El ‘síndrome de Estocolmo’ no existe, es un mito

El ‘síndrome de Estocolmo’ es un fenómeno cuyos criterios diagnósticos y desarrollo carecen de bases científicas sólidas, por lo que se le considera un mito, y no una realidad clínica auténtica.

Desde hace más de medio siglo, el llamado ‘síndrome de Estocolmo’ ha sido objeto de gran interés dentro de la psicología y la cultura popular. No obstante, y a pesar de dicha notoriedad, la legitimidad de este término es altamente controversial. De esta manera, el ‘síndrome de Estocolmo, descrito como una experiencia psicológica paradójica en la que las y los rehenes desarrollan un vínculo afectivo con sus captores, es considerado por muchas y muchos profesionales de la salud mental como un simple mito. Esto, debido a factores como la falta de uniformidad en su diagnóstico y la ausencia de investigaciones que avalen su validez como un padecimiento psicológico genuino (Rizo, 2018; Min, 2023).  

Contenidos relacionados:

El atraco en el Banco de Crédito de Estocolmo

El término ‘síndrome de Estocolmo’ se originó a partir de un dramático incidente que tuvo lugar el 23 de agosto de 1973, cuando Jan-Erik Olsson, conocido como ‘Janne’, perpetró un asalto en una sucursal del Banco de Crédito de Estocolmo. Armado y bajo los efectos de estupefacientes, Olsson tomó como rehenes a cuatro empleados del banco, tres mujeres y un hombre. Durante seis días, la crisis mantuvo en vilo a la ciudad, con Olsson amenazando con matar a los rehenes si no se satisfacían sus demandas, que incluían una suma de dinero y la liberación de su cómplice, Clark Olofsson.

A pesar de la tensión y el peligro inminente, una de las rehenes, Kristin Enmark, sorprendentemente mostró simpatía y confianza hacia sus captores, incluso defendiéndolos ante las autoridades, y describiéndolos como ‘amables’. Este comportamiento paradójico de identificarse con el captor en medio de una situación de secuestro, fue un aspecto fundamental en la definición posterior del ‘síndrome de Estocolmo’. Finalmente, tras la intervención policial, los rehenes obtuvieron su libertad, Janne fue capturado y el incidente llegó a su fin.

¿A qué se le conoce como ‘síndrome de Estocolmo’?

‘Síndrome de Estocolmo’ es un término que acuñó el psiquiatra Nils Bejerot; quien participó como asesor durante el asalto al Banco de Crédito en Estocolmo. Este incidente marcó el inicio de una serie de análisis sobre el comportamiento de rehenes y captores en situaciones de secuestro. Sin embargo, el término ganó notoriedad internacional un año después durante otro célebre secuestro, el de Patricia Hearst por el Ejército Simbiótico de Liberación. Bejerot utilizó el concepto ‘síndrome de Estocolmo’ para describir la desconcertante reacción de las víctimas secuestradas, quienes mostraron una actitud favorable e incluso atracción hacia sus captores.

En términos prácticos, el síndrome de Estocolmo se definiría como un vínculo afectivo paradójico que se desarrolla entre rehenes y captores durante el tiempo de cautiverio. A pesar de la coerción y el trauma experimentado, las víctimas podrían desarrollar sentimientos de simpatía, empatía o incluso apego hacia sus captores. Este comportamiento sería desconcertante para quienes observan desde afuera, pero para las víctimas, se convertiría en una estrategia de supervivencia psicológica en un entorno de alto estrés y amenaza constante (Rizo, 2018).

Algunos autores han identificado ciertos factores clave para que el síndrome de Estocolmo se desarrolle. Primero, la víctima debería ser retenida durante un período significativo de tiempo, lo que permitiría que se establezca un vínculo emocional con su captor. Además, sería crucial que hubiera un contacto personal continuo entre rehenes y captores, lo que facilitaría la formación de relaciones humanas incluso en circunstancias extremas. Por último, los captores deberían tratar a los rehenes con cierto grado de humanidad, evitando abusos físicos o amenazas directas, lo que contribuiría a la creación de un ambiente psicológicamente complejo donde se mezclarían el miedo, la empatía y la confusión (Rizo, 2018).

¿Por qué se dice que el ‘síndrome de Estocolmo’ es un mito?

Desde su concepción, el ‘síndrome de Estocolmo’ fue objeto de controversia y debate dentro de la comunidad científica; siendo considerado por muchas y muchos profesionales como un mito, más que como un diagnóstico psiquiátrico válido. En este sentido, las interpretaciones mediáticas y la falta de estudios rigurosos han contribuido a la confusión en torno a esta supuesta afección clínica. Aunque se han propuesto teorías basadas en aspectos evolutivos y en el estudio de diversos grupos afectados, la falta de investigación estandarizada y sistemática ha impedido la unificación de criterios en torno a este fenómeno. Además, la escasez de estudios que aborden la prevalencia del ‘síndrome de Estocolmo’ en diferentes contextos ha llevado a dudas sobre su verdadera frecuencia y relevancia clínica (Namnyak et al., 2007; Bilbija, 2018; Estomba, 2023).

En relación a su origen, se ha argumentado que el ‘síndrome de Estocolmo’ se construyó como un concepto para explicar el comportamiento de los rehenes en situaciones donde las autoridades y los Estados no los protegen adecuadamente. Se sugiere que las autoridades interpretaron las declaraciones de las rehenes en el Banco de Crédito de Estocolmo de manera errónea, especialmente en una dimensión sexualizada, creando este concepto para justificar sus errores (Min, 2023).

Es importante señalar que, a pesar de que ha pasado casi medio siglo desde que se acuñó este término, aún no se han logrado unificar criterios con respecto a su diagnóstico y características. Los manuales internacionales de clasificación de trastornos psicopatológicos, como el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE de la Organización Mundial de la Salud, no incluyen el síndrome de Estocolmo, lo que refleja la falta de evidencia científica sólida que respalde su existencia como entidad nosológica (Rizo, 2018).

Invención del mito del ‘síndrome de Estocolmo’ por un Estado ineficiente

Algunos autores sostienen que el Estado utilizó el mito del ‘síndrome de Estocolmo’ como una herramienta para encubrir su propia incompetencia y los fallos en la protección de las y los ciudadanos durante situaciones de crisis.

La profesora Cecilia Åse de la Universidad de Estocolmo sugiere que el uso del ‘síndrome de Estocolmo’ también esconde una dimensión de género, donde las autoridades interpretaron las declaraciones de las rehenes de manera sexualizada. Para ella, este concepto inventado sirve como una forma de desviar la atención de la falta de protección por parte del Estado hacia los ciudadanos en situaciones de riesgo (Min, 2023).

Así mismo, el comisario Eric Rönnegård, años después del asalto al Banco de Crédito de Estocolmo, reconoció que la policía representaba una amenaza real para los rehenes, lo que refleja la percepción de que las autoridades no estaban cumpliendo adecuadamente con su deber de protección. Además, durante el juicio a los secuestradores, los exrehenes optaron por guardar silencio, lo que podría interpretarse como un acto de resentimiento hacia las autoridades por su falta de acción durante el asalto (Swissinfo, 2023).

Por su parte, la presencia de Clark Olofsson, quien fue llevado al banco a petición de Janne Olsson, tuvo un efecto tranquilizador sobre los rehenes y la policía. Esto sugiere que la presencia de un tercero, aunque fuera un delincuente, era percibida como menos amenazante que la intervención policial. En este sentido, el enojo y la desconfianza hacia las autoridades reflejan la percepción de que el verdadero peligro no provenía del secuestrador, sino de la acción policial (Passanisi, 2015).

No es amor… es deseo de sobrevivir

Es importante señalar que las manifestaciones identificadas dentro del llamado ‘síndrome de Estocolmo’ son consideradas por algunas y algunos profesionales como una reacción natural ante el peligro.

Según el psiquiatra Christoffer Rahm, este comportamiento representa un mecanismo de defensa que ayuda a la víctima a hacer frente a una situación traumática, ya sea un secuestro, violencia doméstica u otro tipo de maltrato. Este mecanismo puede entenderse como una forma de aceptación de la situación que reduce el estrés de la víctima, al desarrollar un vínculo positivo con el agresor (Rahm, citado por Min, 2023).

Kristin Enmark, una de las rehenes durante el asedio al Kreditbanken, declaró que su comportamiento no fue motivado por el amor o la atracción hacia sus secuestradores, sino por el deseo de sobrevivir. En sus propias palabras, ella solo estaba intentando sobrevivir a seis días aterradores en la cámara acorazada de un banco. Aunque posteriormente mantuvo una relación amorosa con Clark Olofsson, uno de los secuestradores, ella afirma que su motivación principal era la supervivencia y sentirse protegida (Swissinfo, 2023).

La teoría desarrollada por Graham sobre el síndrome de Estocolmo propone que el comportamiento de las víctimas se basa en la esperanza de que el abuso se detendrá si mantienen una conexión positiva con el agresor. Esta teoría también se apoya en la ley de generalización del estímulo, que sugiere que las víctimas traumatizadas pueden mostrar las mismas respuestas a otras personas o grupos que no sean los agresores si perciben similitudes en su comportamiento. Así mismo, la simpatía entre captores y víctimas puede fortalecerse por varios componentes, incluyendo la identificación de creencias y comportamientos con los atacantes (Rizo, 2018; Estomba, 2023).

El mito del ‘síndrome de Estocolmo’ en la realidad clínica

Aunque el ‘síndrome de Estocolmo’ es considerado un mito, ciertos expertos han identificado algunas de sus manifestaciones en categorías diagnósticas definidas.

Por ejemplo, se ha propuesto que el síndrome de Estocolmo podría formar parte del estrés postraumático complejo, debido a la idealización del perpetrador que experimentan las víctimas. También se le ha considerado como una respuesta al estrés agudo, lo cual incluye trastornos transitorios desencadenados por sucesos vitales excepcionalmente estresantes. Estas perspectivas muestran la dificultad para encajar el síndrome dentro de una categoría diagnóstica específica, dado su carácter multifacético (Rizo, 2018).

A nivel psicológico, el ‘síndrome de Estocolmo’ reflejaría la capacidad humana de desarrollar vínculos emocionales positivos con individuos amenazantes, como ocurre en relaciones sentimentales abusivas. Esta reacción psicológica puede ayudar a las víctimas a aliviar el peso de la vergüenza y la culpa que puedan experimentar, buscando una forma de aceptación de la situación traumática.

Además, se ha propuesto que el ‘síndrome de Estocolmo’ puede ser un mecanismo activo de adaptación dirigido al logro de un equilibrio homeostático y a la regulación de la conducta. En este sentido, se han identificado varias fases en la evolución del estado psicológico de la víctima durante el cautiverio, que incluyen la fase desencadenante, la fase de reorientación, la fase de afrontamiento y la fase de adaptación.

Así mismo se ha propuesto que el desarrollo de las manifestaciones asociadas al ‘síndrome de Estocolmo’ depende de factores como rasgos de personalidad, antecedentes individuales y características de la situación traumática. Por ejemplo, se ha sugerido que las personas con una sensación de falta de control sobre su vida o una fuerte necesidad de aprobación por parte de figuras de autoridad pueden ser más propensas a desarrollar estos fenómenos (Rizo, 2018).

El ‘síndrome de Estocolmo’ y la mujer como ‘víctima natural’

Desde una perspectiva de género, el mito del ‘síndrome de Estocolmo’ puede interpretarse como un intento de responsabilizar a la mujer de su propia victimización al enfocarse en supuestos comportamientos que sugieren una complicidad o consentimiento hacia su captor. A partir de este ‘síndrome’, se especula que las mujeres son cómplices de su propia opresión, lo que refleja una dinámica de género profundamente arraigada en el patriarcado.

En los casos que han dado origen a la conceptualización del ‘síndrome de Estocolmo’, la situación se inicia con una víctima de sexo femenino como resultado de la iniciativa masculina. Por ejemplo, Patty Hearst, secuestrada por militantes revolucionarios, o Natascha Kampusch, quien pasó más de 3000 días en cautiverio. En esta situación, las mujeres se verían obligadas a mantener una relación íntima con sus captores y a justificar sus acciones, lo que sugeriría una pérdida de agencia por parte de la víctima y una resignación a aceptar las condiciones impuestas por el agresor.

En este paradigma, la mujer secuestrada desarrollaría sentimientos de empatía y agradecimiento hacia el agresor, lo que la llevaría a volverse dependiente de él. Esta dependencia emocional reflejaría la relación de poder inherente al sistema patriarcal, donde se supone que el cerebro de la mujer necesita ser ‘lavado’ de sus convicciones anteriores para adoptar los valores del captor.

El ‘síndrome de Estocolmo’ también se ha convertido en un término ampliamente utilizado en el ámbito del entretenimiento para denotar un ‘amor perverso’ o una fascinación con la violencia y el sexo, así como con la idea de la sumisión femenina. Esta representación mediática refuerza la dicotomía patriarcal entre masculino/dominación y femenino/sumisión, perpetuando la idea de que las mujeres pueden disfrutar de la violencia y la opresión sexual (Bilbija, 2018).

¿Por qué es importante identificar el ‘síndrome de Estocolmo’ como un mito?

Es crucial reconocer el ‘síndrome de Estocolmo’ como un mito y no como una realidad clínica científicamente reconocida por varias razones fundamentales. En primer lugar, su carácter de mito desafía la validez de una etiqueta que se aplica de manera imprecisa y simplista a una amplia gama de situaciones complejas. La diversidad de experiencias humanas y la complejidad de las respuestas psicológicas no pueden reducrse a un solo término o diagnóstico.

En segundo lugar, etiquetar el ‘síndrome de Estocolmo’ como un mito es crucial para evitar la victimización secundaria de quienes han experimentado situaciones traumáticas. Al estigmatizar a las víctimas y sugerir que su respuesta es anormal o patológica, se perpetúa un ciclo de culpa y vergüenza que puede obstaculizar el proceso de recuperación y sanación.

Aunado a esto, reconocer el mito del ‘síndrome de Estocolmo’ nos obliga a cuestionar las narrativas dominantes sobre el poder, la coerción y la resistencia. En lugar de aceptar pasivamente la idea de que las víctimas se identifican con sus agresores como un mecanismo de supervivencia, debemos examinar críticamente las estructuras de poder y las dinámicas de dominación que subyacen a tales situaciones.

Finalmente, al hablar del ‘síndrome de Estocolmo’ como un mito, abrimos la puerta a una comprensión más profunda y matizada de las respuestas humanas a la violencia y la opresión. Esto nos permite reconocer la resiliencia y la capacidad de recuperación de las víctimas, así como la necesidad de abordar los factores sistémicos que perpetúan la violencia y el abuso. En última instancia, al reconocer el mito del síndrome de Estocolmo, podemos avanzar hacia un mundo en el que se respete y se proteja verdaderamente la dignidad y la autonomía de todas las personas.

Referencias:

  • Bilbija, K. (2018). Argentina, Estocolmo, Netflix y el síndrome de la identidad perdida. Kamchatka, número (11), pp. 459-474. saguntum.uv.es
  • Estomba, I. (2023). Análisis Criminológico del Síndrome de Estocolmo y su Repercusión en la Sociedad Actual. Universidad del País Vasco. https://addi.ehu.es/handle/10810/62942
  • Min, R. (2023). El síndrome de Estocolmo 50 años después: ¿Es real o se inventó para desacreditar a las mujeres? Euronews. es.euronews.com
  • Namnyak, M., Tufton, N., Szekely, R., Toal, M., Worboys, S., Sampson, E. (2007). ‘Stockholm syndrome’: psychiatric diagnosis or urban myth? Acta Psychiatrica Scandinavica, volumen (117), número (1), pp. 4-11. onlinelibrary.wiley.com
  • Passanisi, A. (2015). El miedo a la acción policial nos unió. Aftonbladet.se. aftonbladet.se
  • Rizo, L. (2018). El síndrome de Estocolmo: una revisión sistemática. Clínica y Salud, volumen (29), número (2). scielo.isciii.es
  • Swissinfo (2023). El síndrome de Estocolmo, un mito que perdura desde hace medio siglo. Swissinfo.ch. swissinfo.ch

Créditos de imagen de portada: Foto de KoolShooters

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

Artículos diarios sobre psicología, neurociencias y salud para profesionales, estudiantes y mentes inquietas

CONTENIDO RELACIONADO

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.