El problema mente-cuerpo: De Wittgenstein a Popper

El problema mente-cuerpo, lejos de ser exclusivamente un dilema filosófico, incide directamente en la construcción del conocimiento científico.

El problema mente-cuerpo no es un dilema metafísico que solo concierne a la filosofía. Este influye directamente en la forma en que la realidad es interpretada por las distintas disciplinas académicas y clínicas y, por lo tanto, en la manera en que el conocimiento científico es construido. Este problema consiste en determinar si los fenómenos mentales son fenómenos físicos y, si no lo son, cómo se relacionan con los fenómenos físicos (Audi, 2004).

A lo largo de la historia, se han formulado diferentes posturas frente al problema mente-cuerpo. A continuación, se mencionarán algunas de las respuestas más importantes en este sentido.

Referencias:

El dualismo cartesiano frente al problema mente-cuerpo

Para René Descartes, considerado el padre del moderno problema mente-cuerpo, el cuerpo y el alma o mente son dos sustancias diferentes. La esencia de lo físico, es decir, el cuerpo, es la extensión espacial; mientras que la esencia de la mente es el pensamiento. A esta postura se le denomina dualismo cartesiano.

Según esta teoría, la mente no es el cerebro, carece de ubicación espacial y sigue existiendo tras la muerte y destrucción del cuerpo (Audi, 2004). No obstante, los estados mentales y los estados cerebrales interactuarían causalmente y de manera recíproca. Esto, debido a una supuesta relación entre el alma racional y la glándula pineal; por medio de la cual, las personas podrían darse cuenta de las emanaciones diferenciales que rodean los espíritus animales, dando lugar a la reordenación de los espacios interfibrilares, y con ello produciendo una percepción (Wozniak, 1992). De acuerdo a Descartes, la naturaleza de esta relación estaría más allá de nuestra comprensión, ya que no se presenta ni en términos espaciales, ni en no espaciales.

De esta manera, el dualismo propone que existen interacciones causales psicofísicas bidireccionales; donde, por un lado, los eventos mentales causan eventos cerebrales, que a su vez hacen que nuestros cuerpos se muevan, influyendo en el mundo físico. Mientras que, de manera inversa, el mundo físico puede influir en nuestras mentes cuando es percibido por los sentidos e interpretado por nuestro cerebro (Audi, 2004).

Cabe señalar que su incapacidad de dar una explicación válida a la supuesta interacción entre el mundo físico y el mundo mental, ha hecho del dualismo una postura insostenible. No obstante, las ideas de Descartes se han transformado en un punto de partida para el desarrollo de nuevas respuestas al problema mente-cuerpo; ya sea retomando o desafiando sus principios.

El paralelismo frente al problema mente-cuerpo

El paralelismo propone que los dominios físico y mental discurren paralelamente, ‘co-ocurriendo’, pero sin que esto suponga ningún tipo de interacción causal. En todas las versiones de esta postura, dicha condición se da por la creación de Dios (Audi, 2004). 

El ocasionalismo de Nicolas Malebranche y la armonía preestablecida de Leibniz, son dos ejemplos de la postura del paralelismo. De acuerdo a Malebranche, la mente y el cuerpo no tienen relación causal, ya que Dios sería la única causa verdadera. En este sentido, es solo Dios quien podría intervenir para producir las regularidades que ocurren en una experiencia (Wozniak, 1992). Por ejemplo, cuando queremos mover la mano, se presentaría la ocasión para que Dios mueva nuestra mano.

Por otro lado, Gottfried Leibnitz propone un paralelismo psicofísico bajo el argumento de que fenómenos tan diferentes como la mente y el cuerpo no pueden incidir entre sí. De esta forma, compara la manera en que estas dos dimensiones se desarrollan con dos relojes que actúan de forma coordinada, sin que su función implique ningún tipo de interacción entre ellos. A diferencia de Malebranche, no piensa que Dios intervenga en el desempeño de los eventos mentales o físicos, sino que propone que éste ha creado y programado la mente y el cuerpo desde un principio en un tipo de armonía preestablecida (Wozniak, 1992; Audi, 2004).

El epifenomenalismo frente al problema mente-cuerpo

El epifenomenalismo propone que los estados físicos causan estados mentales, pero los estados mentales no causan nada. Esto implicaría que existe una acción psicofísica unidireccional que iría de lo físico a lo mental. De esta manera, la percepción de los objetos y eventos en el mundo físico causaría una experiencia sensorial (Audi, 2004).

Un ejemplo de esta postura es la teoría de Holloway Hodgson. En ella el filósofo inglés propone que, a pesar de su intensidad, los sentimientos no tienen eficacia causal en absoluto. Para ilustrar sus ideas, compara los fenómenos mentales con colores en la superficie de un mosaico, mientras que los fenómenos naturales serían las piedras que los sustentan. De esta manera, los fenómenos del sistema nervioso se conectarían como lo harían las rocas formando una cadena autónoma, mientras que los estados mentales solo se presentarían como epifenómenos, incapaces de afectarlo de igual modo (Wozniak, 1992).

Por otro lado, el biólogo y filósofo Thomas Huxley sugería que los estados de conciencia son solamente el efecto de aquellos cambios moleculares en la sustancia cerebral que alcanzaban el grado requerido de organización. De esta forma, los animales eran autómatas conscientes (Wozniak, 1992).

El monismo frente al problema mente-cuerpo

En esencia, las corrientes monistas rechazan la división cartesiana de la realidad en entidades físicas y mentales. Existen muchos representantes de esta postura. Uno de los más destacados fue Baruch Spinoza, quien consideraba que lo mental y lo físico son modos de una única substancia única: Dios. A esta teoría se le conoce como teoría de la dualidad de atributos (Audi, 2004).

Por otro lado, el inmaterialismo de George Berkeley considera que para que algo exista, debe ser percibido o ser la actividad de la mente durante la percepción. Desde esta perspectiva, no hay distinción entre la mente y el cuerpo, porque lo que pensamos como cuerpo es simplemente la percepción de la mente. En otras palabras, todo es mental, y tanto los fenómenos físicos como los psíquicos serían percepciones en la mente de Dios (Wozniak, 1992; Audi, 2004).

Dentro de estas corrientes, algunos filósofos como David Hume, Ernst Mach y Bertrand Russell se adhirieron a una doctrina conocida como monismo neutral. En ella, se pensaba que toda la realidad es, en última instancia, de un mismo tipo, que no es ni mental ni físico. De esta manera, el cuerpo y la mente solo eran envoltorios de algún tipo de entidad neutral (Audi, 2004).

El materialismo frente al problema mente-cuerpo

El materialismo es una versión especial de monismo que considera que todo es material o físico. De esta manera, la existencia de cualquier cosa depende de la materia (Wozniak, 1992).

Una doctrina que se caracteriza por su postura materialista es el conductismo lógico. De acuerdo a esta corriente, el concepto de fenómeno mental es solo una abreviatura para hablar de comportamiento físico actual o potencial. Los seguidores de esta propuesta consideran un error categorial la idea de que la mente es una sustancia, ya que el término ‘mente’ no designa ningún objeto. En este sentido, el ‘tener una mente’ no implicaría poseer ninguna entidad, sino que significaría poseer determinadas capacidades y disposiciones (Audi, 2004).

Por otro lado, algunos filósofos como Herbert Feigl, Jack Smart y Ullin Place defendieron la postura materialista de que estados mentales, como las sensaciones, son estados cerebrales. Para esta corriente, conocida como teoría de la identidad, es labor de las investigaciones científicas el determinar qué estructuras físicas y procesos biológicos están involucrados en cada proceso mental. De esta forma, fenómenos como el dolor, la percepción visual o la propia consciencia no son más que estados del sistema nervioso (Lukomski, 2007).

Cabe señalar que algunos autores como George Lewes, Samuel Alexander y Charlie Broad, optaron por adoptar una postura materialista no reduccionista. Esta propone, al igual que los materialistas, que toda sustancia está constituida por partículas físicas, siendo el cerebro la sede material de las capacidades mentales. No obstante, consideraron plausible que dichas propiedades mentales emerjan, y no se reduzcan a capacidades físicas (Audi, 2004).

El funcionalismo frente al problema mente-cuerpo

El funcionalismo propone que los tipos de estados mentales son tipos que desempeñan un cierto papel causal; esto es, los define como estados funcionales. Como puede haber muchos tipos de estados distintos que desempeñen un papel causal pertinente, los tipos de estados mentales pueden ser realizables de múltiples formas. En términos del problema mente-cuerpo, esto significaría que un estado mental puede ser producido por diferentes estados cerebrales (Audi, 2004).

Un ejemplo de ello, es el funcionalismo de estados de máquina desarrollado por Hilary Putnam. Según esta postura, los estados mentales son análogos a los estados tabulares de una máquina de Turing. En este dispositivo, una cinta infinita contiene una serie de cuadros de memoria que son leídos uno a la vez, por una cabeza lectora que puede moverse a la izquierda, la derecha o quedarse quieta. Al igual que los estados en esta máquina, cada estado mental puede definirse en términos de sus relaciones con los otros estados y con las entradas y salidas. Por otro lado, los detalles sobre cómo consigue lo que logra y sobre su constitución material son completamente irrelevantes (Audi, 2004).

La teoría de los tres mundos de Popper frente al problema mente-cuerpo

Karl Popper rechazaba las distintas teorías dualistas, monistas, materialistas e idealistas, al considerar que no podían ser refutadas y, que, por lo tanto, no eran científicas. Ante esto, formuló su propia respuesta ante el problema mente-cuerpo (Pujadas, 1986).

De acuerdo al filósofo austriaco, la realidad se encuentra integrada por tres mundos: M1 o el mundo de los objetos y estados físicos; M2 o el mundo de los estados de conciencia o estados mentales; y M3 o el mundo de los contenidos objetivos del pensamiento. La relación entre estas dimensiones es explicada por Popper a partir de una postura evolucionista. En primer lugar, M2 -el mundo consciente-, emerge de M1 -los organismos- como una propiedad surgida por la presión de la selección natural ante el surgimiento de nuevas cosas y estados con propiedades inesperadas. Posteriormente, M3 -los contenidos de la consciencia-, es producido por M2, gracias a la aparición del lenguaje que permite articular los problemas, las ideas y las proposiciones (Pujadas, 1986).

Para Popper, M2 y M3 son reales debido a que satisfacen los criterios de realidad de las entidades físicas de M1: El mundo de la consciencia -M2- interactúa con nuestros cuerpos -M1-; mientras que los conceptos -M3- pueden ser la fuente de cambios en la realidad física -M1-. Cada una de estas dimensiones ejercen influencia sobre las otras; influjo que puede darse en ambos sentidos. Por ejemplo, la primera ley de la termodinámica -M3-, afecta los pensamientos de un ingeniero -M2-, para el diseño y eventual construcción de un motor -M1-.

La crítica de Wittgenstein a los fenómenos internos frente al problema mente-cuerpo

La respuesta de Ludwig Wittgenstein frente al problema mente-cuerpo surge de su crítica al lenguaje privado. De acuerdo a este autor, las sensaciones que se suponen privadas carecen de criterios, tanto de identidad de la sensación como de corrección de la palabra asociada a ella. Es decir, que si una sensación interna fuese privada y en consecuencia solo mía, yo no tendría forma de asegurarme que uso el término correcto para nombrarla, ya que no poseo una referencia externa que me permita asociar una palabra con ella. Además, tampoco puedo estar seguro de que solamente yo puedo sentir dicha experiencia, puesto que no puedo tener acceso a los fenómenos internos de las demás personas (Moreno, 2011).

Siguiendo este razonamiento, Wittgenstein propone que la noción de lenguaje privado se basa en una imagen falsa de los llamados procesos internos o procesos mentales. Dicha invención sería el producto de analogías superficiales en la gramática del lenguaje.

De esta forma, Wittgenstein propone que el pensamiento no es un objeto, sino una capacidad o habilidad normativa que se expresa en la práctica. Por lo tanto, para entenderlo no es necesario recurrir a términos psicológicos o fisiológicos (Moreno, 2011).

La postura de Wittgenstein, en este sentido, expone un supuesto error en la forma de entender los fenómenos internos, ya que estos suelen interpretarse bajo el modelo del mundo físico; es decir, se les atribuye una sustancia. Por el contrario, este autor expresa que aquello que comúnmente se denomina ‘mente’ no es algo que se encuentre hecho de algún material o localizado inherentemente en algún lugar, sino que es una serie distintiva de poderes y habilidades que son características del ser humano, entendido de manera general, incluyendo su cuerpo (Moreno, 2011).

La importancia de estudiar el problema mente-cuerpo

El problema mente-cuerpo es un dilema que afecta de manera fundamental la forma en que la realidad es estudiada e interpretada para construir cualquier tipo de conocimiento. En el caso de la ciencia, esta requiere desarrollarse a partir de un modelo concreto con el fin de interpretar sus resultados.

En este sentido, la psicología es tal vez una de las disciplinas científicas donde el problema mente-ciencia tiene mayor impacto; ya que la respuesta elegida por cada una de las escuelas psicológicas a esta cuestión, determina sus métodos de investigación, sus objetivos, e incluso sus objetos de estudio; generando una gran variedad de corrientes teóricas.

Tomando en cuenta lo anterior, es evidente que el estudio del problema mente-cuerpo y de las principales posturas frente a él, es muy necesario para cualquier persona involucrada en el desarrollo de la ciencia. Esto, debido a que brinda una perspectiva mucho más amplia acerca de las bases sobre las que se construye todo conocimiento. Al final, cualquier tipo de intento de comprender la realidad, debe partir de un presupuesto filosófico que le brinde solidez. Solo al comprender esto, seremos capaces de entender lo poco que realmente sabemos sobre el mundo que nos rodea, y lo endebles que pueden llegar a ser nuestras supuestas certezas.

Referencias:

  • Audi, R. (2004). Diccionario Akal de Filosofía. Madrid, España. Ediciones Akal S. A. [Documento PDF]
  • Lukomski, A. (2007). El problema mente-cuerpo. Logos, volumen (1), número (12). ciencia.lasalle.edu.co
  • Moreno, K. (2011). Wittgenstein y la naturalización de la mente. Tesis Psicológica, número (6), pp. 183-200. redalyc.org
  • Pujadas, L. (1986). K. Popper y la Filosofía de la Mente Contemporánea. Revista de Filosofía Taula, número (5), pp. 27-41. [Documento PDF].
  • Wozniak, R. (1992). René Descartes y el legado del dualismo mente-cuerpo. [Documento PDF] edumargen.org
R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
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Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.