Clasificación por edades: criterios, efectos y crítica

La clasificación por edades en los medios audiovisuales es un sistema cuyo origen, utilidad y estructura no están exentos de críticas.

La preocupación por el efecto que puede tener el contenido exhibido en los medios audiovisuales en el desarrollo y la conducta de las y los menores, ha crecido con el paso del tiempo. Debido a ello, los países de todo el mundo han creado diferentes sistemas de categorización que pretenden regular y controlar la exposición de los niños, niñas y jóvenes a programación y mensajes que se consideran inadecuados para ellos. No obstante, este modelo de clasificación por edades ha sido objeto de crítica por varias razones. Dichas objeciones, cuestionan desde los criterios en que estas codificaciones están construidas, hasta la utilidad, o incluso la intención de tales sistemas.

Aunado a lo anterior, el surgimiento constante de nuevas plataformas digitales en las últimas décadas, y la facilidad creciente con que se puede acceder a ellas, ha evidenciado la necesidad de crear medidas más apropiadas para los nuevos medios y tipos de consumidores de esta época.

Considerando esto, es importante reflexionar sobre los principios y verdaderos motivos que están detrás de los diferentes modelos de clasificación por edades en los medios audiovisuales, así como las fallas que destacan en algunos de estos sistemas.

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Objetivo de la clasificación por edades en los medios audiovisuales

La clasificación es un proceso mediante el cual se evalúan medios audiovisuales buscando determinar la presencia o ausencia de diversos contenidos, con el fin de asignar a este producto una categoría relacionada con una recomendación o prohibición de consumo, para poblaciones de edades específicas (Fuentes, 2016).

De manera concreta, los objetivos detrás de los sistemas de clasificación son:

  • Protección Infantil
  • Protección de la libertad de expresión
  • Protección de la moral o el interés público
  • Informar a los padres

(Brand, citado por Fuentes, 2016).

La clasificación por edades en los distintos medios audiovisuales pretende responder a las preocupaciones de padres y gobiernos sobre el acceso de los niños a servicios sexualmente explícitos y contenido violento (Te’eni-Harari, Yadin, 2019). Este tipo de sistemas se aplica a los diferentes formatos de información y entretenimiento en todo el mundo; existiendo clasificaciones para programación televisiva, películas, videojuegos, y en las últimas décadas, plataformas virtuales.

Este sistema regulatorio está dedicado a ayudar a los padres a tomar decisiones informadas acerca de cómo limitar la visualización de sus hijos. Tal enfoque supone que los padres deciden qué contenidos consumen sus hijos, por lo que la información proporcionada está dirigida principalmente a los padres y está diseñada en consecuencia (Te’eni-Harari, Yadin, 2019).

Es necesario mencionar que muchos estudios han demostrado que la exposición a la violencia en los medios aumenta los riesgos a corto y largo plazo de cogniciones, sentimientos y comportamientos agresivos. No obstante, son pocos los que también han probado que la exposición a contenido relacionado con el sexo aumenta el riesgo de una iniciación temprana de sexo o conducta sexual de riesgo (Gentile, 2010).

Distintos tipos de clasificación por edades

Existen muchos tipos de clasificación por edades en los contenidos audiovisuales. Estos están estructurados de acuerdo al medio que regulan y el lugar dónde son establecidos. Por ejemplo, en la televisión de Estados Unidos se utilizan las siglas TV-Y para público preinfantil, TV-Y7 para público infantil, TV-Y7-FV para público infantil con violencia ficticia o de fantasía, TV-G para público general, TV-PG para menores con supervisión, TV-14 para mayores de 14 años con supervisión, y TV-MA para mayores de 17 años. Mientras tanto, la televisión venezolana utiliza sólo tres categorías: TU para todo usuario, SU para contenido que debe ser supervisado por los padres, y A para programación destinada a mayores de 18 años.

Por otro lado, en Japón, por ejemplo, se clasifican las películas en cuatro categorías: G para todas las edades, PG12 para contenido adecuado para todos frente al que se sugiere supervisión en niños menores de 12 años, R15+ para mayores de 15 años y R18+ para películas aptas para mayores de 18 años. Mientras que Turquía considera nueve categorías: A para toda audiencia, 6A para menores de 6 años acompañados con un adulto y mayores de 6 años, 6+ para mayores de 6 años, 10A para menores de 10 años supervisados y mayores de 10 años, 10+ para películas adecuadas para niños mayores de 10 años, 13A para mayores de 13 años y menores supervisados, 13+ solo para mayores de 13 años, 16+ para mayores de 16 años, y 18+ para mayores de 18 años.

En el caso de los videojuegos, es común que varios países compartan una misma clasificación. Por ejemplo, hasta el 2021, México compartía el sistema ESRB con el resto del Continente Americano, hasta que acordó una clasificación propia, con siglas más familiares para su población. 

Crítica a la clasificación por edades en la televisión

Una crítica importante a la clasificación por edades en televisión, es la dirigida a los propios criterios con que ésta suele estar construida. En este sentido, conceptos como violencia o sexualidad se interpretan de manera libre, y muchas veces parcial en favor de intereses económicos o políticos. Por ejemplo, es común que el comportamiento violento se justifique en un programa, cuando lo comete un protagonista popular. De igual forma, algunos medios clasifican un beso entre personas del mismo sexo como un contenido restringido, mientras que la interacción coital entre individuos del sexo opuesto se expone de manera abierta.

La aplicación de los sistemas de clasificación por edades en la televisión también ha sido objeto de crítica. Así, se ha encontrado que muchas cadenas no son capaces de categorizar adecuadamente el contenido dirigido a los más jóvenes, debido a la ambigüedad de las clasificaciones. Además, dichas designaciones se ven afectadas en la práctica por criterios como las normativas del país de origen, o si el contenido pertenece al sector público o privado. Por otro lado, es común que los códigos no se expongan de manera constante, o incluso no se muestren durante los programas, lo que hace inútil la designación de los mismos (Ortiz, Fuentes, Martínez, 2015).

Lo anterior pone en evidencia los problemas que enfrenta la clasificación por edades en la televisión. Por un lado, aunque existan sistemas que pretenden regular el contenido apropiado al que son expuestos los menores de edad; en la práctica, no existe unanimidad en la aplicación de este sistema. Además, los criterios en que está basada esta normativa no responden realmente a las necesidades de las niñas y niños, sino que están dictados por ideologías culturalmente influyentes e intereses materiales.

Clasificación por edades y el nuevo acceso al material televisivo

Hoy en día, los niños y niñas se dedican a la visualización en solitario utilizando dispositivos portátiles, como teléfonos inteligentes y tabletas, junto con televisores privados. Usando estas plataformas, los menores consumen contenido similar a la televisión tradicional a través de sitios web y aplicaciones, como YouTube, además de televisores. La independencia y la elección personal en la visualización de programas se intensifican mediante el uso de video a pedido y por grabación de programas digitales, así como transmisión por Internet. Debido a esto, la clasificación por edades se hace cada vez más inefectiva, ya que los padres supervisan menos lo que miran y consumen sus hijos (Te’eni-Harari, Yadin, 2019).

En la actualidad, la visualización conjunta de padres e hijos se está volviendo ocasional. Los padres pasan más tiempo fuera de casa que cuando los sistemas de clasificación televisiva aun oficialmente vigentes se crearon. Aparentemente, mientras que los padres pueden estar positivamente inclinados a involucrarse en el uso de los medios por parte de sus hijos, ahora no tienen control total debido a obstáculos prácticos, como el tiempo y la energía (Te’eni-Harari, Yadin, 2019). Esto hace que las medidas de clasificación por edad sean cada vez más obsoletas.

Crítica a la clasificación por edades en el cine

Por su aparición más temprana, el cine fue uno de los primeros medios audiovisuales en ser regulado (Paniagua, 2018). No obstante, la precocidad de esta misma atención es el origen de una crítica importante a la clasificación por edades de las películas. Esta consiste en el hecho de que este tipo de sistemas suele estar basado en criterios desactualizados que no responden a las necesidades de las sociedades actuales.

Por otro lado, es importante no olvidar que el cine, desde sus inicios, ha sido una herramienta de influencia ideológica. De esta forma, la clasificación por edades muchas veces obedece a intereses ajenos al bienestar de los menores. Por ejemplo, la protección y divulgación de modelos culturales, mostrando la violencia velada hacia las mujeres como un hecho natural y tolerado (Fuentes, 2016).

Aunado a esto, los gobiernos asumen un doble papel en torno a las políticas de clasificación de contenidos. Por un lado, deben dar respuesta a las preocupaciones de la sociedad; mientras que, al mismo tiempo, son responsables de mantener negocios mediáticos rentables (Fuentes, 2016). Al final, los motivos detrás de los sistemas de clasificación por edad suelen alejarse de sus objetivos originales.

Los efectos de dichas variables externas se hacen evidentes cuando se analizan los verdaderos resultados de la clasificación por edades. En este sentido, se encuentra que, si bien este sistema es relativamente efectivo para regular la proyección de sexo explícito, dicha medida ha permitido contenido cada vez más violento en películas dirigidas a adolescentes, lo que ha aumentado el acceso de los jóvenes a contenido más dañino (Nalkur et al., 2010).

Crítica a la clasificación por edades en videojuegos

Una debilidad importante de la clasificación por edades en los videojuegos, proviene del hecho de que, a diferencia del caso de otros medios, muchos países comparten el mismo sistema. De esta manera, por ejemplo, casi todos los países del Continente Americano utilizan el sistema ESRB, el cual califica los juegos de acuerdo a criterios surgidos en la década de los 90s y principios de este siglo. Considerando la gran cantidad de juegos que surgen cada año en todo el mundo, es muy posible que dicha clasificación requiera de una revisión más detallada y actualizada por parte de cada gobierno (Sobkow, 2020).

Por otro lado, los términos utilizados por la ESRB, de origen estadounidense, no siempre son bien traducidos a otras naciones; razón por la que las confusiones entre los padres y la negligencia entre los distribuidores son fenómenos comunes (Etxeberria, 2008).

Es importante señalar que los sistemas de clasificación de videojuegos por edades suelen ser más específicos que los de otros medios; precisando la inclusión de contenidos riesgosos, como el uso de drogas, violencia o lenguaje soez. Desafortunadamente, la gran cantidad de juegos de bajo presupuesto en línea y las nuevas alternativas de acceso a los juegos virtuales, muestran lo anacrónico de este tipo de medidas.

Sumado a todo esto, es necesario señalar que, en la actualidad, la experiencia de juego es muy distinta a la que existía a finales del siglo pasado. Hoy en día, los videojuegos son plataformas virtuales donde los jugadores pueden interactuar con otras personas en todo el mundo. Debido a ello, los riesgos que puede significar un juego para los menores no son tan evidentes, ya que no solo dependen del contenido que el programa presenta, sino también de su nivel de accesibilidad a otros usuarios.

Crítica a las limitaciones de la clasificación por edades en plataformas virtuales

En la actualidad, las niñas y niños están en contacto con todo tipo de sitios de Internet desde edades muy tempranas. Dentro de las actividades más comunes entre los más jóvenes se encuentran la visualización de videoclips y videos musicales, el juego en línea y el acceso a las redes sociales (Paniagua, 2018). La regulación de este tipo de plataformas a partir de sistemas de clasificación de edad es aún más inefectiva que en otros medios, ya que mucho de su contenido se expone e intercambia de manera libre (Te’eni-Harari, Yadin, 2019).

Aunado a esto, la poca supervisión y apatía de muchos padres en relación a los criterios de edad establecidos en las diferentes redes sociales, ha contribuido a que muchos menores sean expuestos a situaciones inapropiadas para su edad. Por ejemplo, son muchos los casos en los que niñas y niños manejan una cuenta de Facebook, aun siendo menores de 13 años.

Supervisión sobre clasificación

Ante esta situación, es necesario tener en cuenta un hecho importante: la relación que los niños y niñas tienen con los medios audiovisuales, especialmente con la televisión, es mediada por la que ellas y ellos sostienen con sus padres, y por la relación que estos últimos sostienen a su vez con dichos medios (Paniagua, 2018). Esto significa que los padres tienen la última palabra sobre el tipo de contenido que pueden ver sus hijos, por lo que la participación activa en los hábitos de las y los menores es la mejor estrategia para prevenir que sean expuestos a situaciones violentas o indebidas.

En este sentido, es importante que los padres y madres dediquen tiempo para ver televisión junto a sus hijas o hijos, o para supervisar el tipo de juegos que consumen. Solo a partir de este tipo de estrategias será posible que los familiares puedan analizar y juzgar de primera mano qué tipo de contenidos son apropiados para sus jóvenes en particular, antes de prohibirlos o permitirlos sobre la base de sistemas de clasificación por edad dudosos e inefectivos.

Referencias:

  • Etxeberria, F. (2008). Videojuegos, consumo y educación. Revista Electrónica Teoría de la Educación, volumen (9), número (3). gredos.usal.es
  • Fuentes, C. (2016). Solo para adultos: una revisión de los usos del sistema de clasificación de películas desde un enfoque de ciencias de estudio de ciencia tecnología y sociedad. Universidad Iberoamericana. bib.uia.mx
  • Gentile, D. (2010). Are Motion Picture Ratings Reliable and Valid? Journal of Adolescent Health, volumen (47), número (5), pp. 423-424. jahonline.org
  • Nalkur, P., Patrick, M., Jamieson, E., Romer, D. (2010). The Effectiveness of the Motion Picture Association of America’s Rating System in Screening Explicit Violence and Sex in Top-ranked Movies From 1950 to 2006. Journal of Adolescent Health, volumen (47), número (5), pp. 440-447. sciencedirect.com  
  • Ortiz, M., Fuente, C., Martínez, J. (2015). La señalización de los contenidos en las principales cadenas de televisión españolas. Revista Latina de Comunicación Social, volumen (70), pp. 468-489. eprints.ucm.es
  • Paniagua, H. (2018). El impacto de las pantallas: televisión, ordenador y videojuegos. Pediatría Integral, volumen (22), número (4), pp. 178-186. pediatriaintegral.es
  • Sobkow, B. (2020). Age rating for virtual reality games: less restriction, more information. SSRN. papers.ssrn.com  
  • Te’eni-Harari, T., Yadin, S. (2019). Regulatory Literacy: Rethinking Television Rating in the New Media Age. UMKC Law Review, volumen (82), número (2). academia.edu
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
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Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.