Indefensión aprendida: qué es y cuál es su origen

Las personas que presentan indefensión aprendida, asumen que no tienen ningún control sobre las cosas malas que van a sucederles.

Se conoce como indefensión aprendida al estado mental en el que un organismo que es confrontado con un estímulo aversivo, doloroso o desagradable, es incapaz o reacio a evitar encuentros posteriores con dicho estímulo. Este fenómeno se presenta incluso si la mala experiencia puede eludirse, debido a que se ha aprendido que no se tiene control sobre ella (Nolen, 2009).

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En un principio, el término se aplicaba en el contexto de la psicología experimental. En ella, algunos animales de laboratorio eran expuestos a estímulos dolorosos que no podían controlar o evitar, por lo que eventualmente optaban por no dar una respuesta, aun cuando se les ofreciera posteriormente una salida. Ahora, el concepto es aplicado también al fracaso de una persona a buscar, utilizar o adquirir respuestas instrumentales adaptativas (Nuvvula, 2016).

Las personas que sufren de indefensión aprendida asumen que van a sucederles cosas malas y que no tienen ningún control sobre ellas. Aquellos sujetos que son expuestos a situaciones difíciles o complejas por largos periodos de tiempo aprenden que no existe relación entre sus repuestas y la incidencia o duración de la experiencia desagradable, por lo que simplemente dejan de reaccionar.

La dimensión de la indefensión aprendida ha sido estudiada en muchas condiciones y conductas, tales como:

  • Depresión clínica
  • Violencia
  • Estrés postraumático
  • Pobreza
  • Violencia intrafamiliar
  • Abuso de sustancias
  • Baja autoestima
  • Desordenes psicosomáticos

(Yang, et.al 2013) (Nolen, 2005)

La experimentación en animales como modelo de estudio

Es importante destacar que gran parte de la información académica que se tiene en este campo, proviene de experimentos de laboratorio con animales. La indefensión aprendida fue estudiada en un principio en perros y después en muchas otras especies, como ratas, peces, cucarachas e incluso moscas. Esto es debido a que esta dimensión se considera un proceso elemental que el ser humano comparte con muchos otros animales. Para muchos investigadores, la indefensión aprendida es considerada incluso un modelo animal observable de la depresión (Yang, et.al 2013).

Las neurociencias también han utilizado animales para estudiar los procesos biológicos detrás de este fenómeno. Una práctica cada vez más común es la modificación genética de pequeños mamíferos, como ratones, para el diseño de sujetos de prueba con características morfológicas especiales. Esto, con el fin de descubrir qué estructuras cerebrales están involucradas en este proceso y poder determinar la relación que existe entre biología y aprendizaje (Elsevier, 2009).

Cabe mencionar, que las implicaciones éticas de estos procesos aún son tema de debate.

El estudio de la indefensión aprendida

En un principio, gracias a los trabajos del psicólogo Martin Seligman, la indefensión aprendida se concibió como el producto de un proceso de condicionamiento. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en el condicionamiento instrumental, el aprendizaje no provendría de la relación entre respuesta y refuerzo, sino que este se produciría independiente de la consecuencia. Es decir, el sujeto aprendería que ninguna de sus acciones tendría efecto para escapar de una situación desagradable, por lo que no actuar para huir o defenderse sería su única respuesta. La adopción de esta alternativa afectaría su capacidad para aprender e integrar nuevas respuestas en un futuro.

El estudio de la indefensión aprendida en dimensiones más complejas, ha ocasionado que las viejas hipótesis deban reformularse. Nuevos trabajos de investigación se centran en la detección de causas específicas en las experiencias tempranas de socialización de las personas. En este sentido, el abuso o la negligencia constante sufrida por un sujeto durante la niñez sería un factor determinante para el desarrollo de la incapacidad de lidiar con situaciones difíciles o desagradables. Un elemento que podría complicar esta situación es la tendencia observada en personas con historial de maltrato, de culparse por el abuso sufrido (Nuvvula, 2016). Esta variable podría explicar el círculo vicioso en el que se ven sumergidos algunos individuos que muestran indefensión aprendida en sus relaciones interpersonales. Por ejemplo, las víctimas de maltrato infantil.

El estrés como generador de indefensión aprendida

El estrés ha sido reconocido por muchos profesionales de la salud mental como el mayor responsable de la indefensión aprendida. Esto, tanto en presencia prolongada durante fases del desarrollo infantil, como en eventos traumáticos aislados.

En una investigación realizada por la Universidad de Cornell, donde se analizó la vida de 341 participantes durante 15 años, se estudiaron las implicaciones que la pobreza tendría en el desarrollo de los sujetos. Sus resultados determinaron que aquellos individuos que crecieron en condiciones de pobreza eran más proclives a rendirse en actividades difíciles y a asumir una postura pasiva ante los problemas. Esto significaría que condiciones estresantes como la falta de dinero, la agitación familiar y una vivienda deficiente favorecen el desarrollo de indefensión (Evans, 2016).

Por su parte, en una serie de estudios realizados en animales por las Universidades de Standford, Rockefeller y Yale, se encontró que la exposición de un sujeto a condiciones estresantes intensas puede promover la muerte de neuronas. Situación que puede afectar, entre otras dimensiones, su capacidad para tomar decisiones. Este fenómeno se manifestó por los individuos estudiados a través de actitudes de indefensión hacia los problemas; expresión que está relacionada a su vez con la depresión clínica (Elsevier, 2009).

Depresión e indefensión aprendida

Es común observar la manifestación de indefensión aprendida en pacientes con depresión. La persona parece haber abandonado la esperanza de controlar voluntariamente los eventos que le rodean, por lo que deja de buscar soluciones a sus problemas y se rinde ante ellos (Nuvvula, 2016).

Como ya se ha mencionado, la indefensión aprendida es considerada un modelo animal en el estudio del estrés y la depresión en humanos. Siguiendo esta línea, investigadores del Laboratorio Cold Spring Harbor, realizaron una serie de experimentos en ratones, en los cuales se descubrió que una sección del cerebro llamada corteza prefrontal media, mostraba mayor actividad en los sujetos que manifestaban indefensión; signo de depresión (Wang, et.al 2014). Este hallazgo establecería una relación directa entre constitución biológica y la capacidad de un individuo para hacer frente a los problemas, así como daría mayor fuerza a las teorías que afirman que el estrés puede modificar las estructuras nerviosas.

Por otro lado, el estudio de la depresión a partir de la indefensión aprendida no está libre de controversias. Sus principales críticos argumentan que la aplicación de esta teoría a este trastorno afectivo es una simplificación de la enfermedad que fracasa al no considerar los procesos cognitivos complejos involucrados en su etiología, severidad y manifestación (Nolen, 2009).

El papel del profesional de la salud mental

Ya se ha mencionado el importante papel que la indefensión aprendida tiene para la psicología experimental en el estudio de algunos trastornos de ánimo. No obstante, el considerarla como parte de fenómenos más complejos como la violencia de género, el maltrato infantil o la educación negligente, brinda la oportunidad de explorar las causas concretas que llevan a un sujeto a ‘estancarse’ en una situación desfavorable o a rendirse ante los problemas de la vida.

La labor de los y las profesionales de la salud mental radica en el manejo de la información obtenida por las numerosas investigaciones. En base a estas evidencias, es posible crear planes de intervención adecuados a los distintos problemas relacionados. Un ejemplo de ello es la promoción de estrategias de intervención temprana para combatir estresores como el abuso físico y psicológico o las condiciones socioeconómicas desfavorables. Estas variables han sido reconocidas como factores responsables del desarrollo de indefensión aprendida en sujetos con una historia de vida difícil (Evans, 2016).

Muchas personas son objeto de crítica cuando son incapaces de escapar de una situación desagradable o violenta que, al juicio de los demás, tiene una salida fácil. Aunque en la mayoría de estos casos las circunstancias son más complejas que un proceso de aprendizaje temprano, el conocimiento de la indefensión aprendida brinda una dirección clara para la intervención y rehabilitación de estos sujetos. El trabajo de la psicología clínica está en considerar esta dimensión de forma que el proceso terapéutico permita al paciente generar respuestas pertinentes a los obstáculos y amenazas que enfrenta, y con ello, dejar de ser una víctima de su pasado.

Referencias:

  • Elsevier. (2009). Stress May Cause The Brain To Become Disconnected. ScienceDaily. Recuperado de www.sciencedaily.com
  • Evans, G. (2016) Childhood poverty and adult psychological well-being. Proceedings of the National Academy of Sciences, volumen 113, número 52, DOI: 10.1073
  • Landgraf, D., Long, J., Der-Avakian, A., Streets, M., Welsh, D. (2015) Dissociation of Learned Helplessness and Fear Conditioning in Mice: A Mouse Model of Depression. PLoS ONE volume 10, número 4, DOI: 10.1371/journal.pone.0125892
  • Nolen, J. (2009) Learned helplessness, Encyclopaedia Britannica: sitio web, recuperado de www.britannica.com
  • Nuvvula, S. (2016) Learned helplessness. Contemporary Clinical Dentistry, volúmen 7, número 4, recuperado de contempclindent.org DOI: 10.4103/0976-237X.194124
  • Wang, M., Perova, Z.,Arenkiel, R., Li, B. (2014) Synaptic Modifications in the Medial Prefrontal Cortex in Susceptibility and Resilience to Stress. Journal of Neuroscience, volume 34, número 22, DOI: 10.1523/JNEUROSCI.5294-13.2014
  • Yang, Z., Bertolucci, F., Wolf, R., Heisenberg, M. (2013) Flies Cope with Uncontrollable Stress by Learned Helplessness. Current Biology, volumen 23 número 9, DOI: doi.org/10.1016/j.cub.2013.03.054
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.