Bruxismo: factores psicológicos y tratamiento

El bruxismo, apriete y rechinamiento involuntario de los dientes, es una actividad parafuncional que puede ser provocada por una mezcla de factores fisiológicos, psicológicos y situacionales.

El bruxismo es un fenómeno que, a pesar de su alta prevalencia en la población mundial, sigue siendo objeto de debate en cuanto a sus causas y tratamiento. Este hábito parafuncional, caracterizado por el apretamiento y rechinamiento de los dientes, afecta hasta al 35% de la población (Paredes, Vallejo, García, 2022), lo que resalta la necesidad de comprender mejor los factores psicológicos que podrían estar relacionados con el bruxismo.

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Es importante señalar que, a pesar de las múltiples investigaciones realizadas sobre él, existen aún muchas dudas en torno al diagnóstico y tratamiento del bruxismo, en gran medida debido a su carácter multifactorial. El bruxismo no solo es una de las parafunciones más perjudiciales para el sistema estomatognático (órganos relacionados con la masticación, deglución y habla), sino que también es la principal causa de desgaste dental, lo que lo convierte en un motivo de consulta frecuente en las clínicas odontológicas. Además, esta afección se ha relacionado estrechamente con alteraciones temporomandibulares (dolor o disfunción de la mandíbula y sus músculos) y dolor miofascial (dolor muscular intenso ante la presión, que no desaparece, y que puede sentirse en diferentes puntos aparentemente no relacionados), lo que subraya la importancia de una evaluación integral que contemple tanto los aspectos físicos como psicológicos de esta compleja afección.

¿Qué es el bruxismo?

El bruxismo es una actividad parafuncional (movimientos mandibulares y linguales que no tienen una función específica) que se caracteriza por el apriete y rechinamiento de los dientes. Este hábito puede ocurrir de manera inconsciente durante el día o mientras se duerme, lo que lleva a clasificarlo en dos formas principales: bruxismo diurno y bruxismo nocturno. El bruxismo diurno generalmente ocurre durante la vigilia, mientras que el bruxismo nocturno se produce durante el sueño, considerándose este último como una parasomnia, es decir, una alteración del comportamiento durante el sueño.

Por otro lado, el bruxismo puede subdividirse además en primario y secundario. El bruxismo primario, también conocido como idiopático, se refiere a aquellos casos en los que no se puede identificar una causa médica subyacente. Por otro lado, el bruxismo secundario está asociado a problemas neurológicos, psiquiátricos, desórdenes del sueño o al uso de ciertos medicamentos. Esta clasificación es esencial para determinar el tratamiento adecuado, ya que el abordaje del bruxismo nocturno puede ser diferente al del diurno debido a las características particulares de cada forma (Frugone, Rodríguez, 2003).

Aunque la etiología exacta del bruxismo sigue siendo motivo de debate, se considera que su origen es multifactorial. En muchos casos, las personas no son conscientes de que padecen bruxismo hasta que aparecen signos clínicos como el desgaste dental, fracturas dentales, dolores en la musculatura orofacial o trastornos de la articulación temporomandibular (Silva, 2015).

El bruxismo puede ser especialmente dañino para la cavidad bucal y el sistema estomatognático, ya que el continuo apriete y rechinamiento puede llevar a la pérdida significativa de tejido dental, la aparición de bruxofacetas (desgaste visible en las superficies dentales), hipersensibilidad dental, cefaleas frecuentes y dolor en los músculos de la mandíbula (Fuentes, 2018).

Etiología del bruxismo

A pesar de los avances en el estudio del bruxismo, su etiología sigue siendo un tema de debate y carece de una explicación definitiva. Aunque se han propuesto diversas teorías sobre sus causas, ninguna ha logrado esclarecer completamente los mecanismos que desencadenan esta afección. Tradicionalmente, se creía que los factores periféricos o morfológicos, como las alteraciones dentoesqueléticas y la maloclusión dental, eran los principales responsables del bruxismo. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que estas alteraciones en la oclusión carecen de validez científica como causa primaria del bruxismo (Fuentes, 2018).

En años recientes, los factores fisiopatológicos, relacionados con alteraciones en el sistema nervioso central (SNC), han ganado protagonismo. En este sentido, se ha observado que los neurotransmisores, como la orexina/hipocretina y el GABA (ácido gamma aminobutírico), juegan un papel crucial en los microdespertares durante el sueño, lo que sugiere una conexión entre el bruxismo del sueño y trastornos del ritmo circadiano y el comportamiento ansioso. Estos hallazgos refuerzan la hipótesis de que el bruxismo puede ser, en parte, una alteración neurológica inducida por cambios a nivel del SNC (Nieto, Tiscareño, Castellanos, 2018).

A su vez, factores neuroquímicos como el uso de fármacos dopaminérgicos, serotoninérgicos, antidepresivos y sustancias como la cafeína, nicotina o alcohol, también han sido asociados al desarrollo del bruxismo, en particular en su forma secundaria. Estas sustancias podrían alterar los mecanismos de regulación del SNC, exacerbando la actividad músculo-mandibular repetitiva que caracteriza esta afección (Fuentes, 2018).

Cabe señalar que, pese a que se han identificado diversos factores de riesgo psicológicos, como el estrés o el padecimiento de ciertos trastornos del estado de ánimo, no se ha logrado establecer una causa definitiva para el bruxismo. Esto evidencía la complejidad de la condición y la necesidad de seguir investigando su naturaleza multifactorial.

Factores psicológicos relacionados con el bruxismo

El bruxismo ha sido tradicionalmente vinculado con una variedad de factores psicológicos, que juegan un papel crucial, especialmente en su manifestación diurna. Entre estos factores, el estrés es considerado uno de los principales predisponentes, ya que muchas personas expuestas a altos niveles de tensión diaria tienden a manifestar el apretamiento y rechinamiento de los dientes como una respuesta ‘inconsciente’. Además del estrés, el bruxismo también se ha asociado con otras condiciones psicológicas como la ansiedad, depresión, bipolaridad y trastornos en la conducta alimentaria. Estos factores contribuirían a la hiperactividad muscular característica de este trastorno (Segura, et.al 2023).

Por otro lado, existen estudios que han analizado la personalidad de las personas que padecen esta condición. En este sentido, se ha encontrado que los rasgos más frecuentes en esta población son el perfeccionismo, la agresividad, la ansiedad fóbica, el neuroticismo y la ideación paranoide. Estos rasgos y trastornos parecen agravar el comportamiento bruxista, tanto en adultos como en niños y niñas, lo que sugiere que las y los clínicos deben prestar especial atención a la identificación de este tipo de conductas agravantes. Así mismo, aunque el estrés, la ansiedad y la depresión son los factores más comúnmente asociados, todavía existen brechas en el conocimiento que dificultan la comprensión exacta de los mecanismos por los cuales estos trastornos psicológicos influyen en la génesis del bruxismo (Fuentes, 2018).

Es importante señalar que la supuesta influencia de elementos psicológicos en la aparición del bruxismo es distinta de acuerdo a su tipo. En el caso del bruxismo diurno, los factores psicológicos parecen ser determinantes, mientras que, en el bruxismo del sueño, aunque juegan un papel, su influencia parece ser secundaria frente a los factores fisiológicos (Chávez, et.al 2014).

Crítica a la adjudicación de factores psicológicos al bruxismo

A pesar de la amplia discusión sobre el impacto de los factores psicológicos en la etiología del bruxismo, la evidencia actual presenta limitaciones significativas. Algunos investigadores han otorgado supremacía al componente psicológico dentro de su etiología multifactorial, pero esta perspectiva ha sido criticada por ser excesiva y simplista. En realidad, la literatura médica actual muestra una diversidad de hipótesis fisiopatológicas sin un factor único responsable (Hernández et al., 2017).

En estudios realizados con poblaciones de pacientes bruxómanos, se ha observado una baja correlación entre el estrés diurno reportado y la actividad electromiográfica durante el sueño, lo que sugiere que el papel del estrés puede no ser tan determinante como se ha asumido anteriormente (Frugone, Rodríguez, 2003; Chávez et al., 2014).

Así mismo, la ansiedad también ha sido vinculada al bruxismo centrado o al apretamiento, pero los estudios clínicos no han logrado esclarecer su relación con el bruxismo excéntrico. La dificultad para transformar elementos psicológicos en variables clínicas operativas ha complicado aún más esta evaluación. Cuando se ha intentado evaluar la relación entre variables psicológicas y bruxismo mediante electromiografía, los resultados han sido contradictorios, lo que ha llevado a una falta de evidencia concluyente.

Adicionalmente, los intentos de correlacionar episodios de bruxismo con eventos vitales cotidianos, como cefaleas, estrés o enojo, no han mostrado la vinculación esperada. Se sugiere que el estrés podría no ser un factor etiológico directo, sino más bien un modificador de la intensidad del bruxismo, afectando su potencial de daño. Así, el estrés podría reducir la capacidad de adaptación del sistema estomatognático ante las tensiones, dejando al paciente en una posición más vulnerable (Chávez et al., 2014).

Tratamiento del bruxismo

El tratamiento del bruxismo ha evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a las distintas teorías etiológicas que han surgido. En la actualidad, se reconoce que el bruxismo es una actividad parafuncional multifactorial, lo que complica la identificación de sus causas subyacentes y, por ende, la implementación de tratamientos específicos. En este sentido, no existen estrategias únicas o infalibles para abordar el bruxismo, lo que indica la necesidad de un enfoque individualizado.

Tradicionalmente, el manejo del bruxismo ha incluido el uso de férulas o guardas oclusales, que han demostrado ser efectivas para prevenir el desgaste dental, aliviar el dolor facial y reducir la fatiga muscular. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que una buena educación sobre el sistema estomatognático y programas de autorregulación física pueden alcanzar resultados comparables a los obtenidos mediante el uso de férulas, sin necesidad de prolongar su uso a largo plazo.

Por su parte, las intervenciones oclusales incluyen técnicas que buscan equilibrar la oclusión dental, como tratamientos de ortodoncia, rehabilitación oclusal y ajustes en las superficies de contacto dental. Sin embargo, este enfoque ha generado controversias en la comunidad clínica, dado que su eficacia y justificación siguen siendo debatidas (Guevara, Ongay, Castellanos, 2015).

Así mismo, el tratamiento del bruxismo también ha considerado alternativas farmacológicas como relajantes musculares, inyecciones de bótox o ansiolíticos, No obstante, la evidencia sobre su efectividad a largo plazo es limitada. Por ello, se recomienda un enfoque combinado que integre el manejo conductual y el odontológico (Paredes, Vallejo, García, 2022).

En lo referente al manejo conductual, este tipo de intervenciones incluyen estrategias para controlar el estrés, como la interconsulta psicológica y la biorretroalimentación mediante ejercicios. Técnicas que se discuten más adelante.

Atención de los factores psicológicos del bruxismo

Los factores psicológicos y el estrés desempeñan un papel crucial en la etiología del bruxismo, por lo que es esencial implementar tratamientos que aborden estos aspectos. Para evaluar el estado de estrés y ansiedad en el paciente, se han propuesto diversas técnicas de evaluación, como el cuestionario de salud general de Goldberg-GHQ28. Este tipo de evaluación puede facilitar la identificación de la necesidad de interconsultas psicológicas o psiquiátricas para la modificación de conductas nocivas (Enríquez et al., 2015).

En contraposición a los enfoques farmacológicos, que buscan mitigar la ansiedad y el estrés del paciente, existen métodos de modificación conductual. Estas alternativas incluyen cambios en el estilo de vida, la creación de hábitos positivos, y técnicas de relajación tanto física como mental.

Las intervenciones psicológicas más utilizadas para el tratamiento del bruxismo incluyen la relajación neuromuscular progresiva, que ha mostrado ser efectiva para lograr una reducción en la tensión muscular general, permitiendo al paciente aprender a liberar la tensión acumulada; el biofeedback, complementado con relajación facial, permite reconocer y controlar los niveles de tensión en los músculos maseteros, lo cual es esencial para abordar el bruxismo; y el feedback-EMG con alarma nocturna, que utiliza la electromiografía (EMG) para medir la actividad muscular, buscando que la persona adquiera conciencia sobre su tensión muscular y aprenda a controlarla (Enríquez et al., 2015).

La educación de las y los pacientes y sus familias sobre las rutinas de sueño y el control de hábitos orales también es crucial. Se debe fomentar la conciencia sobre hábitos como morderse las uñas o masticar objetos, y la terapia de función muscular puede ayudar a automatizar patrones saludables de masticación y deglución. Además, la psicoterapia puede ofrecer herramientas para manejar factores emocionales, como la inestabilidad emocional y la ansiedad (Segura et al., 2023).

Pseudoterapias y el tratamiento de los factores psicológicos del bruxismo

El bruxismo es un trastorno complejo cuyas causas aún no son del todo claras, lo que ha llevado a algunas personas a explorar técnicas pseudoterapéuticas que prometen aliviar sus síntomas. Ante esta realidad, es esencial abordar estas alternativas con cautela, ya que su efectividad carece de fundamentos científicos sólidos y sus mecanismos de acción a menudo no están claros.

La hipnosis, por ejemplo, es una de estas modalidades. Considerada como un estado de conciencia en vigilia en el que la atención se focaliza intensamente, esta técnica ha mostrado resultados positivos en el control de ciertas enfermedades psicosomáticas. No obstante, los estudios que respalden su eficacia específica en el tratamiento del bruxismo son limitados y a menudo anecdóticos.

De igual manera, el yoga promete beneficios generales para la salud mental y física. Sin embargo, la falta de evidencia específica sobre su efectividad en la reducción del bruxismo hace que sea difícil considerarlo un tratamiento viable (Hernández et al., 2017).

Así mismo, existen otros modelos ‘alternativos’ como la terapia floral de Bach, la homeopatía, la acupuntura y la fitoterapia, que se ofrecen también como opciones viables para pacientes con bruxismo. A pesar de ello, la falta de evidencia clínica sólida que apoye la eficacia de estas terapias genera dudas sobre su validez (Segura et al., 2023).

Frente a esta situación, es importante subrayar que el uso de estas técnicas pseudoterapéuticas puede desviar la atención de tratamientos respaldados por evidencia, además de generar expectativas no realistas en las y los pacientes. La falta de claridad sobre las causas de su supuesto éxito hace que su aplicación sea problemática y sugiere la necesidad de un enfoque basado en la evidencia y en la colaboración interdisciplinaria para el tratamiento del bruxismo.

Referencias:

  • Carnaúba, A., Barros, D., Medeiros, S., Barros, S., Soares, C. (2021). Bruxismo en la infancia: ¿cómo tratar? Revista de Ortopedia Latinoamericana, volumen (11), número (1). medigraphic.com 
  • Chávez, R., Castellanos, J., Pacheco, A. (2014). El factor dentoesquelético y el bruxismo nocturno. Revista ADM, volumen (72), número (2), pp. 85-91. medigraphic.com
  • Enríquez, A., Balderas, J., García, D., Castellanos, J. (2015). Valoración y manejo interdisciplinario del bruxismo. Revista ADM, volumen (72), número (2), pp. 99-105. medigraphic.com
  • Frugone, R., Rodríguez, C. (2003). Bruxismo. Avances en Odontoestomatología, volumen (19), número (3), pp. 123-130. scielo.isciii 
  • Fuentes, F. (2018). Conocimientos actuales para el entendimiento del bruxismo. Revisión de la literatura. Revista ADM, volumen (75), número (4), pp. 180-186. medigraphic.com
  • Guevara, S., Ongay, E., Castellanos, J. (2015). Avances y limitaciones en el tratamiento del paciente con bruxismo. Revista ADM, volumen (72), número (2), pp. 106-114. medigraphic.com
  • Hernández, R., Díaz, G., Hidalgo, H., Lazo, N. (2017). Bruxismo: panorámica actual. Revista AMC, volumen (21), número (1). medigraphic.com
  • Nieto, S., Tiscareño, H., Castellanos, J. (2018). Neurofisiología y Bruxismo. Revista ADM, volumen (75), número (4), pp. 202-213. medigraphic.com
  • Paredes, V., Vallejo, L., García, A. (2022). Tratamiento no farmacológico para el bruxismo. Revisión bibliográfica. Polo del Conocimiento, volumen (7), número (11), pp. 965-979. dialnet.unirioja.es 
  • Segura, K., Sierra, J., Endara, M., Samaniego, L. (2023). Bruxismo: síntomas, causas y tratamiento. Reciamuc, volumen (7), número (2), pp. 91-100. reciamuc.com
  • Silva, A. (2015). Bruxismo: su comportamiento en un área de salud. Revista de Ciencias Médicas de Pinar del Río, volumen (19), número (1). scielo.sld.cu

Créditos de imagen de portada: Foto de Kindel Media

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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