En la actualidad, no es extraño que las personas acudan a las llamadas ‘terapias alternativas‘, para mejorar su salud física y mental. Muchas de estas técnicas y recursos, supuestamente terapéuticos, buscan, de alguna manera, complementar las terapias tradicionales u oficiales provenientes de la medicina o la psicología. No obstante, debido a su falta de evidencia científica, no pueden considerarse como complementarias; siendo, en muchas ocasiones peligrosas. En este sentido, hace poco más de tres años, se hizo muy popular una supuesta terapia que afirmaba curar el Coronavirus, entre otras enfermedades y problemas de gravedad: el consumo de dióxido de cloro.
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¿Qué es el dióxido de cloro o CDS?
El dióxido de cloro (Chlorine Dioxide Solution o CDS), es un compuesto químico originalmente empleado para la purificación del agua. No obstante, en la actualidad, también se le vende libremente en una disolución al 28% de clorito de sodio popularmente llamada Suplemento Mineral Milagroso o MMS. El dióxido de cloro es una sustancia que, por sus cualidades oxidantes, es comúnmente empleada para desinfección y el blanqueamiento de herramientas de fábrica; por lo que se puede comprender que su consumo es altamente tóxico y debe evitarse para no perjudicar la salud (Castillo, 2015; Burela, et.al 2020).
Uso de dióxido de cloro como tratamiento contra el COVID
Andreas Kalcker, un productor musical sin formación científica, fue quien comenzó a difundir información falsa sobre las propiedades milagrosas del dióxido de cloro como ‘antídoto’ para el COVID-19. Tomando ventaja de un momento en el que las personas estaban desesperadas ante una enfermedad que se venía cobrando la vida de cientos de personas cada día (Sánchez, 2021).
A partir de ese momento, varias personas comenzaron a consumir ese producto, con la suficiente confianza en su funcionamiento para dar lugar a la autosugestión, lo que científicamente se conoce como ‘efecto placebo’. Esto desencadenó que las personas creyeran que, como se sentían mejor o más aliviadas del estrés, el producto sí funcionaba.
Es importante destacar que, actualmente, no existe evidencia científica que acredite seguridad o eficacia en el empleo de dicha sustancia y sus derivados contra el COVID-19, u otra enfermedad (Burela, et.al 2020; Medina, Tella, García, 2021; Hernández, et.al 2023). Según la Asociación para la Protección del Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), ninguna de las propiedades curativas que se atribuyen al MMS han podido ser probadas, ya que su efectividad nunca se ha podido reproducir en condiciones controladas. Por el contrario, cuando se han estudiado sus efectos, se ha evidenciado que puede producir toxicidad. En este sentido, se han identificado diferentes efectos nocivos para la salud, como: dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea que puede llevar a deshidratación, fallo renal, anemia hemolítica, anuria y metahemoglobinemia; además, sus vapores son capaces de causar: irritación ocular o respiratoria, broncoespasmos y hasta edema pulmonar (Burela et al., 2020; Castillo, 2015).
El efecto placebo
Se puede hablar de efecto placebo cuando algo que es inocuo, tiene la capacidad de aliviar o palear el malestar, el sufrimiento o una enfermedad. En este sentido, el efecto de un medicamento puede ser curativo a pesar de no contener ningún principio activo, como puede suceder con una pastilla de azúcar, si la persona que la toma cree que esta es un tratamiento eficaz para su dolencia. De esta manera, un individuo puede mejorar significativamente si piensa que lo que se va a tomar va a ser beneficioso. Este fenómeno ocurre debido al poder sugestivo de las creencias, las expectativas y las convicciones (Caballo, Salazar, 2019).
De acuerdo a la División 29 de la Asociación Psicológica Americana, las expectativas sobre la eficacia de un tratamiento pueden ser de mucha ayuda . Por lo tanto, el efecto placebo se define como la respuesta psicofisiológica de cualquier tratamiento que no se relaciona con el efecto específico, científicamente comprobado, de un determinado proceso terapéutico. Es decir, que el efecto terapéutico que suscita no puede ser atribuido al medicamento o acción terapéutica que se le administra; por lo que la mejoría o el cambio que produce en la persona se debe a algo diferente a lo que se ha administrado (bien sea una creencia, una emoción, una conducta, etc.).
¿Se debe esto a la magia, a un fenómeno sobrenatural o a un milagro? Nada más lejos de la verdad, ya que, a medida que se avanza en el conocimiento de este fenómeno, es posible alejarse más de explicaciones esotéricas, sobrenaturales y energéticas.
Efecto placebo en el consumo de dióxido de cloro
Algunos efectos positivos generados por productos y procesos pseudocientíficos pueden ser el resultado del efecto placebo. De esta manera, las respuestas de ‘mejora’ supuestamente obtenidas por el dióxido de cloro pueden ser entendidas a partir de los siguientes factores:
- Sanación natural sin asistencia: Es decir, la remisión espontánea, que consiste en que la capacidad del cuerpo de sanar junto con el pasar del tiempo, pueden hacer que muchas enfermedades sean eliminadas.
- Tratamientos no identificados: Un cambio en la cantidad de ejercicio, la alimentación, el periodo o calidad del sueño, en el nivel de estrés, o en la disminución de algún fenómeno perjudicial del ambiente, o en los efectos secundarios del tratamiento de una enfermedad distinta.
- Regresión a la media: Muchas enfermedades crónicas tienen un ciclo de empeoramiento y mejoramiento que se repite una y otra vez. En el caso de las enfermedades que no son crónicas, el efecto es similar, con la distinción de que no hay periodos recurrentes de mejora y empeoramiento. Por ejemplo, una persona puede beber el dióxido de cloro y terminar mejorando; pero no es porque este funcione, sino por el ciclo natural de la propia enfermedad.
- Tratamiento diferente: Otra situación puede darse si, al mismo tiempo que se emplea el tratamiento basado en CDS, se utiliza la medicina tradicional.
- Cese de tratamientos desagradables: A menudo, las personas que recomiendan el CDS, tienden a incitar a sus pacientes a abandonar los tratamientos médicos o farmacológicos, ya que estos poseen efectos secundarios molestos. La mejoría entonces es atribuida al tratamiento alternativo, ya que se produce un cese del tratamiento que provocaba efectos colaterales, pero la enfermedad subyacente prevalece sin tratar y sigue constituyendo un peligro para el paciente. Cabe señalar que, eventualmente, los efectos secundarios provocados por el CDS pueden ser más agresivos que los del tratamiento abandonado.
(Caballo, Salazar, 2019).
Además, otra de las formas en las que se puede presentar un sesgo respecto a la supuesta funcionalidad del CDS como tratamiento, es en relación a su asociación a otro tratamiento. Cuando una persona lleva a cabo dos tratamientos, estos adquieren la función de estímulo antecedente (Ed) para respuestas de realizar tratamientos o de acudir a ellos. Por un lado, el tratamiento médico oficial y por otro el tratamiento pseudocientífico. El problema tiene que ver con las consecuencias a las que llevan ambos tratamientos. Por un lado, el tratamiento pseudocientífico no produce mejoría alguna, pero el tratamiento médico si lo hace, mejora la salud de la persona o la cura. Este mejoramiento actúa como reforzador positivo de seguir el tratamiento médico y como reforzador fortuito de la conducta de seguir el tratamiento pseudocientífico (Martin, Pear, 2008).
¿Por qué los tratamientos milagrosos son tan populares?
Desafortunadamente, la desesperación puede hacer que mucha gente acepte cualquier cosa, con tal de evitar o solucionar un problema que le produce malestar y no tiene una solución sencilla. Esa es la razón por la que las personas cayeron con tanta facilidad en el discurso de Kalcker y aceptaron sus palabras como ciertas.
A eso se le suma lo que se conoce como falacia furtiva, que en este caso consiste en la creencia infundada de que el mercado y las farmacéuticas conspiran para prohibir los tratamientos alternativos, ya que estos, supuestamente, les pueden hacer perder millones de dólares con sus ventas. Así, muchas personas aun creen que el dióxido de cloro está prohibido en muchos países, porque los gobiernos conspiran junto con las farmacéuticas en pos de inflar sus bolsillos.
Otras falacias que podemos hallar en torno a estas situaciones son: la falacia ad populum, en donde se asume que, porque una gran cantidad de personas dice que el tratamiento funciona, entonces es así; o la falacia ad verecundiam, que se puede presentar de dos maneras, o bien, aludiendo a una persona que no tiene ninguna autoridad en el tema que se está abordando (como citar a un músico para hablar de medicina), o también, citando a una persona que si tiene autoridad en el tema, pero asumiendo que lo que diga es la verdad absoluta en el asunto (cuando sabemos que hay médicos que avalan las pseudociencias).
Evidencia de la inefectividad del dióxido de cloro frente al COVID
Existen distintos estudios que prueban la inefectividad y riesgos de tratar el COVID con dióxido de cloro.
En una investigación realizada en 2021, se estudió un caso de lesión renal aguda secundaria por uso de dióxido de cloro para la prevención de Covid-19. El estudio giró en torno a un hombre de 55 años con antecedentes de hipertensión arterial y diabetes tipo 2, que había acudido a urgencias tras haber consumido dióxido de cloro. Dicho paciente decidió consumir el dióxido de cloro como prevención de Covid-19, y a los cinco días desarrolló alteración del estado mental, náuseas y vómitos. El primer examen evidenció falta de atención y deshidratación. Además, se halló acidosis metabólica con alcalosis respiratoria secundaria. Posteriormente, la persona persistió con desorientación, y progresó a anuria a pesar de haberle administrado tratamiento diurético y líquidos intravenosos a partir de las 48 horas (Medina, Tella, García, 2021).
Por otro lado, durante un estudio realizado en 2022, se estudió un caso de síndrome cerebral de pérdida de sal asociado a la ingestión de dióxido de cloro, empleado para tratar el Covid-19. Este estudio se llevó a cabo en torno a un hombre de 61 años, que no había recibido la vacuna contra el coronavirus, y que comenzó a utilizar el dióxido de cloro diariamente creyendo que podría prevenir así la infección. Pasadas dos semanas, se presentó un cuadro encefalopático de instalación progresiva, y la tomografía craneal reveló edema cerebral e hipertensión intracraneal idiopática (Hernández et al., 2023).
Popularidad de los suplementos con dióxido de cloro
A pesar de la existencia de este tipo de estudios, la popularidad de este ‘tratamiento’ no murió con la pandemia. Desgraciadamente, cada vez se hallan más usos para esta pseudoterapia. Quizá, uno de los usos más conocidos y polémicos, en este sentido, sea que muchas personas, especialmente padres y madres, lo usan para ‘curar’ el autismo. En relación a esto, se han creado muchos grupos secretos en diferentes redes sociales con el objetivo de asesorar a padres en el uso de estos compuestos en sus hijos e hijas con autismo. Medidas, que van desde el consumo directo por vía oral, hasta los edemas con imágenes que serían más propias de una película de terror. A este tipo de prácticas se les suele conocer como ‘protocolo de Andreas Kalcker’ (Comin, 2015).
En países latinoamericanos la situación no es diferente. Por ejemplo, Argentina no ha sido la excepción en el uso de este ‘remedio milagroso’. Incluso, en su momento, una diputada de dicho país expresó la necesidad de comenzar con los ensayos clínicos para investigar las propiedades curativas del dióxido de cloro. Incluso llegó a decir que ella misma lo consumía ‘bajo prescripción médica’ y que, lo que era verdaderamente preocupante, era que las personas lo usaran sin control médico. En este sentido, diríase que lo realmente preocupante, según todo lo que hemos visto antes, sería más bien, que un médico recetara este compuesto químico para tratar cualquier problema de salud (Costa, 2020).
¿Cómo distinguir un tratamiento pseudocientífico?
En el ámbito de la medicina, donde se habla de consumir algo que se supone tiene un principio activo, hay dos formas de reconocer una terapia pseudocientífica.
La primera es mediante investigaciones en ciencia aplicada. Esta se refiere a los conocidos ensayos controlados aleatorizados. Estos estudios utilizan una metodología que busca evidenciar la eficacia de un tratamiento mediante la comparación, ya sea con personas que no están recibiendo un tratamiento, con personas que reciben un tratamiento placebo o con otros tratamientos ya demostrados como eficaces. Esto, siempre teniendo en cuenta la importancia de que la muestra poblacional sea de un tamaño significativo para lo que se está estudiando.
Por ejemplo, en el caso de los fármacos, si se busca introducir uno nuevo en el mercado, se suelen emplear medicamentos que ya están en el mercado para compararlos y corroborar la eficacia del nuevo medicamento. Además, estos estudios tienen requisitos metodológicos muy específicos, como el llamado ‘doble ciego’; el cual consiste en que ni las o los individuos que reciben el tratamiento, ni las o los que lo administran, saben qué están bebiendo o administrando, lo que da lugar a una objetividad mucho mayor (Santamaría, Fumero, 2008).
A estos ensayos se les suman, en un nivel superior, las revisiones sistemáticas, particularmente, los metaanálisis, que son los más importantes dentro de los estudios clínicos. Estos últimos consisten en reunir un conjunto de RCTs con mucha precisión metodológica y compararlos entre sí.
La otra forma de saber si un tratamiento es científico es conocer su evidencia experimental. Es decir, entender por qué funciona lo que funciona. En este caso, sería comprender cuáles son las acciones que un medicamento tiene sobre el organismo a nivel biológico; qué desencadena en el organismo dicho principio activo; y cuáles son los resultados a los que esto lleva.
Referencias:
- Burela, A., Hernández, A., Comandé, D., Perálta, V., Fiestas, F. (2020). Chlorine Dioxide and Chlorine Derivatives for the Prevention or Treatment of Covid-19: A Systematic Review. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, volumen (37), número (4), pp. 605-610. scielosp.org
- Caballo V., Salazar I. (2019). Ingenuos. El engaño de las terapias alternativas. Editorial Siglo XXI. academia.edu
- Castillo, C. (2015). MMS o Suplemento Mineral Milagroso. Asociación Para Proteger al Enfermo de las Terapias Pseudocientíficas. apetp.com
- Comin, D. (2015). Tratamientos extremadamente peligrosos para niños con Autismo: MMS y MMS2. Autismo Diario. autismodiario.org
- Costa, J. (2020). Dióxido de cloro: la diputada Frade contó que lo consume hace tres meses y dijo que no entiende por qué se lo demoniza. La Nación. lanacion.com.ar
- Hernández, E., García, V., López, J., Mañero, C., (2023). Síndrome pierde sal cerebral asociado a ingesta de dióxido de cloro utilizado para la prevención de infección por SARS-CoV-2. Nefrología, volumen (43), número (S1). revistanefrologia.com
- Martin, G. y Pear, J. (2008). Modificación de conducta: Que es y como aplicarla. Editorial Pearson Prentice Hall. Traducción de Laura Vivas Fernández y Aurora Suengas Goenechea. ISBN: 978-84-83223-80-2
- Medina, E., Tella, P., García, C. (2021). Acute kidney injury secondary to chlorine dioxide use for COVID-19 prevention. Hemodialysys International, volumen (25), número (4). academia.edu
- Sánchez, Y. (2021). La facción catalanista del MMS: Teresa Forcades y otros defensores ‘indepes’ de Josep Pàmies. Libertad Digital. libertaddigital.com
- Santamaría, C., Fumero, A. (2008). El psicoanálisis ¡vaya timo! LAETOLI. conducteam.com
Créditos de imagen de portada: Foto de Anna Shvets