Pepe Godoy, activista por los derechos de la infancia y superviviente de abuso sexual infantil, destapó en 2018 el fenómeno de los abusos sexuales en el ámbito deportivo en Vizcaya. Ya de adulto, con 46 años, Pepe denunció públicamente los abusos que sufrió por parte del que fuera su entrenador de fútbol cuando era un niño. Este gesto absolutamente inédito, materializado en un vídeo de denuncia que el vizcaíno subió a YouTube, sirvió para dar voz a otras víctimas ASI que se sintieron representadas, en un sector específico donde existe, aun si cabe, mayor hermetismo en torno a esta lacra; el deporte masculino.
Asimismo, Pepe Godoy participó en el documental Hiru buruko munstroa, producido por el medio local Geuria, donde varias víctimas denuncian públicamente los abusos sexuales. Tras el escándalo, el ‘Baskonia Fútbol Eskola’ cambió de nombre por ‘Baskauri’ y Juan Ignacio Bejarano -Ñaño-, entrenador del club por aquel entonces, acabó en prisión por abusar sexualmente de otro menor.
El pasado mes de diciembre, Pepe Godoy publicó un cuento infantil gratuito y de libre acceso, titulado ‘El pececito YodÖg‘, con el objetivo de sensibilizar sobre esta grave problemática, ayudando a escolares, padres y madres, e incluso al propio profesorado, a prevenir y detectar precozmente el abuso sexual infantil.
‘El pececito YodÖg‘, disponible en 6 idiomas: euskera, castellano, catalán, inglés, francés e italiano; surge tras la propia experiencia de Pepe Godoy, al detectar que, aunque en los centros educativos se realizan comúnmente acciones de sensibilización sobre bullying o violencia machista, apenas se está hablando de la lacra del abuso sexual infantil; que según diversas fuentes europeas sufren en torno al 20% de niños y niñas; esto es 1 de 5 niños y niñas en toda Europa.
Pepe Godoy ¿Qué objetivo te gustaría alcanzar con ‘El pececito YodÖg‘?
El cuento nace de la necesidad de llegar adonde no se está llegando, que es a los más pequeños. Si YodÖg hubiera aparecido en mi vida cuando yo tenía 8 años, creo que habría pedido ayuda. Seguramente habría hablado con mi profesora Mari José, que era majísima y súper cercana. Me hubiese venido genial contar con un ‘Señor Pulpo’ en aquel momento, como el personaje del cuento. Me habría ahorrado muchísimo sufrimiento.
Por una parte, el primer objetivo del cuento es que los y las menores puedan detectar indicios de abuso sexual; esto es, que las niñas y niños sepan que hay partes íntimas en su cuerpo, que son solo suyas y que nadie las puede tocar. Normalmente, esta información les llega tarde y mal, pues la sexualidad sigue siendo un tema tabú y no es habitual que las familias hablen abiertamente de sexualidad, por lo que indirectamente tampoco están previniendo el abuso sexual. Por otra parte, el cuento ilustra sentimientos que son muy comunes entre las víctimas, como son la culpa, la vergüenza o la ambivalencia, que dificultan la revelación de los abusos. Del mismo modo, la historia de YodÖg motiva a las víctimas a pedir ayuda a alguna persona adulta de confianza, no solo ante un abuso, si no ante una tentativa, pues el objetivo esencial de esta iniciativa es la prevención primaria del abuso sexual infantil; esto es, que nunca llegue a suceder.
Aunque se trate de un cuento infantil, tiene un segundo objetivo que concierne a los padres y madres, y es que estos dispongan de herramientas de detección, que sean sensibles ante los cambios que presenta el pececito YodÖg -pesadillas, miedo a la oscuridad, cambios de humor y de comportamiento- y que asuman la importancia de hablar abiertamente sobre sexualidad en casa. Una detección precoz de los abusos sexuales y una atención psicológica temprana puede ahorrar a las víctimas muchísimo sufrimiento, no solo en la infancia, sino durante el resto de su vida.
A nivel personal, ¿Cómo viviste el proceso creativo de elaboración del cuento?
El cuento surge de una idea que rondaba en mi cabeza, que fue poco a poco cogiendo forma. Quería plasmar algo bueno, que no hiciera daño, que no revictimizase a las niñas y niños, ni proyectase una imagen negativa de la sexualidad; y, al mismo tiempo, que no hiriera sensibilidades entre los padres. En síntesis, que no hiciera daño a los padres al leerlo, ni a los menores al escucharlo, pero que ayudase a prevenir el ASI.
En algunas de mis intervenciones detecté que necesitaba un recurso más metafórico. De memoria, sin tener nada escrito, compartí con algunas personas esta historia y estas me animaron a plasmarlo por escrito, y eso hice. Una vez escrito, comencé a compartirlo con diversas personas que he conocido en estos últimos años, psicólogos, educadores, sociólogos y otras personas que trabajan en la protección de infancia, y la historia se fue nutriendo de diferentes aportaciones, haciendo de ‘El pececito YodÖg‘ un cuento mejor.
Tras hablar del proyecto con Jon Villapun, del medio local Geuria, el periodista me animó a acompañar el cuento de dibujos y ahí fue cuando conocí al ilustrador Jon Spinario; quien no dudó en asumir toda la parte gráfica de forma altruista y a quien estoy tremendamente agradecido. Estuvimos valorando la posibilidad de lanzarlo a través de una editorial, pero consideré que para que cumpliese su función debía ser gratuito y de libre acceso a través de Internet, para así llegar al mayor número de personas. Tradujimos el cuento a 3 idiomas más, hasta llegar a 6 en este momento; gracias a la colaboración de personas que han colaborado igualmente de forma altruista.
El 18 de diciembre de 2023 lo publicamos y hasta la fecha, contamos con 15.000 descargas. Me han contactado desde centros educativos, bibliotecas, me han escrito profesionales que trabajan en la protección de la infancia para saber cómo adquirirlo.
No obstante, aunque las instituciones y la esfera política local deberían ser sensibles con la problemática, apoyar, y por supuesto promover iniciativas de sensibilización y de prevención del abuso sexual infantil; desde que publiqué el cuento, hasta el día de hoy, no he recibido ninguna clase de respuesta desde el ámbito institucional y político municipal. Esta es la parte más cruda y triste. El silencio absoluto de la administración y de los partidos políticos locales. Se sigue mirando hacia otro lado.
Pepe Godoy, volviendo a 2018 ¿Qué te impulsó a denunciar públicamente en YouTube haber sufrido abusos sexuales en la infancia por parte de tu antiguo entrenador de fútbol?
Aunque no tuve el apoyo, ni los recursos para denunciar la situación cuando era un niño; 36 años después me encontré a mi agresor por la calle con un menor cogido de la mano, de camino al cine y ahí tomé la decisión de denunciarle. Me costó mucho grabar ese vídeo porque me removía demasiado por dentro. Pero, al final, aunque yo ni tan siquiera mencioné su nombre, ni hablé de equipos, de pueblos o de personas, todo el mundo terminó señalando a mi agresor. De algún modo, todo el mundo sabía que era él; era un secreto a voces.
Pepe Godoy, los procedimientos judiciales en los casos de abuso sexual infantil son conocidos por ser profundamente revictimizantes para las personas supervivientes ¿Cómo viviste ese proceso?
Yo le había revelado a mi mujer en 2016 que fui víctima de abusos. Desde ese momento hasta 2018 recibí ayuda psicológica y me hice más fuerte. Primeramente, lo denunció mi mujer y más tarde yo; y aunque la denuncia se archivó porque el delito ya había prescrito -por el tiempo transcurrido entre la denuncia y los hechos-; tener la oportunidad de enfrentarme a mi agresor, o, mejor dicho, de defenderme, fue uno de los momentos más felices de mi vida. Me liberé de una enorme carga.
El proceso judicial, y también el social -pues toda denuncia conlleva un juicio público-, me resultó doloroso y muy injusto. En estos casos, pareciera que el dedo acusador recayera sobre las víctimas. No solo tuve que enfrentarme a la Fiscal que archivó mi causa, sino que tuve que plantarles cara a los dueños de la escuela de fútbol, que, por cierto, no hicieron absolutamente nada cuando les relaté los hechos, ni tan siquiera tomaron medidas para alejar al agresor de los niños. Me pareció tremendamente grave e indignante que los responsables del club ya tuvieran indicios previos de estos hechos y no hicieran nada para condenar los abusos, ni para evitar los abusos que se estaban cometiendo en aquel preciso momento.
Finalmente, mi agresor acabó en prisión por abusar de otro menor. Aunque mi caso estaba prescrito, siento que las personas que denunciamos contribuimos de algún modo a destapar esos abusos. Fuimos 6 personas en total quienes denunciamos. Si no vamos a declarar a los juzgados, y si no se hubieran tenido en cuenta nuestros testimonios, quizá el agresor seguiría todavía entrenando a niños y abusando sexualmente de ellos.
Por otro lado, yo no necesitaba que se constatara judicialmente que mi entrenador era un pederasta; pero reconozco que la condena me hizo sentir profundamente tranquilo, ya no solo porque abusara de mí, sino porque sabía que, mientras estuviese en prisión, no iba a abusar más de ningún otro niño. Es muy difícil explicar la tranquilidad y la liberación que sentí en ese momento. En mi caso, el daño ya estaba hecho, pero para mí fue una forma de justicia social, pues ese hombre había dejado y seguía dejando un reguero de víctimas.
En general, ¿por qué crees que es tan difícil para los niños y niñas revelar ser o haber sido víctima de abusos sexuales en la infancia?
Pienso que para las víctimas es muy difícil hablar y a eso se le suma que el entorno tampoco tiene herramientas para escuchar. Normalmente, los agresores no solo se ganan la confianza del menor, sino también la de su entorno, aumentando así su percepción de impunidad. Al niño o niña le hacen sentirse partícipe del delito, manipulándoles y generándoles sentimientos de vergüenza y culpa. Por otro lado, los agresores juegan con la ambivalencia. Por una parte, te están ofreciendo cosas que el menor percibe como buenas -atención, regalos, cariño-, pero por otra está el abuso sexual. Y precisamente de esa ambivalencia surge la culpa, pues existe cierto vínculo emocional con el agresor y cuesta pensar que le van a castigar o meter en la cárcel. Hay muchos factores, una mezcla de variables que intervienen y resulta muy difícil de explicar. En mi caso, no era una persona de la familia, aunque había máxima confianza en él; pero esto se ve claramente en al abuso sexual infantil intrafamiliar. ¿Cómo se siente el niño o la niña abusada cuando le dicen que su padre va a ir a la cárcel?
Entre otras fuentes contrastadas, según la revisión crítica de Ullman, ‘Reacciones sociales a las revelaciones de abuso sexual infantil’, entre el 28% y el 60% de las víctimas jamás llegan a expresar a nadie que fueron víctimas de abusos sexuales. ¿Qué crees que habría pasado si no te encuentras aquel día a tu antiguo entregador con un niño pequeño en la calle?
Hubiese vivido el resto de mi vida en silencio, con un nudo en el estómago, sufriendo, con pesadillas, con miedo, con hipervigilancia, durmiendo con la luz encendida por las noches. No sé si por suerte para mí y también para todos, me encontré aquel día a mi agresor por la calle con aquel niño. Aquello disparó todas las alarmas y sentí que tenía que denunciarlo.
Pepe Godoy, ¿Y por qué pareciera que fuera aún más complicado denunciarlo en el ámbito del deporte; ya sea en la infancia o en la adultez?
En el entorno deportivo esto se sabe, pero nadie hace nada. Estos entrenadores suelen llevar décadas en la institución deportiva, están muy bien rodeados. El entorno mantiene una conducta de encubrimiento por medio del silencio pues la revelación de este tipo de hechos pone en peligro al propio club. Cuando alguna víctima habla, todos niegan y tratan de neutralizarla, pues es una amenaza para los intereses de la entidad.
Si una víctima denuncia, pasan automáticamente al ataque, esa es su estrategia. Así, se desincentiva el resto de denuncias, ya que las víctimas y sus familias asumen lo que podría pasarles si se revelan los abusos que están sufriendo. No podemos olvidar el poder que tienen estos clubes. Durante todas las décadas en las que el agresor está dentro de la institución se disparan alarmas, pero se expulsa a las voces disonantes.
Además, estos clubes cuentan con los mejores despachos jurídicos. En el caso de que se llegue a juicio, es muy triste comprobar cómo un abogado que no está especializado se tiene que enfrentar al despacho que defiende al agresor, que cuenta con todo un arsenal de recursos a su disposición, en una clarísima situación de desventaja.
Pepe Godoy, en tus charlas y acciones de activismo social para la visibilización y la sensibilización sobre el abuso sexual infantil, ¿se te ha acercado alguna vez alguna víctima a confesarte que sufrió ASI? De ser así, ¿Cuál fue tu respuesta?
Sí, en algunas charlas se han acercado supervivientes que me piden ayuda. Fuera de las charlas también hay personas que me han pedido ayuda, que me han propuesto tomar un café, poder hablar. Yo siempre me ofrezco, no soy profesional, solo realizo acciones de activísimo social porque soy superviviente de abuso sexual infantil y porque he vivido el proceso desde dentro. El fenómeno del abuso sexual infantil se sigue negando: «son casos aislados», «eso pasaba antes, ya no»; y me siento con la obligación de intentar ayudar a estas personas. He conocido a profesionales especializados que trabajan en la defensa de los derechos de la infancia. Ahora sí cuento en mi entorno con una red de contactos profesionales de confianza y suelo siempre derivar los casos, tanto en el ámbito policial, psicológico, recursos públicos, asesoramiento jurídico, etc.
Posiblemente, una de las partes más crudas del fenómeno del abuso sexual infantil sea percepción de falta de justicia y reparación por parte de las y los supervivientes, con un sistema judicial manifiestamente ineficaz. Pepe Godoy ¿Crees que ha habido algún avance en los últimos años?
Hemos tenido algunos cambios en España, a nivel legislativo. La Ley de Protección a la Infancia de 2021 amplió los plazos de prescripción, ha habido cambios en las penas, se está imponiendo prueba preconstituida. Aunque sigo pensando que con 14 años se sigue siendo un niño o una niña y habría que ampliar la cobertura.
Por otro lado, los procesos siguen siendo larguísimos. Piensa en los abusos sexuales intrafamiliares, donde, además, transcurre un proceso de divorcio; automáticamente se paraliza el procedimiento judicial alegando el falso síndrome de alienación parental, que carece de evidencia científica, y que sostiene que la mujer manipula a los hijos para que se hagan pasar por víctimas de abuso sexual infantil por parte de su padre. El proceso se puede enmarañar, en función de si se ha revelado en el colegio y es el colegio quien denuncia, si denuncia la madre, etc.
A nivel judicial y policial sigue faltando mucha formación, mucha empatía e incluyo también en las escuelas, pues diferentes errores en la detección o en la toma de acciones, cuando los indicios o el propio abuso es revelado, pueden postergar de manera inasumible el procedimiento judicial. De los pocos casos que se denuncian, el porcentaje que llega a juicio es mínimo, y las sentencias condenatorias son vergonzosamente pocas. A nivel judicial, pareciera que estuvieran más centrados en defectos de forma y en la burocracia jurídica, que pensando en las víctimas.
¿Qué políticas o medidas crees que se deben implementar y que aún no están contempladas en el ámbito judicial para el tratamiento de los casos de abuso sexual infantil?
Desde mi punto de vista, a nivel de fiscalías, servicios sociales, psicólogos forenses, peritos, etc., tengo la sensación de que los profesionales tienen miedo a confundirse, y de ahí los casos sobreseídos. Si las políticas que se lanzan y la metodología actual de detección no funciona, tienen que diseñar otras. Políticas eficaces que ofrezcan los recursos necesarios y procedimientos validados científicamente para la detección y el tratamiento; pero la solución no puede ser el sobreseimiento masivo de casos porque los profesionales no cuenten con la formación o las herramientas necesarias para evaluar el caso y emitir un diagnóstico.
En cuanto a la reparación, es imprescindible contar con ayuda psicológica y asistencia jurídica especializada gratuita. Se necesitan intervenciones grupales y grupos de ayuda para víctimas, tanto para menores, como para las personas adultas, con sus casos prescritos, donde no ha habido justicia ni reparación. En resumen, pienso que falta mucho para lograr la verdadera justicia y la reparación de las víctimas.
Pepe Godoy, soy consciente de que se trata de una cuestión controvertida; pero sería una gran oportunidad poder contar con tu posicionamiento, ¿Qué opinión te merece el trabajo de prevención de la pedofilia y la pederastia, interviniendo directamente con potenciales abusadores?
Mi opinión, no como profesional, sino como superviviente de abuso sexual, considero que, si bien el apoyo psicológico en la pedofilia puede ser de cierta utilidad, en el caso de la pederastia no lo tengo tan claro. No conozco a ningún caso en el que un agresor -pederasta- haya pedido perdón o haya mostrado arrepentimiento. Creo que la intervención con abusadores no tendría resultados, pero es mi opinión como superviviente, no como profesional, ni especialista.
Pepe Godoy, no sin antes agradecerte tu labor de activismo social para la sensibilización y prevención del abuso sexual infantil, y de darte la enhorabuena por materializar el recurso del ‘El pececito YodÖg‘ ¿existe alguna pregunta que te gustaría que te hicieran y que nunca te hacen en las entrevistas?
Aunque no podamos cambiar el pasado; el presente y el futuro podría ser muy distinto para muchas niñas y niños. Si me preguntas que cómo creo que se podrían haber evitado los abusos que sufrí, yo lo tengo muy claro. Si hubiera recibido educación afectivo-sexual, si antes de la primera tentativa alguien me hubiera hablado de la existencia de los abusos sexuales, habría tenido recursos para poder revelarlos. En el peor de los escenarios quizá hubiera sufrido un único episodio de abuso, pero lo habría revelado después. Estoy seguro de que lo hubiera relacionado con aquella charla que me dieron. Si hubiera sabido que hay partes de mi cuerpo que son solo mías y que ninguna otra persona debe tocar, me habría ahorrado mucho dolor, mucha culpa, y eso es lo que deseo para todos los niños y niñas.
Las acciones de prevención del abuso sexual infantil, entre ellas, la educación afectivo sexual, deberían ser un derecho, no un privilegio o una excepción. Y cuidado, que muchos de los abusos son intrafamiliares. Si una familia impide que el niño o la niña acceda a talleres o charlas de prevención del ASI, y el agresor es el padre u otro familiar cercano de la víctima, esos niños están sentenciados y condenados a una infancia repleta de abusos, hasta el punto de que se normalicen y se conviertan en parte de su vida cotidiana. Como sociedad, eso es algo que no podemos permitir, y menos ahora que tenemos herramientas para prevenirlo.
Fotografía por Aritz Loiola