Desde la introducción del término ‘estrés’ en el ámbito de la salud, por el médico austriaco Hans Selye en 1926, este fenómeno ha sido considerado de manera predominantemente negativa. De esta manera, el estrés es comúnmente visto como un factor potencialmente perjudicial que puede desencadenarse por eventos agobiantes, y dar lugar a enfermedades en múltiples sistemas del organismo, incluso conduciendo a la fatalidad. No obstante, es necesario aclarar que Selye también reconoció que el estrés no siempre es un enemigo, dando lugar a la distinción entre el eustrés y el distrés, las dos formas del estrés (Cruz, 2018). Dichos conceptos, ahora ampliamente utilizados en el ámbito de la psicología, reflejan la idea de que una dosis controlada de estrés puede ser saludable, subrayando la importancia de discernir entre estos dos aspectos del fenómeno.
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¿Qué es el estrés?
El término ‘estrés’ fue acuñado por el médico Hans Selye, considerándolo un concepto central en lo que llamó el ‘Síndrome General de Adaptación’ (SGA). Este autor concebía el estrés como una reacción natural y necesaria que desencadenaba una serie de respuestas orgánicas y fisiológicas destinadas a proteger al individuo de agresiones externas, normalmente de naturaleza física o biológica. Esta definición sugiere que el estrés implica al menos dos componentes: una demanda proveniente del exterior, conocida como el ‘estresor’, el estímulo o el agente del estrés, y una respuesta o adaptación generada en el receptor en función de su capacidad de resistencia. Al distinguir los efectos positivos y negativos del estrés, Seyle desarrolló los conceptos de eustrés y distrés para nombrar al estrés ‘bueno’ y al ‘malo’ respectivamente (Zavala, 2008; León, 2018; Espinoza, Pernas, González, 2018).
Concebido en muchos ámbitos como una patología médica, este fenómeno está experimentando un rápido crecimiento. Diferentes concepciones teóricas ofrecen enfoques variados para entender el estrés. Los enfoques fisiológicos y bioquímicos se centran en las respuestas orgánicas desencadenadas cuando una persona se enfrenta a una situación percibida como amenazante. Por otro lado, los enfoques psicosociales ponen énfasis en los estímulos y eventos generadores de estrés desde un contexto externo. Por su parte, los enfoques con orientación cognitiva resaltan la evaluación cognitiva que la persona realiza, teniendo en cuenta aspectos internos y del ambiente. Por último, los enfoques integradores consideran el estrés como una relación dinámica entre la persona y su entorno, donde la interpretación de los acontecimientos y la valoración de los recursos personales desempeñan un papel fundamental en la experiencia del estrés (Naranjo, 2009).
Dos caras del estrés: distrés y eustrés
El estrés, en su diversidad de manifestaciones y efectos, se ha convertido en una preocupación central para la salud y el bienestar de las personas. Hans Selye fue el primero en categorizarlo en dos clases fundamentales: el eustrés, a menudo denominado ‘estrés positivo’, y el distrés, conocido como ‘estrés negativo’. Esta clasificación se basa en la respuesta del individuo a un factor estresor, y en si esta respuesta es adecuada o inadecuada.
Eustrés se refiere a una respuesta armoniosa y equilibrada a los factores estresores, en la que la energía generada por la reacción del individuo se consume de manera biológica y física. Este tipo de estrés se asocia con situaciones de alegría, satisfacción, esparcimiento y diversión, así como con experiencias de carácter positivo. Dicho fenómeno se considera un ‘estrés necesario en la vida’ debido a su capacidad para fomentar el bienestar y promover comportamientos relacionados con la satisfacción personal (León, 2018).
Por otro lado, el distrés se refiere a una respuesta negativa o exagerada a los factores estresores, ya sea en el ámbito biológico, físico o psicológico, en la que no se logra consumir el exceso de energía generada. El distrés suele estar relacionado con esfuerzos excesivos, tanto a nivel corporal como intelectual o psíquico, y puede resultar de la exposición prolongada a contrariedades, frustraciones y estados de tensión aparentemente insuperables (León, 2018).
De esta forma, el eustrés se relaciona con experiencias que generan placer y satisfacción, promoviendo la armonía y el bienestar. En contraste, el distrés se asocia con experiencias desagradables que desencadenan desequilibrio y alteraciones psicosomáticas. Estas dos caras del estrés, junto con el estrés en sí mismo, son conceptos fundamentales para comprender cómo las demandas del entorno afectan la salud y el bienestar de las personas (Naranjo, 2009).
¿Cómo deriva el estrés en distrés o eustrés?
El estrés se manifiesta de manera uniforme en respuesta a cualquier demanda, ya sea física, psicológica o emocional, tanto positiva como negativa. Esta respuesta biológica del organismo es mensurable y se refleja en secreciones hormonales que desencadenan reacciones somáticas, funcionales y orgánicas. Es importante destacar que el estrés no discrimina entre emociones agradables y desagradables. Tanto una buena noticia como una mala noticia pueden generar estrés. Sin embargo, la mayoría de las veces, estas respuestas se producen de manera equilibrada y adaptadas a las normas fisiológicas de la persona, lo que se conoce como eustrés (Naranjo, 2009).
El eustrés se manifiesta cuando el organismo responde de manera positiva y adaptativa a las situaciones de amenaza, ya sean agradables o desagradables. En estas circunstancias, las respuestas del cuerpo están en armonía con las demandas del entorno y se realizan de manera natural, sin consecuencias negativas significativas. El eustrés se asocia con emociones como la alegría, el entusiasmo y la satisfacción.
Por otro lado, el distrés se presenta cuando las respuestas exigidas por una demanda intensa y prolongada, independientemente de su naturaleza, son excesivas y superan las capacidades de resistencia y adaptación del organismo. En este caso, el estrés se convierte en ‘mal estrés’, y se manifiesta en sentimientos negativos como la ansiedad, la frustración y la angustia. Lo que puede tener efectos perjudiciales para la salud física y mental (Naranjo, 2009).
La clave para entender cómo el estrés deriva en eustrés o distrés radica en cómo se perciben y se interpretan los acontecimientos. La misma situación puede ser experimentada como eustrés por una persona y como distrés por otra, dependiendo de su percepción y respuesta ante la demanda. Esto subraya la importancia de la subjetividad en la experiencia del estrés (Naranjo, 2009).
El estrés en la vida cotidiana: ejemplos de eustrés y distrés
El estrés, ya sea en su forma positiva (eustrés) o negativa (distrés), es una parte inevitable de la vida cotidiana. A continuación, se presentan algunos ejemplos de situaciones que pueden provocar distrés y eustrés:
Distrés:
- Problemas financieros: La preocupación constante por las deudas, la falta de dinero para cubrir las necesidades básicas o la pérdida de empleo pueden generar un alto nivel de distrés.
- Conflictos familiares: Tensiones en el hogar, como disputas conyugales, problemas de crianza o cuidado de familiares enfermos.
- Exceso de trabajo: Las cargas laborales excesivas, los plazos ajustados y las presiones en el trabajo.
- Pérdida de un ser querido: El duelo por la pérdida de un familiar o amigo cercano puede desencadenar emociones intensas de tristeza y dolor.
- Problemas de salud: Un diagnóstico médico grave, una enfermedad crónica o el dolor crónico pueden generar preocupación y ansiedad.
Eustrés:
- Eventos positivos de la vida: Acontecimientos como el matrimonio, el nacimiento de un hijo, la graduación o una promoción en el trabajo.
- Viajes y aventuras: Planificar y realizar un viaje deseado o participar en actividades de aventura como el senderismo o la práctica de deportes extremos.
- Metas y desafíos personales: Establecer metas personales y profesionales ambiciosas, como aprender un nuevo idioma o emprender un negocio propio.
- Relaciones positivas: La formación de nuevas amistades, el fortalecimiento de relaciones interpersonales y la conexión con seres queridos.
- Creatividad y expresión artística: Participar en actividades creativas como la pintura, la escritura o la música, así como la expresión a través del arte.
Es importante recordar que la percepción y la respuesta de cada persona ante estas situaciones pueden variar significativamente. Es decir, lo que para una persona puede ser eustrés, para otra puede resultar en distrés, y viceversa.
El combate del distrés
El distrés, ese estado de tensión y malestar que puede afectar negativamente nuestra salud física y mental, es un desafío que todos enfrentamos en algún momento de la vida. Sin embargo, es crucial aprender a combatirlo de manera efectiva para preservar nuestro bienestar y calidad de vida.
Uno de los enfoques más comunes para combatir el distrés es a través de la ‘relajación psicofísica’. Este enfoque se centra en disminuir la tensión muscular y liberar la carga mental asociada al estrés. Si bien, la relajación psicofísica puede proporcionar alivio temporal y mejorar la sensación de bienestar, no aborda la fuente generadora de distrés. Así, aunque se intentan aliviar los síntomas, no se trata la enfermedad subyacente (León, 2018).
Por otro lado, el uso del propio eustrés es un enfoque que se dirige a las respuestas adaptativas del estrés, lo que facilita un desempeño equilibrado ante las demandas del entorno. Este enfoque no solo busca aliviar los síntomas del distrés, sino que también modifica los comportamientos internos de la persona y su entorno. Para lograr esto, esta aproximación combina actividades eustresantes, tanto externas como internas, que aborden la raíz de la fuente generadora de distrés (León, 2018).
Existen, además, algunos factores que deben ser tomados en cuenta para prevenir el distrés. Entre los más mencionados se encuentran los siguientes:
- Practicar ejercicio físico de forma regular.
- Reposo adecuado.
- Mantener una alimentación equilibrada.
- Desarrollar habilidades sociales y mantener relaciones interpersonales positivas.
- Dedicar tiempo a actividades de esparcimiento y ocio.
- Organizar el tiempo y establecer metas claras.
(Naranjo, 2009; Espinoza, Pernas, González, 2018).
¿Existe un nivel óptimo de estrés?
La idea de un nivel óptimo de estrés se refiere a la cantidad de estrés biológicamente necesaria para que una persona funcione de manera armoniosa en condiciones óptimas, teniendo en cuenta su personalidad y sus capacidades de adaptación. En otras palabras, se trata de la cantidad justa de estrés que una persona necesita para estar alerta y rendir bien en sus actividades diarias.
Es importante recordar que el estrés, en sí mismo, no es necesariamente perjudicial. Este es una respuesta adaptativa natural que nos ayuda a enfrentar desafíos y demandas. Cuando una persona se encuentra por debajo del umbral óptimo de estrés, es decir, experimenta muy poco estrés, su organismo puede estar ‘sub-estimulado’, lo que puede llevar a sentimientos de enojo y fatiga. Por otro lado, cuando una persona opera por encima del nivel óptimo de estrés, su organismo puede estar ‘sobre-estimulado’, lo que puede resultar en agotamiento, estrés crónico y efectos secundarios perjudiciales (Naranjo, 2009).
La clave para aprovechar al máximo el estrés es conocer el nivel de estrés personal, nuestros límites y nuestra capacidad de adaptación. Cada persona es diferente, y lo que puede ser una cantidad óptima de estrés para una, puede ser demasiado o insuficiente para otra. De esta manera, la dosis adecuada de estrés puede variar según la personalidad, las circunstancias y las demandas individuales (Naranjo, 2009; Cruz, 2018).
En este sentido, es posible decir que el estrés tiene un nivel óptimo que varía según la persona, y es importante conocer y mantener ese equilibrio para aprovechar sus beneficios adaptativos sin caer en el distrés crónico. Así, el estrés, en su medida adecuada, puede ser una herramienta útil para enfrentar desafíos y alcanzar metas elevadas, siempre y cuando se gestione de manera conveniente y se mantenga bajo control.
Referencias:
- Cruz, G. (2018). Desestigmatizando la función del estrés. Revista Electrónica de Psicología Iztacala. volumen (21), número (2). revistas.unam.mx
- Espinoza, A., Pernas, I., González, R. (2018). Consideraciones teórico metodológicas y prácticas acerca del estrés. Humanidades Médicas, volumen (18), número (3). scielo.sld.cu
- León, M. (2018). Revisión teórica de eustrés y distrés, definidos como reacción hacia los factores de riesgo psicosocial y su relación con las estrategias de afrontamiento. Universidad CES Facultad de Medicina. repository.ces.edu.co
- Naranjo, M. (2009). Una revisión teórica sobre el estrés y algunos aspectos relevantes de éste en el ámbito educativo. Revista Educación, volumen (33), número (2), pp. 171–190. revistas.ucr.ac.cr
- Zavala, J. (2008). Estrés y burnout docente: conceptos, causas y efectos. Educación, volumen (17), número (32), pp. 67-86. revistas.pucp.edu.pe
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