empíricas. Este modelo es reconocido como un tratamiento bien establecido por las normas de la Asociación Americana de Psicología (APA), por lo que cada vez más profesionales lo consideran una alternativa útil y efectiva en el abordaje de las conductas problemáticas en las y los más jóvenes (Ferro, Ascanio, 2014).
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La terapia de interacción padres-hijos, fue desarrollada dentro de la perspectiva conductual, fusionando de manera particular la resolución de problemas y las habilidades de comunicación en su intervención. De esta manera, busca situarse como un enfoque validado empíricamente para la reducción efectiva de conductas disruptivas y desobedientes en niñas y niños.
A continuación, se explorarán los principios fundamentales de este modelo, sus aplicaciones clínicas, sus limitaciones y las ventajas distintivas que lo convierten en una opción terapéutica destacada para enfrentar los desafíos conductuales en la infancia.
¿Qué es la terapia de interacción padres-hijos?
La terapia de interacción padres-hijos es una modalidad terapéutica breve diseñada por la psicóloga Sheila Eyberg, para abordar los problemas de conducta en la infancia. En esencia, la PCIT busca fomentar una relación parental saludable y asertiva, caracterizada por un estilo de comunicación claro y la imposición de límites educativos apropiados (Ferro, Ascanio, 2017).
Uno de los principios fundamentales de la terapia de interacción radica en que se adapta a la etapa de desarrollo de las niñas y niños, reconociendo que muchos problemas de interacción padre-hijo surgen de expectativas inapropiadas de autonomía y desarrollo por parte de las y los progenitores. La intervención se centra en convertir a los padres y madres en agentes de cambio, enseñándoles, de manera práctica y en tiempo real, a través del juego, a desempeñar un rol parental positivo y a aplicar habilidades de modificación de conducta (Ferro, Ascanio, 2014).
La distinción clave de la PCIT respecto a otros programas de entrenamiento radica en su enfoque en vivo a través del juego, donde el ‘coaching directo’ se erige como la técnica central de la terapia. Reconocer las sutiles cualidades de las interacciones padre-hijo, ya sean disfuncionales o adaptativas, y traducir esas observaciones en estrategias de coaching clínicamente sensibles y efectivas constituye una de las estrategias más significativas de este modelo (Hembree-Kigin, Bodiford, 1995).
La terapia de interacción padre-hijo se centra en patrones de interacción más que en conductas específicas. Es una intervención impulsada por la evaluación, lo que significa que, aunque la estructura y los componentes centrales están protocolizados, el tratamiento se adapta para satisfacer las necesidades específicas de cada padre e hijo (Ferro, Ascanio, 2017).
Principios de la terapia de interacción padres-hijos
Algunos de los principios más importantes de los que parte la terapia de interacción padres-hijos, son los siguientes:
- Postula que los problemas en las y los niños se arraigan en sus interacciones tempranas con los padres. Asimismo, sostiene que, de la misma manera en que se establece esta influencia negativa, la relación parental también se presenta como la vía más poderosa para influir positivamente en el desarrollo infantil.
- Reconoce el juego como la actividad más natural para la interacción con niñas y niños pequeños.
- Propone que, en la infancia temprana, los padres tienen un impacto dramático en sus hijos; y que, en etapas posteriores de la infancia y la adolescencia, la influencia parental se ve eclipsada por otros factores.
- Contrarrestando la creencia común de que la mayoría de los problemas en la infancia preescolar se superarán con el tiempo, la terapia de interacción padres-hijos propone que estos pueden persistir, colocando a estos niños y niñas en riesgo de enfrentar dificultades de adaptación en la escuela primaria y más allá.
- Reconoce que muchos problemas en la interacción padre-hijo están vinculados a metas de autonomía y expectativas de desarrollo inapropiadas por parte de los padres, enfatizando la necesidad de alinear las expectativas parentales con el nivel de desarrollo del niño o la niña.
- Parte del supuesto de que las conductas problemáticas en la mayoría de los niños y niñas con problemas de comportamiento disruptivo tienen dos funciones principales: buscar atención o estimulación, o escapar de demandas percibidas.
(Hembree-Kigin, Bodiford, 1995; Ferro, Ascanio, 2014 y 2018).
¿Cómo trabaja la PCIT?
La PCIT se distingue por su enfoque directo y en vivo, que implica el entrenamiento conjunto de padres e hijos. Esta intervención se adapta de manera única a cada caso, corrigiendo errores parentales y ajustándose a las particularidades de cada familia. Así, esta terapia se fundamenta en la premisa de que algunos problemas conductuales tienen su origen en demandas parentales no adaptadas al desarrollo infantil, destacando la importancia de intervenir de manera temprana para obtener un pronóstico favorable (Ferro, Ascanio, 2014).
En el aspecto técnico, la terapia de interacción padres-hijos pretende adaptarse a cada problema, trabajando en tiempo real con padres, madres, hijos e hijas. Este enfoque implica el uso de equipamiento técnico, como espejos unidireccionales, tabletas, teléfonos móviles, radios, auriculares, cámaras de video, entre otros, para observar las interacciones familiares y proporcionar retroalimentación inmediata. Dicho equipamiento, aunque variado, tiene como objetivo común facilitar la observación, elogio, moldeamiento y corrección en tiempo real (Ferro, Ascanio, 2017).
El proceso terapéutico se centra en enseñar a los padres a analizar funcionalmente el comportamiento de las y los niños y aplicar consecuencias basadas en este análisis. Las sesiones de juego, limpieza y otras circunstancias proporcionan situaciones diversas para practicar habilidades. El análisis funcional guía la intervención, asegurando que las estrategias sean pertinentes para cada familia (Ferro, Ascanio, 2017).
El modelo terapéutico de este enfoque persigue dos objetivos principales: incrementar las conductas pro-sociales a través de la atención parental, y disminuir las conductas indeseables mediante la ignorancia selectiva. Sus fases clínicas, la interacción dirigida por el niño y la interacción dirigida por los padres, abordan específicamente estas funciones.
Interacción dirigida por el niño
La etapa de interacción dirigida por el niño o CDI, se enfoca en enseñar a los padres el uso de la atención selectiva, con el propósito de establecer una relación amorosa y cariñosa entre padres e hijos. Esta fase busca fortalecer el vínculo parental, identificar y fomentar las cualidades positivas del niño o la niña, y estimular su desarrollo a través de la aplicación de habilidades específicas (Ferro, Ascanio, 2014).
Durante esta fase, se recomienda a los padres evitar dar órdenes, hacer preguntas o criticar, enfocándose en la aplicación positiva de las habilidades instruidas. A medida que los padres aprenden a reconocer y estimular las cualidades positivas de sus hijos e hijas, se espera una ‘deescalación’ de la coerción en la relación padre-hijo (Hembree-Kigin, Bodiford, 1995).
De acuerdo a la PCIT, a medida que los padres aprenden a apreciar más a sus hijos, tienden a colocar menos demandas sobre ellos, centrándose en las cualidades positivas y generando un ambiente donde los niños y niñas se sienten más inclinados a ayudar y complacer a sus padres. En algunos casos, la fase de juego conductual puede ser suficiente para tratar efectivamente a niños con ansiedad, depresión o comportamiento oposicionista leve, eliminando la necesidad de la etapa disciplinaria (Hembree-Kigin, Bodiford, 1995).
La CDI no solo se basa en principios conductuales, sino que también está intrínsecamente relacionada con la teoría del apego y la teoría del aprendizaje social. La teoría del apego sostiene que una relación estable y segura es esencial para el desarrollo social, comportamental y emocional de los niños. Por otro lado, la teoría del aprendizaje social proporciona las herramientas para mejorar el vínculo entre padres e hijos, destacando la importancia de la interacción positiva en esta fase inicial de la terapia (Niec, 2018).
Interacción dirigida por los padres
La interacción dirigida por los padres, o PDI, se centra específicamente en estrategias disciplinarias. Durante esta fase, los padres son instruidos sobre cómo abordar a sus hijos e hijas y aplicar consecuencias coherentes a sus comportamientos. El objetivo principal es enseñar a los cuidadores, habilidades de disciplina que establezcan límites claros y apliquen consecuencias consistentes y sistemáticas a los comportamientos problemáticos (Ferro, Ascanio, 2014).
De acuerdo a la terapia de interacción, la disciplina efectiva se lleva a cabo en el contexto de una relación padre-hijo gratificante. Por lo tanto, la PDI tradicionalmente se introduce después de que las familias han dominado con éxito la fase de juego conductual. En casos de niños extremadamente agresivos o con dificultades para beneficiarse de la fase de juego conductual sin trabajo previo en el control del comportamiento, se invierte el orden de las etapas, comenzando con la disciplina (Hembree-Kigin, Bodiford, 1995).
La fase PDI se relaciona con la teoría del aprendizaje social y la teoría de la coerción de Patterson. Esta última postula que las conductas disruptivas en los niños o niñas se desarrollan y mantienen a través de refuerzos parentales, como la atención o la evasión de demandas (Ferro, Ascanio, 2017).
Durante la CDI, los padres adquieren habilidades positivas que fortalecen la relación y aumentan las competencias psicosociales de sus hijas e hijos, disminuyendo comportamientos problemáticos. Sin embargo, para pequeños con problemas de conducta, la fase de juego conductual puede ser insuficiente para devolver el comportamiento a límites normales. Por lo tanto, la PDI busca enseñar a los padres a establecer límites coherentes, predecibles y apropiados para el desarrollo de sus hijos. Estos límites, junto con consecuencias seguras y efectivas, fomentan un desarrollo infantil saludable (Niec, 2018).
Aplicaciones de la PCIT
La terapia de interacción padres-hijos ha demostrado ser una herramienta valiosa para abordar una amplia gama de problemas conductuales y trastornos clínicos en niños y adolescentes. A continuación, se presenta una lista detallada de los problemas y trastornos en los que la PCIT ha demostrado ser útil:
- Desobediencia
- Agresiones verbales
- Crueldad con los animales
- Agresiones físicas
- Mentiras
- Problemas de conducta en clase
- Tendencias incendiarias
- Hiperactividad
- Conductas destructivas
- Problemas en familias con hijos de relaciones anteriores
- Robos
- Conductas autolesivas
- Quejas y llantos
- Secuelas de abuso
- Baja autoestima
- Mal humor
- Perfeccionismo negativo
- Retraso en el desarrollo
- Aceptación de separaciones
- Ansiedad por separación
- Trastorno negativista desafiante (TND)
- Déficit de atención e hiperactividad (TDAH)
- Retraso mental
- Trastornos del espectro autista
- Depresión infantil
- Problemas de audición
- Niños maltratados y prevención de maltrato
- Problemas del lenguaje
- Familias expuestas a la violencia
- Problemas originados por la limitación sensorial
- Madres con depresión
- Historia de comportamiento antisocial
- Ajuste post-divorcio
(Hembree-Kigin, Bodiford, 1995; Ferro, Ascanio, 2014).
La PCIT no solo aborda comportamientos específicos, sino que también se adapta a diversos contextos familiares y trastornos coexistentes. Desde problemas de conducta comunes hasta trastornos más complejos, la PCIT se ha aplicado con éxito en una variedad de situaciones, ofreciendo una intervención valiosa para mejorar las dinámicas familiares y promover el desarrollo saludable de los niños y niñas (Ferro, Ascanio, 2014).
Ventajas y limitaciones de la terapia de interacción padres-hijos
La efectividad de la terapia de interacción padres-hijos se ve influenciada por varios factores. Su implementación en niños o niñas, idealmente, entre 2 y 7 años, con un buen lenguaje comprensivo, se asocia a un aumento en la efectividad. Sin embargo, la presencia de trastornos del desarrollo grave en el o la menor actúa como un factor que afecta negativamente los resultados. En cuanto a los padres, la motivación fuerte y un coeficiente intelectual promedio o alto aumentan la probabilidad de éxito, mientras que el abuso de sustancias, psicopatologías severas o retraso mental puede disminuir la efectividad de la intervención. Así mismo, se desaconseja la aplicación de PCIT en casos de alta resistencia al tratamiento por parte de los padres. Además, factores familiares como el caos y desacuerdos graves también pueden afectar negativamente la efectividad de la terapia (Ferro, Ascanio, 2014).
Por otro lado, la PCIT ha demostrado su versatilidad al ser aplicada en diversos contextos, ya sea en el hogar o en la escuela, y en diferentes formatos, incluyendo sesiones breves y grupales. De igual forma, se ha adaptado con éxito para abordar una gran variedad de problemas clínicos y ha sido implementada en diversas poblaciones. Por su parte, la aplicación grupal presenta ventajas notables, como el ahorro de tiempo, la posibilidad de observar interacciones entre padres, y la cohesión del grupo, la cual contribuye a una menor tasa de abandonos en la terapia (Ferro, Ascanio, 2014).
De manera especial, la PCIT se destaca por su enfoque único, basado en el entrenamiento en vivo y el feedback inmediato a los padres, así como su adaptabilidad y aplicabilidad grupal. Cualidades que posicionan este modelo como una intervención altamente promisoria en el tratamiento de problemas conductuales en la infancia.
Referencias
- Ferro, R., Ascanio, L. (2014). Terapia de Interacción Padres-Hijos (PCIT). Papeles del Psicólogo, volumen (35), número (3). papelesdelpsicologo.es
- Ferro, R., Ascanio, L. (2017). Terapia de Interacción Padres-Hijos: Un tratamiento infantil basado en la evidencia. Editorial Síntesis.
- Hembree-Kigin, T., Bodiford, C. (1995). Parent-Child Interaction Therapy. CCP Library.
- Niec, L. (2018). Handbook of Parent-Child Interaction Therapy. Springer.
Créditos imagen de portada: Foto de Ketut Subiyanto