La ciencia cognitiva corporizada surge como un enfoque teórico que rebate ciertas nociones básicas que caracterizan la neurociencia cognitiva tradicional. En primer lugar, rechaza el dualismo cartesiano, el cual concibe la mente subjetiva y el cuerpo objetivo como entidades distintas e independientes. Además, contradice la idea de que el cerebro es el órgano creador de la mente, por lo que el análisis de sus mecanismos sería la vía principal para comprender la forma en que los seres humanos experimentamos el mundo que nos rodea (Fuchs, 2011).
La ciencia cognitiva corporizada forma parte de los proyectos conocidos como las 4E de la cognición: embodied, embedded, enactive y extended; o en español: cognición corporizada, incorporada, enactiva y extendida. Estas posturas constituyen diferentes esfuerzos por reconfigurar las ciencias cognitivas estándar; es decir, el cognoscitivismo y el representacionalismo que caracterizan la neurociencia tradicional. Aunque se encuentran vinculadas, y en muchas ocasiones son referidas como un conjunto, representan discursos distintos (Mendoza, 2018). A continuación, se describirán algunos de los puntos que caracterizan la nueva neurociencia corporizada.
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¿En qué consiste la ciencia cognitiva corporizada?
A diferencia de la postura tradicional, que considera los procesos mentales como entidades cerebrales, independientes del mundo, configuradas a partir de representaciones y limitadas al interior de las personas; la ciencia cognitiva 4E, describe los fenómenos psicológicos como procesos corporales situados más allá del individuo que los experimenta, manifestándose sobre las estructuras ambientales que lo rodean, y no solo dentro de ella o él mismo (Pérez, 2018).
De esta forma, la autoproclamada nueva ciencia cognitiva busca desarrollar una postura ecológica, donde mente y cerebro se encuentren involucrados en la relación que los seres vivos sostienen con su entorno (Fuchs, 2011).
La ciencia cognitiva corporizada considera que la mente y el cerebro son un sistema biológico arraigado en la experiencia corporal y la interacción con otros individuos. Para esta postura, una persona no es pura subjetividad experimentada desde dentro, ni un complejo sistema fisiológico observado desde fuera; sino que es un ser vivo en interacción con los demás (Fuchs, 2009).
Esta corriente se sostiene sobre la tesis de la mente corporizada, de acuerdo a la cual, los fenómenos mentales están constituidos no solo por procesos cerebrales, sino, además, por una combinación de estos con estructuras y procesos corporales más amplios. De esta forma, las mentes podrían reflejar los cuerpos en los que están contenidas y, por lo tanto, a menudo sería posible predecir las propiedades del cuerpo basándose en el conocimiento de las propiedades de la mente (Shapiro, citado por Rowlands, 2010).
Tomando en cuenta todo esto, la ciencia cognitiva corporizada afirma no solo que los procesos psicológicos estarían incompletos sin las contribuciones del cuerpo; sino, además, que los mismos procesos perceptuales y cognitivos son inherentes al cuerpo que los experimenta (Rowlands 2010). Es decir, que una mente humana requiere de un cuerpo humano.
Corporización: embodiment
El término ‘embodiment’ utilizado por la ciencia cognitiva corporizada, hace referencia tanto a la incorporación de procesos cognitivos en los circuitos del cerebro, como al origen de estos procesos en la experiencia sensoriomotora de un organismo. Por lo tanto, la acción y la percepción ya no se interpretan en términos de la clásica dicotomía cartesiana de cuerpo-mente o físico-mental, sino que están estrechamente interrelacionadas. De esta forma, la neurociencia corporizada ya no se preocupa de encontrar la relación entre un proceso mental dado y una estructura neuronal determinada. Por el contrario, busca explorar cómo cada uno de los estados cerebrales y los estados conscientes participan en procesos interactivos dinámicos que involucran a todo el organismo (Fuchs, 2009).
De acuerdo a esta postura, la base de la mente humana se encuentra formada a partir de tres modos de corporización que se manifiestan en forma de ciclos. Estos son:
- Autorregulación organísmica: Implica la vinculación de estructuras cerebrales y corporales con los distintos procesos mentales, incluido el fundamento orgánico del sentido básico afectivo del yo.
- Acoplamiento sensoriomotor entre el organismo y el medio ambiente: involucra la conexión inherente de la percepción y la acción corporal. En el entendido de que lo que el organismo siente es función de cómo se mueve, y cómo se mueve es función de lo que siente.
- Interacción intersubjetiva: Implica la corporización subjetiva a partir de la interacción con los demás. En ella, se utilizan habilidades como la imitación para formar un sentido de empatía mucho más desarrollado (Fuchs, 2009).
La función del cerebro en la ciencia cognitiva corporizada
De acuerdo a la ciencia cognitiva corporizada, el cerebro humano no se relaciona con el mundo como un organismo acabado, sino que se reestructura epigenéticamente a partir de su interacción con el medio (Fuchs, 2009). Este funcionaría como un sistema plástico de bucles abiertos que se forman en el proceso de la vida, los cuales se cierran en ciclos funcionales completos en cada interacción con el entorno. Según esta postura, cada vez que se forma una nueva disposición de actividad neuronal coherente a través de la experiencia repetida, las estructuras de la mente se imprimen en el cerebro. Debido a esto, el cerebro se presentaría como un órgano mediador o una ventana a la mente, dado que se encuentra estructurado por la mente misma (Fuchs, 2011).
Es así que, para la neurociencia corporizada, el cerebro es considerado un órgano muy importante para la vida psíquica de todo individuo. Sin embargo, este no es visto como el asiento de la mente, y mucho menos, como el creador. Por el contrario, esta teoría sostiene que la mente no está ubicada en ningún lugar en absoluto; más bien, es un proceso o una actividad del ser vivo que integra en todo momento las relaciones en curso entre cerebro, cuerpo y medio ambiente (Fuchs, 2011).
En términos generales, el cerebro sería descrito como un órgano que transforma configuraciones de elementos individuales en unidades de nivel superior; las cuales corresponderían a nuestras percepciones o acciones. Por esto, se convertiría en una estructura de mediación entre el mundo microscópico de los procesos materiales o fisiológicos, por un lado; y el mundo macroscópico del organismo vivo y sus experiencias, por el otro (Fuchs, 2009).
Cómo percibimos el mundo, de acuerdo a la ciencia cognitiva corporizada
Para la ciencia cognitiva corporizada, los seres humanos no percibimos el mundo que nos rodea a partir de representaciones mentales formadas en el cerebro, que son independientes de las cosas mismas que se representan. Por el contrario, esta teoría considera que la percepción implica acción y relación con el medio. Es decir, involucra movimientos del cuerpo, cambios de perspectiva y la manipulación de las cosas (Pérez, 2018). Visto de esta manera, la conciencia de algo no podría ser descrita como un objeto o como un estado que pueda ser localizado en estructura o entidad alguna; sino que sería considerada un proceso (Fuchs, 2009).
Es así que, dentro de esta postura, la experiencia subjetiva ya no es vista como sólo un fenómeno secundario resultante de un proceso neuronal; sino que juega un papel esencial en la interacción sistémica de un organismo y su entorno. Relación responsable de la generación de la mente misma (Fuchs, 2009).
La intervención psicoterapéutica de acuerdo la ciencia cognitiva corporizada
Para finalizar, es importante señalar las implicaciones que la postura de la ciencia cognitiva corporizada tiene en el marco de la atención psicoterapéutica.
Como ya hemos comentado, dentro de esta teoría, el cerebro juega el rol de un órgano mediador, sobre el cual las influencias psicosociales en el nivel de significado e intencionalidad se transforman en patrones alterados de actividad neuronal. Así mismo, este proceso se presenta de manera inversa; siendo las estructuras de naturaleza biológica así formadas, las que se expresan a través de diferentes procesos psicológicos dentro de un ambiente determinado. Esto significaría que cualquier proceso relacionado con la etiología y los síntomas de los trastornos mentales, es tanto de naturaleza biológica como psicológica. Es decir, que una experiencia subjetiva puede generar un cambio en los procesos neuronales o bioquímicos; de la misma forma en que una variación en el metabolismo es capaz de ocasionar un síntoma psicológico (Fuchs, 2009).
Dado lo anterior, la neurociencia corporizada considera el trastorno mental como un producto de una cascada de influencias subjetivas, neuronales, sociales y ambientales que interactúan continuamente entre sí. Dentro de estas interacciones circulares, el cerebro actuaría como una estancia mediadora, traductora y también amplificadora, pero no como la causa central. Debido a esto, los modelos de atención propuestos por esta teoría se enfocan en una causalidad circular entre un organismo y su entorno, considerando al cerebro solo como el mediador (Fuchs, 2009). Es así, que este concepto ecológico de enfermedad mental sugiere el uso de un enfoque pluralista que logre intervenir en varios niveles o puntos de inflexión; logrando que el cerebro transforme cualquier modo de tratamiento y contribuya así a un efecto holístico.
Referencias:
- Fuchs, T (2009). Embodied cognitive neuroscience and its consequences for psychiatry. Poiesis and Praxis, volumen (6), número (3), pp. 219-233. academia.edu
- Fuchs, T. (2011). The Brain: A Mediating Organ. Journal of Consciousness Studies, volumen (18), número (7-8) pp. 196-221. academia.edu
- Mendoza, J. (2018). 4E’s de la cognición: ¿una o muchas formas de entender la “cognición”? Instituto de Investigaciones Filosóficas, Universidad Nacional Autónoma de México. filosoficas.unam.mx
- Pérez, M. (2018). Para pensar la Psicología más allá de la Mente y el Cerebro: Un Enfoque Transteórico. Papeles del Psicólogo, volumen (39), número (3), pp. 161-173. papelesdelpsicologo.es
- Rowlands, M. (2010). The new science of the mind: from extended mind to embodied phenomenology. Massachusetts, Estados Unidos de América. The MIT Press. vdoc.pub