Sacudir al bebé: por qué no debes zarandearlo

Sacudir al bebé constituye una forma de abuso infantil y puede generar consecuencias fatales e irreversibles para la salud de la criatura.

Desde hace varios años, los y las profesionales del área de salud, hemos incidido en la concienciación de padres, madres y personas cuidadoras, sobre los peligros de sacudir al bebé. Esto suele ocurrir, por lo general, cuando el bebé no deja de llorar o presenta un mal comportamiento, y es el último recurso de la frustración. A continuación, detallamos las consecuencias nocivas que puede acarrear sacudir a un bebé.

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El síndrome del bebé sacudido

No cabe duda que sacudir a un bebé constituye una forma de abuso infantil. Sin embargo, su definición, evaluación, signos diagnósticos y diagnóstico diferencial, han sido objeto de controversias, pues las consecuencias a corto y largo plazo pueden llegar a ser fatales. Actualmente, el síndrome del bebé sacudido comprende un conjunto de síntomas y signos ocasionados cuando un adulto suele sacudir al bebé o le golpea en la cabeza (Nieto y Fernández, 2008).

Prevalencia

El índice de mortalidad, a consecuencia de esta forma de maltrato, es de entre el 15% y el 30% de los casos, en los días próximos a la lesión. Fundamentalmente, la muerte sobreviene por hemorragias o edemas intracraneales, mientras que dos tercios de los supervivientes presentan secuelas significativas. Este fenómeno afecta a entre 14 y 40 de cada 100.000 menores de menos de 12 meses. Asimismo, se han reportado casos de víctimas de hasta los 5 años de edad (Mian, et al., 2015; Lopes, et al. 2018).

¿Qué tipo de movimientos son peligrosos al sacudir al bebé?

Aunque hay informes que reportan lesiones durante maniobras de reanimación -resucitación fetal intrauterina- o juegos con sus progenitores, difícilmente estos pueden causar daños permanentes. Por lo tanto, prácticas habituales como mecer al bebé, jugar al caballito o incluso trotar con el bebé en brazos, no constituyen en si mismas mayor riesgo. Para que se produzca una lesión, el movimiento debe ejercerse en forma de sacudida, al agarrar al bebé por las axilas o los hombros, sin sostenerle la cabeza. La severidad del daño dependerá de la duración, la intensidad y la cantidad de sacudidas, aunque no se puede establecer un número exacto (Nieto y Fernández, 2008).

Síntomas ocasionados por sacudir al bebé

Dentro de los síntomas principales ocasionados por sacudir al bebé, presentes en ausencia de causas externas, se encuentran (Lopes, et al. 2018):

  • Inflamación cerebral
  • Fracturas en huesos largos
  • Fracturas en vértebras o costillas
  • Hematomas subdurales o subaracnoideos
  • Hemorragias retinianas
  • Edema cerebral difuso
  • Disminución en el tono muscular
  • Alteraciones en el nivel de conciencia
  • Daño axonal difuso
  • Convulsiones
  • Alteraciones en el patrón de alimentación o de respiración
  • Leucoencefalopatatía hipóxico isquémica

¿Por qué sacudir al bebé genera lesiones?

Al sacudir al bebé, por causa de la aceleración-desaceleración gravitacional, su cerebro choca contra el cráneo. Esto genera una separación entre la corteza y la duramadre, lo cual ocasiona ruptura en las venas comunicantes. En consecuencia, la hemorragia produce un incremento en la presión cerebral, que de no ser tratada oportunamente, aumentaría el daño cerebral (Mian, et al., 2015; Strouse, 2018).

Una de las razones por las que sacudir al bebé es tan peligroso, obedece al volumen y peso de su cabeza, que corresponde al 10-15% de su peso corporal, mientras que en el adulto esta relación es del 2-3%. Por lo tanto, esta desproporción contribuye a que el impacto de las sacudidas sea tan elevado (Mian, et al., 2015).

Tratamiento

El tratamiento para el daño ocasionado por sacudir al bebé es similar al tratamiento para cualquier tipo de hemorragia intracraneal. La intervención quirúrgica facilita el drenaje de la sangre acumulada, lo que previene que el cerebro se hernie, además, favorece la desinflamación de este (Mian, et al., 2015). Posteriormente, una vez se normaliza la presión intracraneal, el tratamiento es sintomático y a nivel de rehabilitación, con el fin de minimizar las posibles secuelas.

Pronóstico

Como se mencionó con anterioridad, la tasa de mortalidad que genera sacudir al bebé es significativamente alta. Adicionalmente, existe una alta probabilidad que se presente un retardo generalizado en el desarrollo. Además, se estima entre el 5- 10% presenta un estado de coma, entre el 30-40% sufre alteraciones visuales, el 30% sufre crisis epilépticas y entre el 35-50% presenta parálisis o retardo madurativo (Mian, et al., 2015).

Actualmente el síndrome del bebé sacudido es un problema de salud pública, y paradójicamente, es fácilmente prevenible. Contrario a enfermedades infecciosas o virales, la salud de los bebés puede estar en riesgo por la acción directa y voluntaria de sus cuidadores. Por lo tanto, dado que uno de los factores de riesgo es la inexperiencia de los padres, madres o cuidadores, la educación vuelve a ser la vacuna más efectiva.

Referencias:

  • Lopes, N. R. L., Górni, S. M., Mattar, V. O, y Williams, L. C. A. (2018). Assesment of a Brief Intervention with Parents to Prevent Shaken Baby Syndrome. Paidéia, 28 (1), 1-9. Recuperado de: www.scielo.br
  • Mian, M., et. al. (2015). Shaken Baby Syndrome: A review. Fetal and Pediatric Pathology, 34 (3), 169-175.
  • Nieto, T. y Fernández, S. (2008). Síndrome del bebé sacudido: ¿Es posible el diagnóstico diferencial?. Psicopatología Clínica Legal y Forense, 8 (1), 107-127. Recuperado de: dialnet.unirioja.es
  • Strousem P. J. (2018). Shaken baby síndrome is real. Pediatric Radiology, 48 (1), 1043-1047. Recuperado de: link.sprin
Sandra Correa
Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.

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Sandra Correa
Licenciada en Psicología por la Universidad El Bosque (Colombia). Máster en Neuropsicología clínica. Experiencia de trabajo como docente, neuropsicóloga y psicóloga clínica en diversas entidades y en centro propio. Redactora especializada en Neurociencias en Mente y Ciencia.