Psicología del dolor y su aplicación en el dolor crónico

La presencia de factores emocionales, cognitivos y comportamentales en el dolor crónico, hace indispensable la participación de la psicología en su tratamiento.

En la actualidad, la psicología juega un papel fundamental en el tratamiento del dolor, especialmente en el manejo del dolor crónico. Los factores psicológicos, que incluyen elementos emocionales, cognitivos y comportamentales, son cruciales en la experiencia del dolor. Esta comprensión surge de la maduración de la psicología como ciencia, que ha permitido abordar el dolor como un fenómeno complejo y elaborar explicaciones multidimensionales. Estas explicaciones consideran la interacción de múltiples causas físicas y psicológicas, y han dado lugar a programas de intervención psicológica en la clínica del dolor (Rodríguez, 2011).

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Durante la última década, el aumento de la investigación enfocada en explorar tratamientos para el dolor crónico, ha tenido importantes implicaciones para la coordinación actual del manejo médico y psicológico de las personas que sufren de este tipo de dolor (Carlson, 2014). Esta integración de enfoques ha demostrado ser esencial para el desarrollo de estrategias de tratamiento más efectivas y holísticas, que no solo aborden los aspectos físicos del dolor, sino también los componentes psicológicos que pueden influir en su percepción y manejo.

¿Qué es el dolor?

De manera general, el dolor se define como ‘una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a una lesión hística presente o potencial, o descrita en términos de la misma’. Concebido de esta manera, el dolor sería una experiencia subjetiva y compleja, involucrando cogniciones, emociones y conductas, y que no necesariamente requiere la presencia de una lesión para ser experimentado (Zaneti, Martínez, Castillo, 2020).

Tipos de dolor

El dolor puede ser clasificado en tres categorías:

  • Dolor fásico: Es de corta duración y refleja el impacto inmediato de una herida o lesión. Por lo general, provoca movimientos reflejos de retirada o protección y conductas verbales y no verbales reconocibles como dolorosas por los observadores.
  • Dolor agudo: Incluye el dolor fásico, y un estado tónico que persiste durante un período variable de tiempo hasta que la curación tiene lugar. Generalmente, el dolor agudo tiene un curso bien definido y desaparece cuando se tratan adecuadamente las causas que lo provocaron. Es común que venga acompañado de signos observables de daño, como inflamación o manifestaciones neurovegetativas, que respaldan las quejas del paciente. El dolor resultante de una lesión normalmente se resuelve en un período de pocos días a tres meses.
  • Dolor crónico: Se define como aquel que persiste más allá del tiempo en que normalmente debería haber desaparecido (más de 6 meses). Este tipo de dolor generalmente presenta un inicio progresivo y no puede asociarse directamente a una lesión. Su curso es impredecible y frecuentemente no responde a los tratamientos convencionales de la manera esperada. Durante este período, el dolor puede ser constante o aparecer de manera intermitente, y muchas personas no experimentan mejoría después de aplicar tratamientos convencionales. El dolor crónico puede ser causado por condiciones médicas crónicas, traumas neuropáticos, lesiones y accidentes.

(Rodríguez, 2001; Brown, Bruns, 2020; Zaneti, Martínez, Castillo, 2020).

El dolor, tanto agudo como crónico, es un síntoma común en muchas enfermedades crónicas. Entender la naturaleza multidimensional del dolor es esencial para abordar eficazmente su tratamiento y mejorar la calidad de vida de las y los pacientes.

El lugar de la psicología en el tratamiento del dolor

La psicología juega un papel crucial en la comprensión y el tratamiento del dolor, conformando lo que se puede denominar ‘psicología del dolor’. Los factores psicológicos, que incluyen aspectos emocionales, cognitivos y comportamentales, son fundamentales en la experiencia dolorosa. Estos factores no solo influyen en la percepción del dolor, sino que también pueden afectar su intensidad y duración.

Las emociones son elementos distintivos de la experiencia subjetiva y compleja del dolor. Un estado emocional negativo, como el miedo, la ansiedad, la depresión, la ira, la culpa y la frustración, proporciona las cualidades más notables, disruptivas e indeseables de la experiencia del dolor. Estos aspectos emocionales pueden ser considerados como antecedentes, concurrentes o consecuentes del dolor (Rodríguez, 2001).

De igual forma, los factores cognitivos, como pensamientos, apreciaciones y creencias, desempeñan un papel importante en el desarrollo y la permanencia del dolor. Estos factores son incluso mejores predictores del dolor y la incapacidad que los parámetros biomédicos. Entre los factores cognitivos asociados a la incapacidad y la percepción del dolor se encuentran las ideas catastrofistas, el temor a moverse o volver a lesionarse, las creencias erróneas sobre el dolor, el significado que las personas dan a sus síntomas, la habilidad percibida para controlar el dolor y las preocupaciones acerca del futuro (Ruvalcaba, Domínguez, 2009).

En lo que se refiere al ámbito comportamental del dolor, la psicología se centra en estudiar las ‘conductas de dolor’, es decir, acciones observables que indican la presencia de dolor. Las conductas de dolor son expresiones funcionales que informan acerca de la intensidad, localización, extensión y dinámica de este; además, comunican sobre las necesidades, creencias y actitudes de las personas. Estas conductas incluyen expresiones verbales y no verbales, evitación de movimientos y búsqueda de atención médica (Rodríguez, 2001).

Psicología del dolor crónico

El dolor crónico puede tener un efecto profundamente debilitante en la vida de una persona. Su presencia, en sus diversas formas recurrentes, persistentes o progresivas, puede afectar dramáticamente el bienestar social, laboral y psicológico de las y los pacientes. Este dolor prolongado, a menudo resistente a los mejores esfuerzos médicos y sanitarios, puede llevar a un sentimiento de desesperanza, afectando negativamente la salud emocional y comportamental de un individuo. Los trastornos emocionales y comportamentales relacionados con el dolor crónico están bien documentados, aunque a veces son ignorados en favor de un enfoque centrado en los procesos fisiopatológicos del dolor más que en el bienestar psicológico (Rodríguez, 2001).

La terapia psicológica para el dolor crónico se basa en la evidencia de que los pensamientos y emociones juegan un papel crucial en la instalación y permanencia de la experiencia dolorosa. Esta idea ha conducido al desarrollo de técnicas específicas de intervención, que, al integrarse en programas de atención multidisciplinaria, ofrecen a los pacientes una mayor oportunidad de alivio del sufrimiento y la incapacidad.

Estas técnicas parten de un enfoque que asume que la interpretación, evaluación y creencias sobre la condición de salud, así como los repertorios de afrontamiento, afectan el grado de deterioro físico y emocional. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, ayuda a las y los pacientes a reestructurar pensamientos negativos y a desarrollar estrategias de afrontamiento más adaptativas (Ruvalcaba, Domínguez, 2009).

El dolor crónico como un trastorno en psicología

Como ya se ha comentado, las emociones juegan un papel significativo en la experiencia del dolor crónico. La ansiedad y la depresión son comunes entre las y los pacientes crónicos, y se ha documentado que entre el 45% y el 60% de estos pacientes presentan diagnósticos de ansiedad y depresión. Estas emociones no solo están asociadas con la percepción del dolor, sino que también afectan la tolerancia y el umbral del dolor, complicando el cuadro clínico y el tratamiento (Ruvalcaba, Domínguez, 2009).

El dolor crónico implica una interacción compleja de factores biológicos, psicológicos y sociales. Tal es el caso que, en aquellas ocasiones en donde el dolor crónico no se asocia con una enfermedad conocida, es posible considerarlo como una enfermedad en su propio derecho. Esta naturaleza biopsicosocial del dolor crónico es visible, por ejemplo, en la alteración de circuitos cerebrales, donde la información sensorial del dolor se entrelaza con las cogniciones, el estado de ánimo y la función autonómica (Brown, Bruns, 2020).

Evaluación psicológica del dolor crónico

La evaluación del dolor crónico desde la perspectiva psicológica es fundamentalmente multidimensional, reconociendo su naturaleza biopsicosocial compleja. Este proceso puede conceptualizarse en dos niveles complementarios: la evaluación de factores de riesgo extremos y de factores moderados, cada uno de los cuales juega un papel crucial en el manejo y tratamiento efectivo del dolor.

Los factores de riesgo extremos representan indicadores críticos que pueden impedir un tratamiento eficaz del dolor. Estos incluyen condiciones como tendencias suicidas, comportamientos violentos, psicosis activa, abuso de sustancias, y otras condiciones graves que requieren intervención inmediata y específica antes de abordar el dolor crónico mismo. La presencia de estos factores suele requerir una gestión prioritaria para garantizar la seguridad del paciente y del entorno antes de proceder con cualquier tratamiento del dolor.

Por otro lado, los factores de riesgo moderados son aquellos que, aunque no tan extremos como los anteriores, aún pueden complicar el manejo del dolor crónico. Estos factores incluyen condiciones como depresión, ansiedad, dolencias somáticas, alta intensidad del dolor, estrategias inadecuadas de afrontamiento, distorsiones cognitivas como el catastrofismo, miedo al movimiento, tendencias adictivas, deterioro físico, falta de apoyo social, edad avanzada, duración prolongada del dolor y problemas legales relacionados con litigios. Estos factores no solo complican la experiencia del paciente con dolor crónico, sino que también requieren intervenciones específicas dentro del plan de tratamiento.

La evaluación psicológica del dolor crónico, mediante la identificación y análisis de estos factores de riesgo, tiene como objetivo comprender las actitudes, comorbilidades y contextos que influyen en la experiencia de dolor de la o el paciente. Esta comprensión profunda permite desarrollar un plan de tratamiento integral que aborde tanto los aspectos físicos como psicológicos del dolor crónico, mejorando así la calidad de vida de la persona y optimizando los resultados terapéuticos (Brown, Bruns, 2020).

Tratamientos en psicología clínica para el dolor crónico

El tratamiento psicológico del dolor crónico abarca varios enfoques efectivos. A continuación, se describen algunos de los modelos más destacados:

  • Terapia cognitivo-conductual: Se centra en identificar y modificar las cogniciones distorsionadas o inexactas sobre el dolor. Las personas aprenden a reemplazar pensamientos negativos y catastrofistas con pensamientos más adaptativos y realistas, lo que mejora su funcionamiento diario y reduce la percepción del dolor.
  • Terapia de conciencia y expresión emocional: A través de la TCEE, las y los pacientes aprenden a reconocer, aceptar y expresar emociones relacionadas con su dolor, lo cual puede aliviar tensiones emocionales y reducir la intensidad del dolor.
  • Entrenamiento de relajación: Estas técnicas ayudan a reducir la respuesta de estrés del cuerpo, promoviendo así la relajación muscular y la disminución del dolor percibido.
  • Reducción del estrés basado en la atención plena: Enseña a las y los pacientes a estar presentes en el momento actual y a aceptar sus experiencias sin juzgar. Esto ayuda a reducir la reactividad emocional ante el dolor y a disminuir el sufrimiento percibido.
  • Entrenamiento en higiene del sueño y terapia cognitivo-conductual para el insomnio: Muchos y muchas pacientes con dolor crónico experimentan trastornos del sueño. Estos tratamientos abordan dichos problemas, mejorando la calidad y la cantidad del sueño; contribuyendo a la recuperación física y emocional de la persona, reduciendo así la intensidad y la percepción del dolor.
  • Enfoque en las ganancias funcionales: Se centra en mejorar la funcionalidad y la calidad de vida del paciente en lugar de simplemente reducir el dolor. Incentiva la participación en actividades que promuevan el movimiento, la fuerza y el bienestar general, lo cual puede tener un impacto positivo significativo en la experiencia de dolor crónico.

(Brown, Bruns, 2020).

Aplicaciones de la psicología del dolor crónico

La psicología del dolor crónico ha demostrado ser de gran utilidad en una amplia variedad de afecciones y enfermedades. Estas condiciones incluyen:

  • Fibromialgia: Caracterizada por dolor muscular generalizado y sensibilidad extrema en puntos específicos del cuerpo, acompañada a menudo por fatiga, problemas de sueño y dificultades cognitivas.
  • Dolor lumbar crónico: Dolor persistente en la zona lumbar que puede estar relacionado con lesiones previas, hernias discales, o ser de origen desconocido.
  • Dolor neuropático: Causado por daño o disfunción del sistema nervioso, este tipo de dolor puede ser persistente y se presenta comúnmente en condiciones como la neuralgia del trigémino o la neuropatía diabética.
  • Síndrome de dolor regional complejo (SDRC): Caracterizado por dolor intenso y persistente, generalmente en una extremidad, acompañado de cambios en la temperatura, hinchazón y alteraciones en la piel.
  • Artritis: Inflamación de las articulaciones que puede causar dolor crónico y limitaciones en el movimiento, afectando tanto la calidad de vida física como emocional de las y los pacientes.
  • Dolor de cabeza crónico: Incluye migrañas crónicas y cefaleas tensionales persistentes, que pueden estar relacionadas con factores emocionales y de estrés.
  • Síndrome del intestino irritable: Aunque principalmente gastrointestinal, esta condición puede estar exacerbada por factores emocionales y de estrés, contribuyendo al dolor abdominal crónico.
  • Dolor asociado al cáncer: A menudo presente durante y después del tratamiento del cáncer, incluyendo cirugías, quimioterapia y radioterapia.
  • Endometriosis: Una condición en la cual el tejido que normalmente reviste el útero crece fuera de éste, causando dolor pélvico crónico, especialmente durante el ciclo menstrual.
  • Dolor orofacial crónico: Incluye condiciones como la disfunción temporomandibular (DTM), que pueden provocar dolor en la mandíbula y la cara.

(Rodríguez, 2001; Carlson, 2014; Brown, Bruns, 2020; Zaneti, Martínez, Castillo, 2020).

Tratamiento multidisciplinario del dolor crónico

La integración de diferentes modalidades terapéuticas dentro de un enfoque multidisciplinario permite abordar de manera más efectiva los diversos aspectos físicos, psicológicos y sociales del dolor crónico. La colaboración entre profesionales de la salud, como médicos, fisioterapeutas, psicólogos y especialistas en manejo del dolor, asegura un tratamiento holístico que maximiza los resultados para las y los pacientes afectados (Carlson, 2014).

Por su parte, las terapias de rehabilitación, como la fisioterapia y los programas de ejercicio, son fundamentales para mejorar la funcionalidad física, reducir la discapacidad y promover la recuperación física. Estas intervenciones no solo fortalecen los músculos y mejoran la flexibilidad, sino que también ayudan a reducir el dolor al mejorar la postura y el movimiento corporal.

Así mismo, la intervención psicológica, especialmente las terapias cognitivo-conductuales, desempeñan un papel crucial al abordar los pensamientos, emociones y comportamientos asociados con el dolor crónico. En este sentido, ayudan a cambiar creencias negativas sobre el dolor, promueven estrategias efectivas de afrontamiento y mejoran la calidad de vida al reducir la ansiedad y la depresión relacionadas con el dolor (Brown, Bruns, 2020).

Además, la farmacoterapia juega un rol importante al controlar la inflamación y mitigar la intensidad del dolor, utilizando medicamentos que actúan directamente sobre los mecanismos biológicos subyacentes al dolor crónico. Estos tratamientos pueden incluir analgésicos, antiinflamatorios y otras opciones farmacológicas según las necesidades individuales del paciente.

Aunado a esto, los cambios en el estilo de vida, como la gestión del sueño, el control del peso corporal y la práctica regular de estiramientos para mantener la flexibilidad muscular, también son aspectos esenciales del tratamiento multidisciplinario del dolor crónico. Estos cambios no solo complementan otras intervenciones terapéuticas, sino que también promueven una mejor salud general y bienestar (Brown, Bruns, 2020).

Utilidad de la psicología del dolor crónico

Finalmente, es necesario destacar que, desarrollar una psicología del dolor en el ámbito de la salud es crucial debido a la amplia gama de enfermedades, lesiones y problemas de salud mental asociadas con el dolor crónico. Como ya se ha mencionado, este tipo de dolor puede ser tanto el síntoma principal de una condición como un trastorno en sí mismo. Cada año, millones de personas sufren de dolor agudo o crónico, y sus efectos tienen un gran impacto en el sistema de salud en términos de costos, rehabilitación y productividad laboral perdida, así como en las cargas emocionales y financieras que recaen sobre las y los pacientes y sus familias.

Así mismo, la comorbilidad de problemas de salud mental y física como resultado del dolor está bien establecida en la investigación. Comorbilidades comunes incluyen ansiedad, depresión, trastorno de adaptación, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de personalidad histriónica y trastorno límite de la personalidad. El dolor actúa como desencadenante y agrava la incertidumbre en torno al pronóstico de la enfermedad diagnosticada, lo cual puede afectar la calidad de vida física y emocional, el bienestar psicológico y social, la capacidad funcional para llevar a cabo rutinas diarias y actividades cotidianas, así como las relaciones familiares y sociales.

La psicología del dolor se enfoca en abordar esta dimensión no solo tratando el síntoma físico, sino también ayudando a las personas a manejar las repercusiones emocionales y sociales del dolor. Esto implica poner en práctica estrategias terapéuticas que corrijan las distorsiones cognitivas y ayudan a mejorar la funcionalidad, así como el entrenamiento en habilidades de manejo del dolor, la atención plena y el apoyo psicológico que puede mejorar la calidad de vida y reducir el sufrimiento asociado con el dolor crónico.

Referencias:

  • Brown, K., Bruns, D., (2020). Orientación sobre evaluación psicológica y tratamiento del dolor crónico durante la crisis de COVID-19. Health Net UNAM. healthnet.unam.mx
  • Carlson, M. (2014). CBT for Chronic Pain and Psychological Well-Being. Wiley Blackwell.
  • Rodríguez, J. (2001). La Psicología del Dolor. Revista de Psicología de la Salud, volumen (13), número (1). revistas.innovacionumh.es
  • Ruvalcaba, G., Domínguez, B. (2009). La terapia psicológica del dolor crónico. Psicología y Salud, volumen (19), número (2). psicologiaysalud.uv.mx
  • Zaneti, P., Martínez, R., Castillo, D. (2020). El dolor: algunos criterios desde la Psicología. Revista Cubana de Hematología, Inmunología y Hemoterapia, volumen (36), número (2). scielo.sld.cu

Créditos de imagen de portada: Foto de Kindel Media

R. Mauricio Sánchez
R. Mauricio Sánchez
Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.

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Licenciado en Psicología por la Facultad de Ciencias de la Conducta de la UAEMex (México). Experiencia docente y en atención clínica en entidades privadas y públicas, como el Instituto de la Seguridad Social. Editor adjunto y redactor especializado en Psicología en Mente y Ciencia.