Origen de la orientación sexual ¿Es innata o adquirida?

Existen diversas teorías sobre el origen de la orientación sexual, las cuales consideran factores como la naturaleza o la crianza. No obstante, estas explicaciones no siempre se excluyen entre sí.

Es muy importante comenzar este artículo aclarando que no existe consenso dentro de la comunidad científica sobre cuál es el origen de la orientación sexual. Por el momento, se han formulado diversas teorías que intentan explicar los factores involucrados en el desarrollo, establecimiento y fluidez de la atracción sexual. Algunas de ellas exploran los posibles aspectos biológicos involucrados en la configuración de esta manifestación de la sexualidad; mientras que otras, estudian la influencia que tiene la cultura y la sociedad en esta misma dimensión (Bailey, et.al 2016; DeBord, et.al 2017; American Psychological Association, 2020).

A pesar de dichos esfuerzos, no existen hallazgos suficientes que permitan a los científicos concluir que la orientación sexual está determinada por algún factor en particular; ya sea este biológico o ambiental. Por otro lado, algunos investigadores consideran que tanto la naturaleza como la crianza, juegan un papel importante en el desarrollo de la orientación sexual. Ante esto, lo que es innegable, es que la mayoría de las personas experimentan poco o ningún sentido de elección sobre las o los objetos de su atracción (Bailey et al., 2016; DeBord et al., 2017; Jiménez, Rodrigues, 2017; Neckenig, 2018; American Psychological Association, 2020).

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A continuación, se mencionarán algunas de las teorías más importantes sobre el posible origen de la orientación sexual; así como las limitaciones de los resultados obtenidos en las investigaciones realizadas sobre dichas propuestas.

El interés por el origen de la orientación sexual

Desafortunadamente, el debate en torno al origen de la orientación sexual no se desarrolla sólo dentro del ámbito académico y científico. La falta de una respuesta definitiva en este sentido permite que los resultados obtenidos por las distintas investigaciones sobre el tema sean manipulados y reinterpretados en favor de intereses políticos, sociales, religiosos y culturales. Esto, con el fin de justificar prejuicios, ideologías, e incluso normativas homofóbicas y transfóbicas que dañan a la comunidad LGBTQ+; un segmento de la población ya de por sí marginado (Bailey et al., 2016; Jiménez, Rodrigues, 2017; Hammack et al., 2021). 

A pesar de la falta de claridad sobre las posibles causas biológicas, genéticas, psicológicas o sociales de la orientación sexual, la comunidad científica ha aceptado que la atracción sexual y el interés romántico entre personas del mismo sexo, no es una enfermedad. De esta manera, la homosexualidad y la bisexualidad se han retirado de los manuales clínicos y los criterios diagnósticos de las principales organizaciones de salud mental en el mundo (Barrios, Torales, 2017; Jiménez, Rodrigues, 2017).

¿Qué es la orientación sexual?

Uno de los primeros obstáculos con los que se enfrenta el estudio de la orientación sexual proviene de su propia definición. Generalmente, esta se describe como un patrón duradero de atracciones emocionales, románticas y/o sexuales hacia hombres, mujeres o ambos sexos. Este concepto también se relaciona con el sentido de identidad de una persona basado en esas atracciones, comportamientos relacionados y pertenencia a una comunidad de otras y otros sujetos que comparten dichas atracciones (American Psychological Association, 2020). No obstante, orientación e identidad de género son dimensiones distintas. La primera, describe las identidades sexuales, las atracciones sexuales y los comportamientos sexuales de una persona con parejas del mismo o diferente sexo; mientras que la identidad de género, implica la expresión de género y la presentación de género. Es decir, si una persona se describe e identifica como hombre, mujer, ninguno, u otro género (Hammack et al., 2021).

Por otro lado, es un error considerar la orientación sexual como una característica individual, como el sexo biológico, la identidad de género o la edad; ya que esta dimensión se define en términos de la relación con los demás. De esta forma, expresiones físicas de deseo, amor o intimidad, como los besos y las caricias; o actitudes como el compartir metas, el apoyo emocional o el compromiso, también son factores que definen la orientación sexual (American Psychological Association, 2020).

La complejidad de la orientación sexual como objeto de estudio

La orientación sexual es considerada como un proceso dinámico y multivariable que no se puede comprender únicamente a partir del criterio de atracción; ya que éste representa solo una dimensión autónoma dentro del constructo complejo que constituye la propia orientación sexual (Neckenig, 2018). Desafortunadamente, el estudio de esta dimensión ha requerido su simplificación con el fin de facilitar su análisis y clasificación. De esta manera, la búsqueda del origen de la orientación sexual, en muchas ocasiones es la búsqueda del origen de la atracción física hacia uno u otro sexo.

Factores de la orientación sexual

En algunas ocasiones, se han propuesto modelos que intentan describir las distintas variables que componen la orientación sexual. Un ejemplo notable es el siguiente:

  • Atracción sexual: Es la dirección que adoptan los intereses eróticos y románticos de una persona. Esto es, qué tipo de persona me gusta.
  • Comportamiento sexual: Es la manera en que se expresa la sexualidad, y responde a la cuestión de con quién se mantienen relaciones sexuales y románticas.
  • Fantasías sexuales: Pueden formar parte de la vida real o responder exclusivamente a la imaginación. Aunque aportan información sobre la orientación sexual, no la determinan.
  • Preferencia emocional: Es un sentimiento de afinidad que se expresa en el momento de enamorarse de uno u otro sexo.
  • Preferencia social: Consiste en el interés por socializar con personas del mismo o de otro sexo.
  • Identidad sexual: Es la identificación con una orientación sexual. Se refiere a la manera en la que una persona se define a sí misma en lo que a orientación sexual se refiere.
  • Estilo de vida (heterosexual, gay, bisexual…): Toma en cuanta la orientación sexual de las personas con las que el individuo prefiere socializar.

(Klein, citado por Neckenig, 2018).

Al comprender la orientación sexual de esta manera, podemos percibir su complejidad. Por ejemplo, una persona puede tener fantasías sexuales sobre personas de su mismo sexo, sin que su comportamiento, identidad o estilo de vida lo definan como gay. Por otro lado, una persona puede sentir atracción sexual hacia individuos de ambos sexos, pero sólo enamorarse de otra persona de su mismo sexo. Además, es posible que la identidad sexual y la identidad de género no sean compatibles. Por ejemplo, que una persona reconozca que se siente atraída a personas de su mismo sexo, pero que no pueda aceptarse como gay o bisexual.

El estudio de la orientación sexual limitado por las palabras

En gran parte de las investigaciones desarrolladas sobre la orientación sexual, esta dimensión se define como un continuo donde las personas se sitúan en relación de su grado de atracción hacia uno u otro sexo. De acuerdo a esta lógica, solo existirían tres orientaciones: homosexual, bisexual y heterosexual; y la vida sexual de las personas se expresaría en términos de que tan gay o “hetero” son en realidad (Akpan, 2019). Este enfoque tan limitado, deja fuera una gran variedad de expresiones de la vida sexual, como la asexualidad o la pansexualidad. Hecho que sesgaría tanto los métodos como los resultados de dichos trabajos de investigación.

Por otro lado, para evadir la posible confusión generada por el empleo de expresiones relacionadas a la identidad sexual (como hombre o mujer, gay, lesbiana, asexual, intersexual o bisexual) al hablar de la orientación sexual, algunos investigadores optan por adoptar los términos androfilia, para referirse a la atracción hacia miembros del sexo masculino; y ginofilia, para aludir a la atracción hacia miembros del sexo femenino (Bailey et al., 2016). De esta manera, cualquier persona, ya sea homosexual, bisexual, transexual, pansexual o heterosexual, que se sienta atraída por una mujer, experimentaría ginofilia.

Es necesario destacar que esta denominación no se encuentra libre de confusiones, ya que plantea la duda sobre si el sexo biológico aludido se define por la constitución anatómica (lo que incluiría a una persona transexual); o bien, por el sexo de nacimiento. Al final, esta ambivalencia corresponde al terreno de la investigación académica, ya que, en el mundo real, cada quien sabe lo que le gusta, más allá del nombre que se le asigne a su deseo.

¿La orientación sexual tiene un origen biológico?

Gran parte de las investigaciones realizadas en torno al origen de la orientación sexual suponen que esta dimensión se encuentra determinada principalmente por mecanismos biológicos. Por lo tanto, los humanos se desarrollarían de formas predeterminadas e inmutables, y estos rasgos permanecerían fijos a lo largo de su ciclo de vida (DeBord et al., 2017).

La principal limitante observada en este tipo de estudios, es el hecho de que sus hallazgos rara vez pueden replicarse. Por lo tanto, no constituyen respuestas definitivas sobre el asunto que pretenden resolver. Además, los resultados obtenidos en favor del componente biológico de la orientación sexual, no descartan la influencia del ambiente en el desarrollo de la misma dimensión (Bailey et al., 2016; Debord et al., 2017).

El estudio de las hormonas como supuesto origen de la orientación sexual

La teoría de que existe un componente hormonal que determina la orientación sexual de las y los individuos, es una de las propuestas más estudiadas sobre este tema.

De esta forma, se ha explorado, por ejemplo, si la atracción hacia el sexo femenino o masculino se encuentra determinada por niveles de testosterona o estrógenos más elevados. En este sentido, no se ha encontrado diferencia entre la cantidad de testosterona registrada por los hombres heterosexuales y los hombres homosexuales estudiados. Por otro lado, en un estudio en particular, las mujeres homosexuales sí presentaron niveles ligeramente más altos de esta hormona, que los registrados por sus contrapartes heterosexuales. No obstante, dichos resultados no han podido ser replicados, por lo que la influencia de la testosterona como factor determinante de la orientación sexual no ha sido comprobada (Roselli, 2018). 

La hipótesis de que las personas homosexuales presentan niveles anormales de hormonas que causan la atracción a individuos del mismo sexo, ha sido refutada repetidamente. Evidencia de ello, son las infames pruebas clínicas donde se intentó inducir deseo heterosexual en hombres gay, administrándoles testosterona. Dichos experimentos resultaron en la generación de mayores instancias de sexo con otros hombres que antes del tratamiento (Breedlove, 2018).

Algunos estudios han explorado la posibilidad de que la exposición a niveles anormales de hormonas durante el periodo de gestación, pudiera ser responsable de conductas menos estereotípicas al sexo de nacimiento y el desarrollo de interés sexual por individuos del mismo sexo. Ciertos trabajos encontraron resultados positivos en este sentido. Pero la dificultad de realizar y replicar este tipo de experimentos en condiciones objetivas, y la existencia de otras investigaciones que contradicen dicha teoría, presentan esta hipótesis como inconcluyente (DeBord et al., 2017).

Búsqueda de estructuras neuroanatómicas responsables de la orientación sexual

El cerebro es identificado como el órgano responsable de nuestros impulsos, pensamientos y conducta; por lo tanto, existe un importante cuerpo de investigaciones que buscan encontrar una relación entre determinadas estructuras neuroanatómicas y el origen de la orientación sexual.

En primer lugar, se han llevado autopsias que comparan la conformación de cerebros de sujetos homosexuales y heterosexuales. Algunas investigaciones de este tipo han asegurado encontrar diferencias importantes en este sentido. No obstante, la elección de personas enfermas o en tratamiento hormonal en estos trabajos, y el desarrollo de otras investigaciones que contradicen estos resultados, ponen en duda la solidez de esta teoría (DeBord et al., 2017).

Por otro lado, se han utilizado técnicas de neuroimagen con el fin de estudiar la conformación del cerebro y descubrir posibles estructuras responsables de la orientación sexual. A diferencia de otros enfoques, estas investigaciones han arrojado resultados preliminares muy interesantes. En este sentido, se ha encontrado diferencias significativas en la concentración de materia gris en estructuras específicas entre hombres y mujeres; así como entre mujeres heterosexuales y mujeres homosexuales. De igual forma, se registraron diferencias notables en la concentración de materia blanca entre individuos transexuales e individuos no transexuales. Además, se observaron diferencias en la distribución, simetría y tamaño de ciertas estructuras entre personas heterosexuales y personas homosexuales (DeBord et al., 2017).

Sumado a esto, algunos investigadores han encontrado que el cerebro de personas heterosexuales y el de sujetos homosexuales responden diferente a ciertos estímulos, como el olor de hormonas putativas específicas del sexo (DeBord et al., 2017).

Es importante destacar, sin embargo, que las diferentes limitaciones que caracterizan la tecnología de neuroimagen, sugieren que estos resultados deben interpretarse con reservas (DeBord et al., 2017).

Exploración del supuesto origen genético de la orientación sexual

El supuesto componente genético detrás de la orientación sexual se ha explorado de distintas formas.

En primer lugar, se han llevado a cabo estudios utilizando gemelos con el fin de dimensionar las influencias genéticas en comparación con las ambientales. Estos trabajos han utilizado tanto gemelos idénticos como gemelos fraternos. En el mejor de los casos, se buscó que alguno de los hermanos fuera homosexual; o bien, que estos hubieran sido separados al nacer. Las limitaciones en este tipo de estudios son bastante obvias. La oportunidad de encontrar sujetos en las condiciones deseadas son muy escazas, por lo que el alcance de los resultados es muy limitado. En cualquier caso, este tipo de trabajos sugiere que la influencia del factor genético está presente, pero no es determinante cuando dicha predisposición no es alentada por la educación o la cultura (Bailey, et.al 2016).

Por otro lado, existen estudios de genética molecular que tienen el potencial de identificar genes particulares y dilucidar la vía causal de un gen a un rasgo. Trabajos anteriores habían encontrado relación entre ciertas regiones en cromosomas específicos (Bailey et al., 2016; Sanders, et.al 2021). No obstante, investigaciones actuales han determinado que la sexualidad es poligénica, lo que significa que cientos o incluso miles de genes hacen pequeñas contribuciones al rasgo. Dicho patrón puede compararse a características hereditarias complejas como la altura. Este descubrimiento implica que los genes juegan un papel pequeño y limitado en la determinación de la sexualidad; y que no existe algo parecido a un “gen gay” que defina la orientación sexual.

¿La orientación sexual tiene su origen en el ambiente?

Al analizar detenidamente el estudio de los posibles factores biológicos involucrados en el origen de la orientación sexual, es posible darse cuenta que el debate entre naturaleza y ambiente se presenta afuera, más que adentro del ámbito científico. Frecuentemente, los estudios en neuroanatomía y genética mencionan la posible influencia de aspectos ambientales y culturales como un complemento en el desarrollo de la orientación sexual. En este sentido, es posible identificar el estudio de distintos tipos de factores externos en el desarrollo de esta dimensión. Por un lado, se encuentra la influencia de la crianza y la cultura, mientras que en el otro se consideran los aspectos circunstanciales.

La educación y el origen de la orientación sexual

Una de las dimensiones sociales más estudiadas en la conformación de la orientación sexual, es la posible influencia de la educación. De esta forma, se ha explorado el papel que tiene el crecer bajo la no-conformidad de género en el desarrollo de una identidad sexual no-heterosexual. Esta dimensión se expresaría en conductas que no corresponden estereotípicamente a su sexo; así como en actividades que no identificables con su género. En este sentido, se ha encontrado que las y los niños que muestran actitudes de no-conformidad de género, son más propensos a crecer como no-heterosexuales cuando son adultos. El problema con estos resultados consiste en que no es posible determinar con claridad si esta no-conformidad es realmente el producto de un estilo de educación concreto, o solo es un rasgo innato reafirmado por el entorno inmediato.

Por otro lado, existe la creencia popular de que la homosexualidad es el resultado de una mala relación con los padres. Es importante aclarar que dicha postura no tiene ningún fundamento científico. En muchos casos, estas ideas se nutren por la opinión de pseudoterapéutas que basan dichas afirmaciones en teorías altamente especulativas, en lugar de estudios científicos sistemáticos.

De igual forma, es necesario aclarar que no existe evidencia científica que soporte la creencia de que las y los niños educados por padres o madres no-heterosexuales, sean más proclives a ser homosexuales. Por el contrario, las revisiones de datos de muestras de conveniencia han sugerido que las y los menores criados por padres homosexuales tienen resultados similares a los de los niños criados por padres heterosexuales, con respecto a la orientación sexual y la calidad de vida (Bailey et al., 2016).

La influencia del entorno social en el desarrollo de la orientación sexual

Existe la teoría de que el concepto de orientación sexual es el resultado de procesos psicosociales y culturales destinados a dar sentido a las experiencias humanas. Estos procesos incluyen contextos políticos que privilegian el comportamiento heteronormativo, y oprimen a quienes no se sienten únicamente atraídos por el sexo opuesto. Siguiendo esta lógica, la adopción de políticas y normativas más tolerantes con la expresión de deseos y conductas no-heterosexuales, favorecería el desarrollo de otras orientaciones como la homosexual o la bisexual (DeBord et al., 2017). La propia realidad cuestiona esta postura, ya que aún en entornos restrictivos y homofóbicos, la homosexualidad se encuentra presente, expresándose de manera clandestina.

Analizando estos resultados, es posible darse cuenta que la cultura y la educación son factores importantes en el desarrollo de la sexualidad. Aunque su influencia es mucho más notable sobre la identidad de género que sobre la orientación sexual.

Experiencias sexuales tempranas y el origen de la orientación sexual

La hipótesis de que el abuso sexual, el acoso o la experiencia sexual temprana, provoca la homosexualidad, ha sido objeto de mucha especulación, pero no tiene respaldo científico.

Por el contrario, existen trabajos de investigación que han estudiado esta teoría; encontrando que la proporción de menores abusados sexualmente que al crecer se identifican como homosexuales, es similar a la registrada en la población que no ha cruzado por esta experiencia (LeVay, 2017).

Hipótesis del origen multifactorial de la orientación sexual

Como ya se ha mencionado, una importante cantidad de científicos considera que, al igual que la identidad sexual, la orientación sexual puede ser el producto de múltiples causas de tipo ambiental, biológico y cognitivo (Neckenig, 2018). Algunos de los modelos teóricos más importantes en este sentido proponen que existe una predisposición biológica que es activada por variables externas. Por ejemplo, existe la teoría de que el cerebro es en realidad un órgano plástico que cambia en respuesta a factores ambientales y experiencias de la vida. De esta manera, las diferencias neuroanatómicas encontradas entre personas de diferente orientación a través de neuroimagen, serían el resultado de la influencia constante que ciertos factores ambientales han tenido en la biología de dichas y dichos sujetos (DeBord, et.al 2017).

Por otro lado, investigaciones recientes en epigenética han encontrado evidencia de que factores ambientales, como la dieta, el ejercicio y la exposición a toxinas, pueden alterar la forma en que se expresan los genes. Descubrimientos que desafían la creencia que alguna vez se tuvo de que la expresión de nuestro ADN es fija a lo largo de la vida (DeBord, et.al 2017). Siguiendo esta tendencia, la determinación de la sexualidad como una dimensión poligenética; es decir, influenciada por pequeñas contribuciones de numerosos genes, destaca la importancia del papel que tiene el medio ambiente en la configuración del comportamiento sexual humano, y junto con ello, en el origen de la orientación sexual (Ganna et al., 2019).

Orientación sexual y “elección”

Aunque no se tiene una respuesta concreta e irrebatible sobre el origen de la orientación sexual, lo que es indiscutible es que la mayoría de las personas experimentan poco o ningún sentido de elección sobre su orientación sexual (American Psychological Association, 2020). Es decir, que no juzgan que hayan elegido sentirse atraídas o atraídos por uno, otro, ambos, o ningún sexo.

La pregunta sobre si una persona elige ser heterosexual, homosexual, bisexual o tener cualquier otra orientación, suele realizarse sobre todo en un contexto sociopolítico, y no tanto en el ámbito científico. Esto obedece a que es un cuestionamiento mal planteado y tendencioso (Bailey et al., 2016). La palabra “elección” en esta pregunta se plantea en dos sentidos: como el tener una alternativa frente a los sentimientos de atracción sexual; y como el decidir a actuar en consecuencia a dichas emociones.

En el primer caso, cuando se atribuye un origen exclusivamente biológico a la orientación sexual, sin que para ello se tenga necesariamente alguna evidencia científica, se asume que la homosexualidad no es escogida libremente y, por lo tanto, las personas no serían responsables de su no-heterosexualidad. De igual forma, al suponer que la orientación sexual es causada por el medio ambiente, y no por la genética o la bioquímica, ésta no sería el producto del libre albedrio, por lo que tampoco existiría una alternativa frente a dicha atracción (Bailey et al., 2016). En ambas situaciones, es común que las orientaciones no-heterosexuales sean consideradas como “anormalidades” que son “sufridas” por las personas que las padecen; las cuales pueden ser “disculpadas” por su falta de control sobre ellas.

En lo referente a si se elige actuar en consecuencia a los sentimientos de atracción sexual, realmente se cuestiona la identidad, y no el origen de la orientación sexual.

Dificultades en el estudio del origen de la orientación sexual

Hasta ahora, se han discutido algunas de las limitaciones que presentan las distintas explicaciones sobre el origen de la orientación sexual. No obstante, el propio proceso de investigación de esta dimensión se enfrenta con diferentes obstáculos metodológicos en su diseño. Entre las dificultades más relevantes en este sentido, se encuentran las siguientes:

  • Muchos estudios clasifican y comparan sus sujetos de estudio a partir de categorías limitadas; como exclusivamente homosexual y exclusivamente heterosexual. Esto, sin considerar la bisexualidad u otro tipo de orientaciones sexuales.
  • Debido a los prejuicios sociales y a la criminalización de la población LGBTQ+ en muchas partes del mundo, no es posible conocer con seguridad la cantidad real de personas que tienen orientaciones no-heterosexuales.
  • Pocos estudios toman en cuenta la fluidez sexual de sus sujetos, considerando la orientación sexual como una dimensión estática.
  • Los sentimientos de atracción suelen presentarse y medirse a través de autoinformes, los cuales son susceptibles al ocultamiento y distorsión de información.
  • Algunos estudios se realizan a partir de actitudes pro- o anti- LGBTQ+, buscando que sus resultados confirmen sus creencias y prejuicios.
  • La orientación sexual es un proceso multivariable que no puede comprenderse atendiendo a un solo criterio.
  • Muchos estudios aún consideran la orientación sexual como un continuo entre completa heterosexualidad y completa homosexualidad.
  • Frecuentemente, el origen de la orientación sexual es considerado un tema de estudio demasiado sensible y peligroso; ya que los resultados de su investigación suelen interpretarse fuera de contexto para justificar la homofobia social e institucional.
  • Muchos estudios ignoran o marginan a la población transexual.
  • Los estudios más grandes e importantes sobre orientación sexual suelen realizarse en población mayoritariamente blanca.

(Bailey et al., 2016; DeBord et al., 2017; Neckenig, 2018; Akpan, 2019).

El debate sobre el origen de la orientación sexual al servicio de la homofobia

El debate sobre si la orientación sexual es el producto de procesos naturales o de variables ambientales no tiene una respuesta definitiva dentro de la comunidad científica. De hecho, cada vez es más común dentro de ella, la defensa de una explicación que involucra la influencia conjunta de elementos biológicos y factores sociales. No obstante, esta falta de evidencias concretas no ha evitado que distintos movimientos políticos, culturales y religiosos reinterpreten los resultados de distintas investigaciones al respecto para justificar todo tipo de prejuicios y posturas homofóbicas.

Por ejemplo, hay quien afirma que, si existen elementos hormonales y neurológicos involucrados en el origen de la orientación sexual, entonces sería posible crear una “cura” para la homosexualidad. O bien que, si la orientación y la identidad sexual son el producto del ambiente, sería posible “reeducar” a una persona gay para que sea heterosexual (Bailey et al., 2016).

La afirmación de que la orientación sexual es una elección, ha permitido a diversos gobiernos desarrollar políticas homofóbicas y criminalizar a la población LGBTQ+. Tendencia que se encuentra presente y se fortalece aún dentro de organismos Internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (Jiménez, Rodrigues, 2017).

Al final, es posible darse cuenta que, en el mundo real, las contribuciones de la ciencia influyen muy poco en la percepción que las personas tienen de la sexualidad; y que muchas veces, los descubrimientos académicos se deforman y utilizan como armas para justificar agendas políticas y sociales, que tienen muy poco interés por la verdad.

El supuesto origen de la orientación sexual y la tolerancia

Por otro lado, es posible notar una fuerte correlación entre las creencias sobre los orígenes de la orientación sexual y la tolerancia a la no-heterosexualidad. Específicamente, aquellas personas que creen que la orientación sexual es una dimensión innata e inmutable son especialmente propensos a favorecer la igualdad de derechos para las personas homosexuales y bisexuales (Bailey, et.al 2016). En este sentido, existe una marcada tendencia por parte de algunos movimientos pro-LGBTQ+ a favorecer y promover este tipo de teorías esencialistas biologicistas; con el fin de influir en la opinión pública en favor de los hombres homosexuales, las lesbianas y las personas transgénero.

De hecho, un gran sector de la población LGBTQ+ cree que la ciencia confirmará eventualmente las contribuciones genéticas a la orientación sexual y la identidad de género. Para algunos miembros de esta comunidad, estos resultados pueden significar mejoras concretas en su vida; como mejor acceso y calidad de la atención médica y otros recursos, y mayor aceptación en entornos familiares, socioculturales y políticos. No obstante, estas creencias también despiertan miedos específicos; como la patologización y medicación de la homosexualidad y otras orientaciones sexuales, evaluaciones maliciosas, o el uso indebido de resultados genéticos (Hammack et al., 2021).

Terapia de cambio de orientación sexual o de conversión

Uno de los riesgos más importantes que surge de la malinterpretación y manipulación de las investigaciones sobre el origen de la orientación sexual, son las llamadas terapias de cambio de orientación sexual o terapias de conversión. Este tipo de pseudoterapias son intentos de cambiar a las personas con orientación homosexual, a personas con orientación heterosexual, a través de la psicoterapia o técnicas conductuales. En el pasado, las terapias de conversión se complementaban con tratamientos psiquiátricos u hormonales, lo que profundizaba aun más el daño provocado por este tipo de intervenciones (Bailey, et.al 2016).

Es necesario destacar que las terapias de cambio de orientación sexual no tienen respaldo científico, y que están basadas en la distorsión de aproximaciones clínicas reconocidas con el fin de validar la imposición de sus propios objetivos morales. Tanto la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, como la Asociación Estadounidense de Psicología, se oponen a la terapia de conversión por razones tanto éticas como científicas. La terapia de conversión actual, incluida la llamada terapia reparadora, es comúnmente ofrecida por y para los practicantes religiosos (Bailey et al., 2016).

Lejos de cumplir con los objetivos clínicos que dicen perseguir, las terapias de conversión pueden crear un entorno potencialmente dañino en el que prosperan los prejuicios y la discriminación. Además, este tipo de intervenciones se consideran procedimientos antiéticos ya que pretenden tratar algo que no es un trastorno como si fuera una enfermedad (Barrios, Torales, 2017).

Ética en el estudio de la orientación sexual

Dada la forma en que la investigación científica sobre temas relacionados con la sexualidad es tratada fuera del ámbito académico; la comunidad científica debe hacerse consciente y responsable del efecto potencial de los resultados de su trabajo en la sociedad. Esto no significa que deba prohibirse la búsqueda de conocimiento en este sentido; no obstante, es necesario que los profesionales estén interesados en cómo sus descubrimientos se discuten y aplican en el mundo real (DeBord et al., 2017).

Algunos esfuerzos de este tipo ya se han puesto en marcha. Por ejemplo, las afirmaciones sobre el origen poligenético de la sexualidad y la ausencia de un “gen gay”, llevadas a cabo por un numeroso equipo de investigadores americanos y europeos en el 2019, fueron difundidas con la ayuda de talleres; en los que representantes del público, activistas e investigadores discutieron la justificación, los resultados y las implicaciones del estudio realizado (Ganna et al., 2019).

Referencias:

  • Akpan, N. (2019) There is no ‘gay gene.’ There is no ‘straight gene.’ Sexuality is just complex, study confirm. PBS News Hour. pbs.org
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R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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R. Mauricio Sánchez
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Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.